Cuando el sacerdote Aristeo Baca fue detenido el 9 de febrero de 2019 en la parroquia Santa María de la Montaña, se le escuchó en una llamada telefónica admitir lo que había hecho, en agravio de una monaguilla de 5 años de edad.
“Hizo una llamada telefónica diciendo ‘Madre Elvira, hace unos años hice algo que yo pensé que nunca iba a pasar a mayor, háblele al obispo, él ya esta enterado’”.
Dicha afirmación fue narrada en el juicio oral que se siguió al imputado, por el agente ministerial Sergio Rivera Escobedo, de la Fiscalía Especializada en Atención a Mujeres Víctimas del Delito por Razones de Género (FEM).
La afirmación que se hizo entonces fue revelada este martes en una conferencia de prensa convocada por activistas y abogadas que tienen la representación legal de la niña, en coadyuvancia con el Ministerio Público.
De acuerdo con la abogada Eliana Treviño, coordinadora del programa de protección de víctimas de la asociación civil Sin Violencia, el caso es relevante porque ha dejado en evidencia cómo se le ha negado la justicia a una niña que tenía cinco años de edad cuando empezó a ser abusada.
“Ella cumplió diciéndole a su mamá y su mamá y su papá cumplieron denunciando y es hora que no se les hace justicia”, lamentó.
El problema es que parece que cuando las víctimas se atreven a hablar, viene todo este castigo social, reprochó.
Al ver este caso muchos niños que son víctimas de violencia podrían preguntarse ‘¿hice mal en decir lo que me pasó?’. ¿Cuál es el mensaje explícito que le estamos dando a niños y niñas víctimas de violencia?, cuestionó Treviño.
Recordó que tanto la víctima como sus familiares tuvieron que dejar su domicilio por muchos años, por la agresión directa por parte de la comunidad, vandalizaron su vivienda, la menor tuvo que dejar sus amistades y su escuela.
No solo tuvo que vivir el delito –agregó– sino todos los efectos colaterales, tanto que actualmente ya es una adolescente que no ha podido hacer un cierre emocional.
La abogada sostuvo que este caso también deja claro que cuando la persona agresora tiene esta índole de poder político, económico y social, “sí nos vamos a ver inmersos en todas estas situaciones”, que son injustas para las víctimas.
En ese sentido, puntualizó que por eso existen organizaciones, personas e instancias públicas que sí les creen a las víctimas y que van a seguir trabajando “hasta el último momento”.


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