El viejo recurso de subir al pleno del Congreso del Estado y extender sendas mantas de metros y metros de largo y ancho en las que se hacen ver las demandas que los legisladores transcriben según sea el interés en turno, está quedando atrás.

Quisiéramos decir que poco a poco van abandonando esa manera argüendera, propia más de un líder de colonia periférica que de un personaje, sea dama o caballero, electo popularmente para velar por los intereses de la sociedad.

Si acaso solo han reducido el tamaño de las pancartas y mantas, pero nada más. Los diputados y legisladoras –independientemente de sus colores partidistas– no han entendido, pese a ello, que es a través del debate y no de la rabieta pendenciera y chiplona como se logran los acuerdos, para generar iniciativas que se convierten en leyes o propuestas en beneficio de los ciudadanos.

Sin embargo, en esas ridículas manifestaciones de los congresistas, las manifestaciones con mantas y pancartas que son propias y genuinas del pueblo, que ante la desventaja y los oídos sordos de los gobernantes, salen a las calles a manifestarse, acá los legisladores, se van por el lado cómodo y las adoptan como suyas.

El colmo es, que en las recientes ‘protestas’ en el pleno del Congreso, las grandes lonas ya no se han dejado ver y cada vez son más la pequeñas cartulinas y pancartas, al rato van a terminar escribiendo sus mensajes en hojas de máquina.

Al paso que vamos y si me apura poquito el lector, claro, bajo la negocia de un buen contrato y regalías, los diputados chihuahuenses van a terminar por hacer su edición de galletas chinas, esas que llevan un mensaje y números de la suerte.

Así imagíneselos en la próxima protesta cuando suban al estrado, sacando de la bolsita la galletita, trozándola, para sustraer el papelito donde vendrán escritas sus demandas, para finalmente mostrarlo como hoy lo hacen con sus pancartas; sus mensajes serán tan invisibles como lo ha sido hasta hoy su progreso para legislar en beneficio de los chihuahuenses.