El 2014 debe haber cerrado perfectamente claro en los propósitos inmediatos de quien mantiene la sartén por el mango dentro del escenario político estatal, el gobernador, César Duarte.
El paréntesis decembrino si acaso motivó análisis y reflexiones sobre decisiones ya tomadas que, a lo más, requerirán de ajustes y ligeros cambios al momento de concretarse.
Es impensable que un político como Duarte no haya iniciado el 2015 con los arreos listos para emprender la marcha hacia los objetivos planteados durante el breve reposo vacacional.
Ciertamente las últimas semanas del 2014 fueron complicadas, intricadas y enredadas. Lo fueron a nivel nacional en términos de impacto general para la clase priista con asuntos como Tlatlaya, Ayotzinapa y los cuestionamientos sobre supuesta corrupción en el círculo más próximo de Los Pinos.
La imagen del presidente de la República, de su familia y de varios de sus colaboradores, fue sacudida –y sigue– por implacables golpazos que tienen su epicentro en las redes sociales y algunos medios de comunicación evidentemente desatendidos por los órganos institucionales correspondientes del Estado y que, sin la fama de una Televisa o Televisión Azteca, han contribuido de manera sustancial al debilitamiento que sufre la Presidencia aún más lejos de las fronteras de nuestro país.
A esa problemática de por sí delicada cayó encima al régimen peñista el sospechoso hundimiento en el precio del petróleo y el ahorcamiento del dólar sobre el peso.
Fueron gotas de ácido para los mexicanos en sus cenas navideñas, pavos y tamales inyectados de brebajes indigeribles. La Ley de Ingresos 2015 fue elaborada sobre un “pesimista” precio de 80 dólares por barril de petróleo, pero en diciembre andaba tocando los 40 dólares.
Esos temas en Chihuahua no pasaron desapercibidos, por supuesto. Sería una dicha enorme no depender del asfixiante centralismo que se lleva mucho del producto interno bruto aportado por nuestro estado y regresa bicocas, pero desafortunadamente la noticia sigue siendo la misma. Los problemas del centro también son nuestros problemas.
No obstante eso, quizá la costumbre social, quizá la resignación ciudadana, en lo que toca al Gobierno estatal esa temática no le afectó ni le ha afectado directamente; no hasta ahora. Ya lo veremos con los malabares en el ejercicio del presupuesto, pero por lo pronto son aspectos que no merecen cuidado escrupuloso ni terapia individual.
El caso es que de la noche a la mañana, el gobernador fue inesperadamente montado en un ring que le modificó itinerarios, temática de análisis y espacios en las interlocuciones locales y nacionales. Acá en el estado grande las dolencias fueron distintas, y no menores, y no curadas todavía.
Si bien desde septiembre del 2013 quedó exhibida la opinión crítica, sobre todo de los habitantes de la ciudad de Chihuahua hacia su gobernador, fue a finales de 2014 cuando ese cuestionamiento quedó traducido en denuncias formales que, esas sí, indudablemente quitaron el sueño en Palacio.
Ese tema no fue echado al olvido con los buñuelos ni los parabienes por las celebraciones del nacimiento de Jesucristo, menos cuando ahora es abanderado por intereses específicos incuestionablemente político–electorales que no tienen límite en el 2015, sino en el 2016.
El gobernador ya puso algo de manos a la obra con la implementación de algunas acciones de defensa y control de daños.
Armó redes sociales, contrató asesores extras en imagen, devolvió a través de war room algunos golpes mediáticos y puso su atención en los enfoques noticiosos de dos o tres medios de comunicación afines con resultados desconocidos para los simples mortales pero sobre los que tomó el grueso de las decisiones que dará a conocer estos días.
El diagnóstico está hecho, la radiografía en la mesa y las metas fijadas.
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En efecto, Duarte es un político previsor. Resulta impensable que no haya trabajado sobre las decisiones que anunciará estos primeros días del 2015 tanto en las acciones de Gobierno, como en los recursos humanos que necesitará ajustar en su equipo y en las operaciones que deberá llevar a cabo para enfrentar el proceso electoral de este año con nueve diputaciones federales en juego, y la gubernatura, las 67 alcaldías, las 67 sindicaturas, las 33 diputaciones y todo lo que ello representa el año entrante.
En relación con el proceso 2015, si bien es cierto que Chihuahua representa muy poco de la fuerza electoral nacional y nueve diputados son cosa menor entre los 500 que conforman la Cámara de Diputados, uno que fuera debe ser del mayor interés para la gobernabilidad que urge a Peña Nieto en ese órgano legislativo. Las solas actuales circunstancias exigen el cuidado hasta de un voto.
Por otro lado, el sentido común elemental indica que si una o las nueve diputaciones por Chihuahua fueran vistas con desinterés por la Federación, a Duarte le afectaría gravemente perder más de dos, porque significaría el precedente ominoso para el 2016.
