Era la noche del 30 de enero de 2010. Apenas comenzaba el peor año de la inseguridad en la historia de Ciudad Juárez. Decenas de jóvenes celebraban una fiesta de cumpleaños en el fraccionamiento Villas de Salvárcar.
A las 11:30 de la noche, en medio de las risas y los abrazos, al menos 20 pistoleros bajaron de cuatro automóviles para irrumpir en la fiesta.
Quince fueron asesinados y otros diez quedaron lesionados. Los mataron en las recámaras, donde se habían escondido tras escuchar los primeros balazos, otro en los pasillos, en el patio y en la sala.
Los disparos estremecieron a Villas de Salvárcar y en cuestión de minutos, familiares de las víctimas llegaron al lugar. De acuerdo con datos periodísticos, lo primeron que vieron fueron charcos de sangre y las paredes pintadas de rojo.
La masacre se le atribuyó a “El Diego”, y a “El Tío”, integrante del crimen organizado. El primero explicó en un interrogatorio de la Policía Federal que todo se trató de un error.
“A mí me informaron que había ahí unos Doblados pertenecientes al cártel de Sinaloa, entonces yo mandé a los muchachos”, aseguró “El Diego”.
Al día siguiente, mientras el entonces presidente Felipe Calderón se encontraba en el extranjero, dijo que “si los mataron es porque en algo andaban”, lo que ocasionó que lo acusaran de justificar la masacre criminalizando a los estudiantes.
El hecho motivó una serie de manifestaciones en todo el país y que el presidente tuviera que venir a presentar un programa integral de seguridad.
Luz María Dávila, mamá de Marcos y José Luis Piña, de 16 y 19 años, víctimas de la masacre, increpó a Calderón durante una conferencia en febrero del 2010.
