De nueva cuenta, los políticos de la 4T exhibieron su pobre manejo de la diplomacia, al reunirse con el embajador de Rusia en México, Víktor Koronelli, en momentos en que el líder del Comando Norte de los Estados Unidos, el general Glen VanHerck, en una declaración sin precedentes, denuncia desde Washington que Rusia tiene más espías desplegados en México que en cualquier otro país.
La reunión ocurrió el miércoles de la semana pasada, donde los diputados federales de Morena recibieron en privado al canciller ruso, con quien establecieron un “Grupo de Amistad México-Rusia”.
Del resto de los partidos que integran la Cámara, únicamente los del PT, el minipartido socio de los morenos, participó en la reunión, eso sí, con sus rodilleras hidráulicas de rigor.
Obviamente, el encuentro de los legisladores con el diplomático ruso fue autorizado por el inquilino de Palacio Nacional, porque es bien sabido que en la Cámara baja no se mueve una hoja, ni siquiera una coma, sin su bendición.
Por lo mismo, el embajador de los Estados Unidos en México, Ken Salazar, puso el grito en el cielo y expresó públicamente su desacuerdo con el mentado grupo de amistad, al asegurar que “nunca puede pasar que México y Rusia sostengan una relación cercana”, en razón de la invasión del Ejército ruso en Ucrania.
Se da por sentado que, en el caso del embajador estadounidense, también recibió línea de la Casa Blanca para decirle al presidente mexicano, con otras palabras, que los diputados morenistas se pasaron de la raya y están a punto de entrar en la lista negra del Departamento de Estado.
Salazar evocó la alianza que México y EU hicieron durante la Segunda Guerra Mundial en contra el régimen de Adolfo Hitler, e hizo un llamado urgente a extender dicha unión, pero no con la Federación Rusa que tiene al mundo crispado.
Casi al mismo tiempo que Salazar reclamaba por el proceder de los legisladores de la 4T, el jueves, el jefe del Comando Norte de Estados Unidos, Glen VanHerck, advertía ante senadores estadounidenses que Rusia tiene en México el grupo más grande de espías, de todos los que ha desplegado en el mundo.
El general Glen VanHerck se refirió específicamente a la principal organización de inteligencia rusa, Glavnoye Razvedyvatelnoye Upravlenie, o GRU, por sus siglas en cirílico, y dijo que, con la presencia de sus agentes de inteligencia en la frontera mexicana, Rusia busca influir dentro del territorio norteamericano y crear inestabilidad.
El Comando Norte, USNorthCom, se encuentra localizado en Colorado Springs, y su área de responsabilidad incluye las vías de acceso aéreo, terrestre y marítimas y abarca los Estados Unidos continentales, Canadá, México, así como sus aguas hasta 500 millas náuticas.
Por su parte, la jefa del Comando Sur, Laura Richardson, que también brindó su testimonio el jueves ante el Comité de Servicios Armados del Senado, estuvo de acuerdo con la evaluación del general VanHerck.
“Llevo casi cinco meses al mando y lo que más me ha impresionado ha sido la medida en que China y Rusia están ampliando agresivamente su influencia en nuestro vecindario”, dijo Richardson.
La protesta del embajador Salazar y la revelación del jefe del Comando Norte, no son simple coincidencia. Se producen en momentos en que Rusia ha endurecido sus ataques a Ucrania y en que los Estados Unidos mantienen también en alerta sus servicios de inteligencia con sus vecinos del norte y del sur, principalmente con México.
A estas alturas los agentes de la CIA en México ya estarán indagando cómo ingresó tal número de espías rusos a territorio azteca, si lo hicieron con pasaporte diplomático, como turistas, en calidad de estudiantes o hasta como hombres de negocios.
Se estarán preguntando también si el Gobierno mexicano, o más concretamente la Cancillería, tenía conocimiento de la llegada de agentes de inteligencia rusa al país.