Mirone está seguro que el gobernador no sólo desea entregar fervorosamente la estafeta a alguno de los suyos que tanto ha placeado y preparado desde peldaños menores hasta colocarlos en posición de tiradores, sino que está obligado a que, si no es cualquiera de ellos, debe ser otro u otra priista con quien negocie el escudo necesario para cuando concluya su Administración y no quede expuesto a las venganzas de sus opositores o hasta víctima de las acciones “reivindicadoras” de quien detente el nuevo régimen. Mirone está seguro que el ballezano no se dará ese lujo de soltar las riendas a quien lo quiera convertir después en un Moreira, Gordillo o Granier.
De hecho, Duarte ya viene trabajando desde hace meses para arrancar el 2015. Este año de manera alguna empieza de cero; el suspenso, la expectación y hasta la curiosidad que ha provocado entre la clase política, periodística y opinativa del estado y en algunos sectores chihuahuenses radicados por ahora en el DF, acaso tenga que ver con pequeños ajustes pendientes y con la reestructuración necesaria sobre los vacíos de quienes sean llamados a campaña electoral.
Las decisiones que tiene tomadas van en ese sentido, quizá incluya alguna de mayor tamaño, pero en realidad el andamiaje operativo principal ya está en marcha.
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La llegada de don Leonel de la Rosa Carrera como secretario de Desarrollo Rural, ha sido sin duda una pieza que llegó a fortalecer un espacio completamente descuidado en sus fines políticos por su antecesor, Octavio Legarreta, quien fue enviado a donde ahora conoce más, la ciudad de México, a la representación del Gobierno estatal allá.
De la Rosa fue sumado a un equipo sólido que viene desarrollando actividades partidistas en los grandes centros de poder electoral ubicados en las áreas rurales, serranas y algunas ciudades medias de la entidad.
Ese equipo está encabezado por el propio gobernador que conoce ampliamente aquellas zonas porque es originario de las mismas; no les ha quitado la mira a lo largo del sexenio. En la estructura territorial federal significa algo así como tres diputaciones y media.
Desde hace tiempo el equipo está completo con el coordinador de la Tarahumara, Miguel Ángel González, ex diputado local y ex dirigente estatal del PRI; y el dirigente de la CNC en el estado, Jesús Velásquez, sobre quien el gobernador guardaba grandes expectativas pero se quiso comer la caja chica –y la grande– de un bocado, y ahora opera desde esa área con grandes carencias económicas y no precisamente desde la Coordinación de la Tarahumara, donde empezó en la actual Administración.
También aparecen en ese grupo la diputada federal serrana Karina Velásquez, incansable promotora del voto tricolor y defensora del gobernador en la sierra; Joel Sandoval Tarín, amigo del gobernador e ingeniero electoral de primer orden en el duartismo; y el secretario de Desarrollo Social, Rafael Servando Portillo.
En ese terreno hay pocas piezas que mover y en todo caso serán muy menores; todos ellos en plena sincronía con los presidentes municipales y recaudadores de rentas de las zonas.
Las grandes áreas urbanas que son asiento de seis diputaciones, –Chihuahua y Juárez–, están manejadas directamente por el equipo más cercano a Duarte:
Raymundo Romero Maldonado, secretario General de Gobierno; Raúl Javalera, desde la Comisión Estatal de Vivienda; algo maneja Carlos Hermosillo, presidente de la Junta Central de Agua y Saneamiento; el alcalde de Chihuahua, Javier Garfio; el presidente Municipal de Juárez, Enrique Serrano; el rector de la Universidad Autónoma de Chihuahua (UACH), Enrique Seáñez; el secretario de Educación, Marcelo González; los presidentes de las Juntas Municipales de Agua en Chihuahua y Juárez, Maurilio Ochoa y Fernando Uriarte; el ex panista secretario de Obras Públicas Eduardo Esperón González; y con todos sus asegunes, pero indudablemente leal a las causas institucionales de su partido, el coordinador de Políticas Públicas y escritor, Mario Tarango, cuyas asesorías son indispensables en el día a día (lee más periódicos que muchos reporteros y conoce cada detalle de quienes se mueven en el mundo político desde Juárez hasta Guadalupe y Calvo; desde Jiménez hasta Chínipas), y Rodrigo de la Rosa, coordinador parlamentario del PRI en el Congreso del Estado.
A la cabeza de las operaciones en el terreno partidista aparece el dirigente estatal del Revolucionario Institucional, Alejandro Domínguez, aunque sin más poder que la firma de documentos oficiales porque pertenece a equipos distintos al duartismo (equipos, en plural). Por eso toda la confianza está depositada en la estructura paralela. Así es en el PRI; no es nuevo.
