Mientras descansa en la escalinata bajo la marquesina de lo que fuera el antiguo cine Plaza, Adolfo Ángel Villaseñor Godínez, de 84 años de edad, detiene su vista en la escultura de Germán Valdés “Tin Tan”, donde el más grande cómico mexicano permanece altivo, fumando un habano, sentado eternamente en la fuente de la Plaza de Armas.
“Yo a él lo conocí cuando era joven, iba junto con su hermana a la escuela”, asegura, mientras coloca un par de secciones de periódico que lleva en la bolsa derecha de su pantalón de terlenka azul, para sentarse en uno de los escalones del lugar que hoy es ocupado por una tienda de ropa, donde pacientemente esperara a un cliente.
Desde hace 60 años, don Ángel, como se le conoce en el sector, se dedica a guiar turistas provenientes de todas partes del país y principalmente a visitantes extranjeros, aunque acepta, que con tantos cambios que ha sufrido la zona cada vez son menos requeridos sus servicios.
Y es que si alguien conoce las avenidas más importantes en materia turística del primer cuadro de la ciudad, es él.
Don Ángel suspira profundamente mientras acicala su larga barba blanca y reacomoda su sombrero y su saco gris, al pensar en las miles de veces que durante su vida ha caminado las calles como la Mariscal, Juárez y 16 de septiembre, llevando a sus clientes a través de un viaje por la historia.
Por eso mantiene sus reservas en torno a un posible resurgimiento de ese espacio, que en otras décadas dio categoría internacional a la ciudad, por su excelencia en el trato que recibían los visitantes y por su amplia oferta de espectáculos y centros de entretenimiento para adultos.
“Yo empecé como guía a los 24 años, en ese entonces éramos 10 los que andábamos aquí llevando al turismo, pero ya todos mis compañeros se murieron, sólo quedó yo”, dice con un dejo de tristeza en su voz.
Pese a que es reconocido entre los comerciantes como el último de su género, don Ángel, dice que nunca ha recibido reconocimiento alguno por parte de ninguna autoridad.
“Ya cada vez hay menos edificios para mostrar, yo les enseñó la historia de la catedral, de la Misión de Guadalupe, de la vieja presidencia, de los cines que alguna vez aquí estuvieron y de algunos salones memorables que ya están abandonados o que fueron derruidos”, dice.
A la mente de don Ángel vienen los años de bonanza en la ciudad y sus ojos cobran un cierto brillo de alegría, en su memoria está vivo el recuerdo de los casinos, bares y cabarés que dieron fama a esta frontera y que lograron incluso atraer la curiosidad de artistas de Hollywood.
Kentucky Bar es el único de los bares de antaño que aún permanece abierto, sus contemporáneos como el Crystal Palace, el Tívoli, el Café Lobby, fueron cerrados hace décadas y una de las páginas más grandes de la historia de la avenida Juárez se fue con ellos.
Villaseñor Godínez recuerda que en la década de los 20 del siglo pasado, los bares del primer cuadro de la ciudad cobraron auge debido a las restricciones del gobierno de Estados Unidos que decretó la Ley Seca, lo que promovió la inversión en centros nocturnos para las calles juarenses.
La presencia de soldados norteamericanos en las avenidas cercanas al puente internacional se incrementó durante la década de los 40, durante la Segunda Guerra Mundial, lo que a su vez posicionó aún más la oferta de los bares y cabarés que buscaban a toda costa atraer a los turistas, presentando espectáculos de primer nivel, menciona a su vez el periodista y escritor Emilio Gutiérrez de Alba en su libro “Tívoli”.
Hay varias teorías que se manejan en torno al declive de esa zona turística, algunos sostienen que fue a raíz del cierre de la frontera derivado del ataque terrorista a las torres gemelas de Nueva York en septiembre de 2001.
Sin embargo, en su texto, Gutiérrez de Alba sostiene que la depresión de la avenida Juárez y calles aledaña comenzó 30 años antes, en la década de 1970, cuando el Gobierno de Estados Unidos decide levantar la restricción de la venta de bebidas alcohólicas al copeo.
La fuga de turistas que prefirió mantenerse en su territorio, aunada a las restricciones que fueron sujetos los militares del vecino país, fueron en gran parte los detonantes de la ausencia de clientela en la zona, lo que a la postre llevó al cierre de decenas de centros nocturnos.
A la crisis antes descrita, vino el deterioro de los espacios que aún funcionaban y a la falta de inversión en el sector, pese a ello, aún se mantenía una parte de consumidores recurrentes, los cuales con el crecimiento de la ciudad y la aparición de otros espacios de entretenimiento en diferentes zonas de la ciudad terminaron dejar la avenida al borde de la quiebra.
Archivos periodísticos indican que pese a los planes de renovarla, se habla de que al menos en las dos últimas décadas se han hecho cuatro proyectos, la Juárez no ha contado con el impulso necesario para su resurrección.
En este sentido, don Ángel sostiene que pese a que en la actualidad existen buenas intenciones por parte del Gobierno para inyectarle vida a las calles del centro, de nada va a servir ninguna inversión, si no se toma en cuenta el verdadero espíritu que le llevó a brillar en su época dorada.
“Para que esto funcione deben regresar las bandas, los músicos, los bares, las cantinas, los cabarés que se abran y los que están ahorita trabajando deben contratar música en vivo, eso va a generar visitantes, porque era lo que distinguía a la ciudad de noche”, reveló.
El guía de turistas sostiene que cuestiones como la inseguridad si bien afectaron en gran parte a toda la ciudad, –él mismo fue asaltado un par de veces durante los años recientes–, la presencia de más visitantes obligaría a las autoridades y comerciantes a convertir el sector en una zona segura.
Entre los planes que recientemente se tiene por intención concretar, está la remodelación de las fachadas y la ampliación de banquetas de la avenida Juárez, la intención es que las mesas y sillas de los restaurantes y bares serán puestas sobre la banqueta para la prestación de un nuevo nivel de servicio.
El proyecto en el que se planea invertir cerca de 40 millones de pesos, contempla la remodelación de 80 fachadas en las primeras calles cercanas al Puente Internacional Paso del Norte, las cuales serán pintadas de color blanco para unificar el concepto en todos los negocios.
Don Ángel se sorprende al conocer la intención de que la calle vuelva a retomar su nivel de antaño y sonríe. De ser así, comenta, nueva clientela solicitará sus servicios.
Hasta entonces se despide, es cerca del mediodía y aún no ha llegado un turista que quiera conocer un poco de la historia de la catedral, “y hay que permanecer atento y esperar, esperar a que eso suceda”, sentencia.
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