«Nunca más un Poder Judicial sujeto a los caprichos del Ejecutivo en turno, o botín de los partidos políticos”. Esas palabras las pronunció Javier Corral el 4 de octubre de 2016, al rendir protesta como gobernador de Chihuahua.
El audioescándalo que hace unos días reveló una conversación entre Lucha Castro y Víctor Quintana dejó al descubierto lo que algunos ven como una clara conspiración contra el Poder Judicial estatal y su presidente Pablo Héctor González Villalobos. El audio desató todo tipo de teorías, unas más verosímiles que otras. Entre estas, se habla de las pretensiones del Ejecutivo estatal de someter a los máximos operadores del Poder Judicial en la entidad para generar, a través de intrigas en todos los niveles, una fuerte presión que logre doblegar a González Villalobos, sometiéndolo a los deseos del gobernador Corral.
El manoseo desde el máximo escaño del Ejecutivo estatal contra el Poder Judicial resulta escandaloso. Desde los primeros días del Gobierno de Javier Corral existen evidencias que apuntan hacia una sistemática estrategia de ataque y coacción dirigida a magistrados, jueces y consejeros de la Judicatura. Muchos de ellos, en diversas circunstancias, se vieron sometidos a la voluntad de Palacio, producto de una enfermiza obsesión por mantener bajo control todo aquello que signifique intereses políticos y personales.
Desde 2016, en los albores del prometido nuevo amanecer para Chihuahua, el gobernador daría el primer zarpazo al Poder Judicial estatal. Una controversial reforma constitucional le puso la bota al cuello a un poder estatal supuestamente independiente. No importó que con esta acción se enviara directo a la basura el principio democrático y fundamental de división de poderes, tan socorrido por autócratas de clóset. Con dicha reforma, el Ejecutivo cumplió su cometido de cortarle la cabeza de un solo tajo al magistrado presidente, Gabriel Humberto Sepúlveda Reyes, así como a todo aquello que tuviera hedor a duartismo.
La posterior destitución del magistrado Sepúlveda Reyes fue apenas el inicio, el primer eslabón en la persecución y procesamiento de César Duarte y sus secuaces. Seguramente Javier Corral calculó que con un duartista al frente del Tribunal Superior de Justicia, su campaña persecutoria tendría menos posibilidades de brillar y tener éxito.
La persistente obstinación del gobernador no la pudo doblegar ni la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que declararía, un año después y de manera unánime, como inconstitucional la destitución de Gabriel Sepúlveda. De pasada también invalidó el nombramiento del nuevo magistrado presidente, Julio César Jiménez Castro, “palomeado” por Corral.
Empecinado en violentar la autonomía del Poder Judicial, el gobernador Corral necesitaba una “palanca” para lograr sus propósitos. Fue así como envió al Congreso local la iniciativa para la creación de un Consejo de la Judicatura, a través del cual pudiera operar judicialmente, junto con jueces y magistrados, la persecución contra Duarte y sus cómplices. Es aquí donde aparece la figura de Luz Estela «Lucha» Castro, el brazo ejecutor de Corral para someter y “disciplinar” a los órganos jurisdiccionales.
Con la postulación de Castro al frente de la Judicatura, Corral Jurado aseguró el control total de jueces y magistrados bajo un sometimiento brutal, pero a la vez solapado por muchos de los representantes del Poder Judicial.
Con Lucha Castro instalada como esbirra de Corral contra jueces y magistrados, ocurrió también aquel vergonzoso episodio en el concurso de oposición para la designación de 56 jueces y magistrados “a modo”, que derivó en todo un capítulo de desprestigio ante la sospecha de que fue Lucha, y solo ella, quien “palomeó” a los ganadores de las plazas vacantes como titulares en juzgados penales, civiles y familiares, así como de otros siete magistrados de salas penales de Juárez y Chihuahua. Fue de tal magnitud el escándalo, que Lucha Castro debió presentar su renuncia en septiembre de 2019.
