Si existe un juarense con vida azarosa ese es Carlos Ávalos Chaires, conocido en el micromundo del centro histórico como “El Vallarta”. Salió de chamaco de la ciudad, en busca de su sueño: ser cartero.
Y lo fue, pero no uno simple, sino el cartero de la diva Liz Taylor.
La ruta para convertirse en el mister-postman de la actriz norteamericana, en el antiguo y nostálgico Correos de México, parece fácil pero no fue así.
Tuvo que salir, muy joven, a recorrer la República mexicana y dormir en sitios públicos, primero para encontrar su sueño y después materializarlo.
Vallarta es de humanidad pequeña y de verbo fluido, cualidad necesaria para colocar sus relojes usados, de pulsera, en el corredor de Juárez y 16 de Septiembre; tiene la lentitud relax que le otorga ser jubilado del Servicio Postal y él cafetea que es un primor en la vieja cafetería La Nueva Central, propiedad del coreano Yepo Yong.
El Vallarta: la huída
“Yo tenía 12 años cuando mis papás se fueron a Zacatecas, porque allá teníamos familia. No sé bien por qué se fueron… Creo que mi papá tenía pleito con unas personas; allá se fue a esconder”, relata el buen Vallarta.
Sin dejar de contar pasajes de su vida, Carlos ofrece su producto a los marchantes: tres relojes en cada brazo, en antebrazo, en precaución a que se los arrebate algún desesperado de las mañanas tempraneras, que necesita piedra o cristal que le dé auxilio en su fuga.
Así nació un sueño
“Después mis padres se fueron al estado de Aguascalientes buscando trabajo. Ahí le seguí con la educación primaria, luego empecé a trabajar en pequeños trabajitos, pero yo tenía la ilusión de estar en un trabajo de Gobierno. Con esa idea fui creciendo”, cuenta el Vallarta, con domicilio en la colonia Anáhuac, al surponiente de Juárez.
El frío arrecia -sobre todo el viento-, porque hay que sentir los vientos de Juárez. “Vamos por un cafecito a La Central”, expresa postman ya entrado en generosidad, con la confianza que dan siete años de amistad.
“Tenía un amigo vecino en Aguascalientes que su papá era cartero, pero era famoso ‘porque era trabajador de Gobierno’ y yo los veía muy bien. Veía salir a su papá muy contento al trabajo, mientras que nosotros pasábamos algunos apuros”, delinea el perfil que quería para él.
El choque de cucharas, el tintineo de tazas, el murmullo, todo, como una nube espesa que flota por encima de los comensales de La Nueva Central, es como una sinfonía mañanera que acompaña las decenas de conversaciones, que juntas son coro.
Travesía a Cdmx
“Un día me fui a México. Yo tenía 13 años. Sin conocer, sin permiso y sin un cinco en la bolsa. Al llegar, los primeros días me quedaba en la estación del tren, después en algunos jardines de la ciudad. Por ese rumbo empecé a preguntar dónde quedaba la Secretaría de Comunicaciones”, relata.
“En la avenida Universidad y Xola”, lo orientó un buen samaritano con acento de voz chilaguísimo cuando preguntó por el domicilio de Correos Mexicanos; Carlos calentó silla cuatro horas por día, en espera de encontrar trabajo; hasta que luego de casi un mes ya era empleado de limpieza.
“Al principio dormía en las terminales de camiones, las más cercanas de Correos, hasta que uno de los gerentes de Correos se dio cuenta y por pura lástima arregló que me prestaran un departamento para vivir”, relata.
Sol, arena, mar… y Liz Taylor
Cuando obtuvo su plaza de cartero, la dependencia federal lo envió a Puerto Vallarta. Otro mundo. Sol, playa, turismo, vida nocturna, rumba, pequeño pueblo entonces, de calles empedradas en su totalidad.
“Me tocó cubrir la zona en la que estaba el Centro, donde tenía su casa Liz Taylor; al principio me trataba muy fría, pero después ya le ayudaba en cosas; mover un mueble, sacar la basura, cosas así… Le caí tan bien que ella misma me contrató para servir en sus fiestas”, dice postman.
Justo frente a la residencia de la Taylor “Joligudense” se encontraba la de Rock Hudson. Ambas se unían por un puente elevado y techado con mica transparente, por el que transitaban no solo estos dos famosos, sino grandes amigos de ellos: Michael Caine y Warren Beatty, entre otros.
El Vallarta: un cartero exclusivo
“Yo me hice cartero de Liz Taylor en 1968, nomás a mí me tenía confianza, incluso se movió para que yo fuera el único que entregara su correspondencia. Le llegaban cartas de todo el mundo, revistas, estados de cuenta y hasta a veces giros con lana, dinero, dólares”, relata Vallarta.
“En las fiestas yo capitaneaba a los meseros, que los tragos estuvieran bien servidos, pero sobre todo, que los meseros y los cantineros fueran discretos, porque se veían muchas cosas cuando ya andaban servidos”, cuenta.
De vuelta al Paso del Norte
El Vallarta es llamado así por lo obvio, pero también porque a pesar de ser de Ciudad Juárez, toda su vida la hizo en aquel puerto, allá se casó y tuvo hijos. Al jubilarse empacó sus cosas y le pidió a su mujer que aceptara vivir en la antigua Paso del Norte.
“Desde entonces no puedo quitarme el mote de Vallarta, por más que les digo: ¡Soy de Juárez! Pues no, sigo siendo El Vallarta”, se queja el postman de Liz Taylor.
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