Un aspecto que no aparece resuelto pero que es de alta importancia para el equipo de Palacio es cómo involucrar de lleno a los legisladores federales en los procesos estatales. Salvo Karina Velázquez y Nacho Duarte, el resto no aparecen en el cuadro de control: ni Patricio Martínez, ni Graciela Ortiz, menos Lilia Merodio; ni Adriana Fuentes, ni Luis Murguía, menos Abraham Montes; ni tampoco Pedro Ignacio Domínguez, ni Khamel Athié, ni Minerva Castillo.
Si bien Palacio no requiere de ellos como promotores del voto en la entidad, sí los necesita como defensa y caja de resonancia en el Congreso de la Unión; hasta ahora no han servido ni en lo uno ni en lo otro, aun en los momentos más álgidos.
El otro aspecto que tiene que ver estrictamente con la vida doméstica del PRI chihuahuense, y que necesariamente forma parte de los análisis llevados a cabo por el gobernador Duarte, es el relacionado con el equipo del ex gobernador José Reyes Baeza, cuyos integrantes representan fuertes liderazgos a lo largo y ancho del territorio estatal. Aquí puede venir alguna sorpresa por parte de Palacio de Gobierno.
Otro tema que tiene el gobernador perfectamente amarrado es el silencio estratégico del PAN chihuahuense. Con su dirigencia formal hay sincronía, buenos acuerdos y claras negociaciones, reconocidas incluso por el presidente del panismo, Mario Vázquez. Ahí no hay ningún problema. Existe mejor entendimiento con el blanquiazul que con algunos grupos del PRI.
El problema también irresuelto, ya lo sabemos, es con liderazgos panistas que no aparecen en la dirigencia formal pero que compiten con todo por posiciones en el 2015 y 2016 y han decidido que su campaña la montarán en las debilidades de la Administración estatal.
Para cerrar el círculo, Duarte también ha tomado previsiones en la armazón de la estructura financiera con sus operadores directos y sus asesores–amigos. En el primer plano está sin duda el secretario de Hacienda, Jaime Herrera Corral, con un sólido equipo de colaboradores expertos en matemáticas: el mismo presidente de la Junta Central de Agua, Carlos Hermosillo; también el titular de la Coesvi, Raúl Javalera; Pedro Hernández, titular de la Secretaría de Salud, y Everardo Medina, el subsecretario de Obras Públicas en Juárez, quien luego de concluir aquí la construcción de las oficinas estatales en el antiguo Pueblito Mexicano ha recibido el encargo de dirigir la multimillonaria obra de la Ciudad Judicial, en Chihuahua capital.
Muy cerca, y familiarizados con esos temas, destacan los empresarios de la ciudad de Chihuahua, Eugenio Baeza Fares y Tito Lara; el deliciense Jaime Galván y el regiomontano José Yáñez. El entramado jurídico general –de Gobierno, partidario, legislativo, financiero, etc.– es dirigido por Mario Trevizo.
Durante los últimos días ha corrido la especie de cambios en Hacienda, la Secretaría General y Comunicación Social. El morbo está concentrado ahí por la importancia de dichas oficinas y es lógico que el gobernador les haya dedicado tiempo de sus vacaciones al análisis respectivo.
En la primera área, Herrera sería sacado sólo si avanzaran las denuncias en su contra pero es remoto que así sea. Su conocimiento de los números es de mayor importancia para el duartismo que cualquier exigencia de índole pro electoral.
Duarte ha sabido librar guerras mediáticas hacia sus colaboradores, entre ellos el constante rumor sobre el secretario de Gobierno que tiene sus grandes bemoles pero que por alguna poderosa razón es sostenido en el cargo.
Y en el caso de Hugo Hernández, es del considerado duartismo de sangre. Conoce hasta el último nervio del equipo, tanto que el antiduartismo dentro de la Administración –que lo hay, y bastante ácidos– dio por adelantada su salida tras acosarlo ante el propio gobernador. Ha sido tan atropellada la presión ejercida por esos antiduartistas que entregaron los bártulos de la oficina al juarense, Sergio Belmonte Almeida, quien a su modo torpe y sin ningún cuidado –sobrado por su grosera soberbia– inició la entrega de tarjetas de presentación desde antes de Navidad.
Sepa Dios qué les dio a los encubiertos antiduartistas por candidatear al impresentable Belmonte habiendo tanto de dónde echar mano, si quieren expulsar a Hernández, pero el caso es que por ahí se fueron.
Entre esos tres funcionarios, o los tres, quedaría lo espectacular de los cambios que, repite Mirone, tienen más de morbo que otra cosa, pues las principales tareas de Secretaría de Gobierno y de Comunicación las lleva a cabo el propio gobernador Duarte.
Sin esto el suspenso se acaba, Duarte viene trabajando sobre el 2015 y el 2016, no a partir del pasado primero de enero, sino desde mucho antes. Ahí está la radiografía. Los ajustes formarán parte de lo cotidiano sin llegar a lo extraordinario ni espectacular… ¡salvo que vengan acontecimientos extraordinarios!