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Hoy, desde Barcelona, Lucha Castro juega a mover los hilos del poder político y Judicial en Chihuahua. El audioescándalo que protagonizó hace unos días, junto a Víctor Quintana y otros personajes, nos presenta una trama de traiciones políticas “netflixeanas” y la mano que mece la cuna. Todos los caminos conducen al gobernador de Chihuahua, Javier Corral. Miguel Riggs y el cuaco Alfredo Lozoya, Quintana, tres exgobernadores del PRI y Castro, todos ligados en un mismo punto.
Quintana, exsecretario de Desarrollo Social, militante de izquierda, realizó el salto de liana al Gobierno del Estado. Terminó como operador de Corral en Morena. En el audiogate acepta que habla en corto al candidato morenista a la gubernatura Juan Carlos Loera de la Rosa, al menos para la dudosa campaña que intenta impedir la llegada de Maru Campos a Palacio. El grupo que dice reunirse para hablar de política –aunque sus críticos digan que lo hacen para conspirar– propone nombrarlo jefe de la operación, si es que acepta Loera de la Rosa.
El 29 de enero pasado, el exindependiente Alfredo Lozoya, dijo, muy sentido en su discurso de bienvenida a Miguel Riggs: “Con la incorporación de Riggs a Movimiento Ciudadano, cabalgamos hacia la esperanza de este estado”. Agregó, ante el dirigente estatal de este partido, Francisco Sánchez, que la incorporación de Miguel Riggs sumaba a la política hecha desde Movimiento Ciudadano. Riggs, originario de El Paso, de 46 años, empresario y legislador por el PAN, integrante del equipo político del gobernador, se quitó el traje azul y se puso el naranja.
El 10 de agosto del pasado año, Corral oficializó lo que se sabía: él cultivó con esmero, desde tiempo atrás, una nueva relación con los exgobernadores priistas Fernando Baeza Meléndez, José Reyes Baeza Terrazas y Patricio Martínez. Corral los recibió en una ceremonia, con aires de solemnidad. Ellos pronunciaron discursos para apuntalar el Plan Emergente de Apoyo por el Covid-19. Después, arrimaron el hombro en la llamada “guerra por el agua”, que enfrentó al gobernador con el presidente López Obrador.
De los protagonistas de la trama de Netflix, se sabe que Lucha Castro lleva varios intentos para azuzar a las masas digitales contra el Poder Judicial estatal, todo para presionar en el caso Maru Campos y los procesos legales que enfrenta. Los tonos de desesperación de la exluchadora social son fáciles de percibir en el audio, al considerar que Loera de la Rosa es un “mal candidato al que le falta mucho”. Seguido comunica al tío, Pichú de la Rosa, la estrategia para tirar a la candidata del PAN.
Existen políticos y seguidores que no se sorprenderían si, en medio de tanto enredos, resulta que Corral levanta el brazo a Maru Campos, en un delirante final de la serie. La madre de la alcaldesa con licencia es comisionada estatal en Coespris. Su abogado defensor, Francisco Molina Ruiz, fue un miembro del antiguo grupo “Familia Feliz” al que también perteneció Corral. A final de cuentas, las categorías políticas izquierda, centro y derecha ya no explican la realidad. Es similar a la pandemia que nos obligó a acuñar el término “nueva normalidad”, pero aplicado al juego de tronos y traiciones de la realpolitik.
Pero estas solo son suposiciones, ocurrencias muy retorcidas de este Mirone que se encuentra al borde de la butaca. De no ser tan inverosímiles las maniobras propuestas en estos audios por Lucha Castro y sus amigos, mismas que incluyen la insólita propuesta del armado de campañitas en Facebook para tratar de arrinconar al presidente del Supremo Tribunal, o la genial idea de pedirle a Morena que López Obrador le haga el fuchi a Maru Campos en las mañaneras, acusándola de corrupta, Mirone se sentiría francamente perturbado por el nivel de asesoría que pelotea el gobernador con sus consejeros de primera línea.