De no saberlo, estarían pecando de estúpidos, porque en plena guerra con Ucrania, la llegada de turistas rusos resulta altamente sospechosa, más si se trata de funcionarios asignados a la embajada rusa de México, que viajan con inmunidad diplomática.
Si supieron de su arribo y no dijeron nada, tantito peor, le dieron albergue a los principales enemigos de los Estados Unidos y generadores de una nueva especie de Guerra Fría.
Por eso, el llamado de alerta que hizo el general del Comando Norte cuando precisa, además, que los espías ya están operando en la frontera mexicana con los Estados Unidos, debe ser también un recordatorio a la población de que México no puede ser trampolín de los intereses del dictador ruso.
Hasta ahora, el Gobierno federal ha soslayado el tema que nos ubica como cómplices y hasta como gatos de los rusos, y todo porque los diputados federales morenistas tuvieron la ocurrencia de formar un grupo de amistad con Rusia, en el momento menos adecuado.
Se les olvida a los parlamentarios de la 4T, o quizá ignoran, el posicionamiento del Gobierno de Putin en el plano internacional, donde ha estado inclinado hacia el ultraconservadurismo europeo, con una visión y con una filosofía muy distantes de la de Lenin o de la de Trotsky.
¿Qué irá a decir este lunes en la mañanera el presidente Andrés Manuel López Obrador al respecto? ¿Desmentirá a Ken Salazar y al comandante Glen VanHerck? ¿Dirá que también son declaraciones injerencistas, propias del intervencionismo colonial? ¿Justificará la llegada de los espías rusos diciendo que es una manada siberiana de boy scouts? ¿Les mandará también una carta, como al Parlamento Europeo, tachándolos de borregos?
Independientemente de la reacción que tenga la próxima semana el líder moral de la 4T, con los otros datos que le proporcionen los espías de tierra azteca, la postura del Gobierno mexicano ante su par norteamericano representa otro frente serio de conflicto, abierto estultamente por la falta de oficio de nuestros macuarros diplomáticos.
Como muestra de estas carencias, basta recordar los innecesarios roces que recientemente tuvo López Obrador con el influyente senador Ted Cruz y con el secretario de Estado norteamericano, Antony J. Blinken, por la defensa que hicieron de la prensa mexicana y los derechos humanos.
El presidente se ha peleado también con España y con el Vaticano, porque no quisieron pedir perdón por la Conquista; con Bolivia, cuyo presidente le dijo sinvergüenza por dar asilo a Evo Morales, y con Panamá, donde le rechazaron las dos propuestas de embajadores que hizo.
Por todo eso, la revelación de la presencia de espías rusos en la frontera mexicana y los cachondeos que los diputados morenistas le dan al embajador ruso, no son asuntos menores.
Si en un intercambio de estrategias de Estados Unidos, de sus aliados europeos y de la OTAN, México queda en medio, jugando a ser anfitrión de los espías rusos, muy mal la vamos a pasar cuando los gringos decidan sancionar la estupidez de nuestros gobernantes.
Como residentes fronterizos ya sabemos lo que pasa cuando los vecinos cierran sus fronteras o simplemente hacen lentas las revisiones en los cruces internacionales.
Ya hemos visto lo que ocurre cuando por esta frontera deportan a toda la escoria de las prisiones y a los migrantes delincuentes que son interceptados por la Patrulla Fronteriza.
No hace falta ser un perito en geopolítica para anticipar los desastrosos resultados que habrá para el país, si el Gobierno de la 4T continúa alineándose con los rusos, olvidando los principios de buena vecindad y la relación con su principal socio comercial.
Ya no basta con invocar a cada momento los postulados de Benito Juárez, si estos no se aplican primero en casa y el presidente prefiere ser candil de la calle.
Si la pandemia nos dejó temblando la economía nacional, un conflicto diplomático de este tamaño con los Estados Unidos, a estas alturas, nos mandaría a terapia intensiva. Ni más ni menos.