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Como golpe seco y a la mandíbula, así se recibió la postulación oficial del senador Cruz Pérez Cuéllar como precandidato de Morena (ahora le llaman “defensor de la 4T”) para buscar el triunfo en las elecciones para la presidencia municipal de Juárez, nominación que levantó gran polvareda, no solo entre el resto de los nueve aspirantes, sino entre las diferentes tribus, particularmente aquellas que se identifican con el proyecto político del aspirante a la gubernatura, Juan Carlos Loera de la Rosa.
Harta muina que no pudo ser disimulada fue la que se observó entre los postulantes, como la del diputado local Benjamín Carrera, la de la síndica Lety Ortega y la del legislador Pichú de la Rosa, que se quedaron pasmados cuando el delegado nacional José Ramón Enríquez los reunió a todos muy tempranito el pasado jueves, para informarles el resultado de la encuesta para designar candidato a la alcaldía de Juárez, lo que resultó a favor de Pérez Cuéllar. Y si de inconformes se trata, otro que hizo evidente su enorme molestia fue el empresario Gabriel Flores Viramontes, quien hizo rápida retirada del evento al conocer los resultados en la designación.
Juan Carlos Loera y Cruz Pérez Cuéllar cuentan con un pasado de agresiones verbales y pleitos en el terreno público y privado. El aspirante a la gubernatura y el precandidato a la alcaldía de Juárez se han dicho de todo. De cobardes y arrastrados no se bajaban no hace mucho tiempo. Incluso han estado a punto de irse a los golpes, como ocurrió en 2018 en un juego de futbol de los Bravos en el estadio Benito Juárez. Queda claro que no se pueden ver ni en pintura, y eso levantó las alertas entre los equipos de ambos personajes.
Cruz y Loera están sentados en un barril de pólvora. Uno trae el cerillo y otro la carterita. Uno es de mecha corta y el otro ni mecha tiene. Si ambos quieren llegar, tendrán que entender que no les queda de otra que sentarse en la misma mesa y arrimar agua para el mismo molino. El no comprenderlo sería la ruina electoral garantizada para Morena en Chihuahua.
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Cruz Pérez Cuellar, Marco Adán Quezada y Lupita Pérez Domínguez. Ellos son los 3 aspirantes externos para las 3 principales alcaldías del estado por Morena. En Juárez, Chihuahua y Cuauhtémoc serán los protagonistas del partido de la 4T. Pero resulta que son puros prianistas.
Mirone está seguro de que el presidente estatal de Morena, Martín Chaparro, debe sentir retortijones al tratar de explicar a los puros de su partido el por qué no se postula a los militantes históricos, a los duros de Morena, para esos importantes cargos, y decirles sin decirlo, que no resultan competitivos ni atractivos desde el punto de vista electoral.
Ni hablar. El dirigente estatal tendrá que conformarlos con las estratégicas tareas del partido que consisten en repartir el periódico «Regeneración” y los volantes. Por lo pronto, Chaparro tiene ante sí uno de los retos más importantes en su carrera política: el tratar de encontrarles virtudes a sus ahora perfiles estrella con los que aspiran gobernar estos importantes municipios, a quienes, hasta hace 15 minutos, no bajaba de corruptos, rateros y vende patrias.
El fin justica los medios. Todo sea por ser competitivos y obtener las victorias electorales de los principales municipios del estado. Probablemente, como en el viejo PRI, la revuelta de los de Morena por estas designaciones durará tan solo 24 horas. Se ve que han entendido que su voto duro no les alcanza y necesitan de los externos para sumar a otros votantes distintos a los que, por inercia, lo harían por ese partido. El dilema de perder con los propios o tratar de ganar con los externos ha sido resuelto.