¿Qué habrá pensado o dicho Cruz Pérez Cuéllar, cuando le informaron que la gobernadora Maru Campos no asistiría a su toma de protesta el viernes pasado en la Plaza de la Mexicanidad?
Es difícil saberlo con exactitud, pero no imaginarlo, sobre todo conociendo el carácter explosivo del alcalde, que se prende como un cerillo a la menor provocación, si no, que le pregunten a Juan Carlos Loera, que ya ha probado las mentadas de su correligionario.
La ausencia de Maru en el mensaje de Cruz despertó toda clase de rumores entre los invitados al evento, quienes soportaron el sol inclemente de las 5 de la tarde, y todo con tal de no perderse el encuentro de tres encarnizados rivales: Maru, Cruz y Juan Carlos.
Las especulaciones de los que saben, de los que no saben y también de los que quieren saber todo de grilla, corrieron como reguero de pólvora en el deslucido evento, donde sobraron las sillas y faltaron los pañuelos para limpiar el sudor de los asoleados invitados.
El mismo alcalde había dicho que agendó su ceremonia a esa hora, a pesar del sol, para que la gobernadora pudiera asistir, pero le salieron mal los cálculos y Maru prefirió asistir al evento de Marco Bonilla en Chihuahua, y a Juárez mandó a su representante Oscar Ibáñez, al que nadie peló.
Se puede afirmar que el presidente nacional de Morena y el líder de la bancada del Senado de la República trataron al nuevo presidente de Juárez en primer plano, mientras que la gobernadora de Chihuahua lo dejó en segundo término. Resulta importante considerar que con este tipo de trato no solo se deja en segundo lugar al presidente como persona, sino a los miles de juarenses que lo eligieron como su representante en el municipio de Juárez.
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Muchos rumoraban que Juan Carlos Loera asistió al evento porque sabía de antemano que la gobernadora no iría. Lo cierto es que la asistencia de Loera fue obligada por la presencia del líder nacional de Morena, Mario Delgado, y la del líder del senado Ricardo Monreal, padrino político de Pérez Cuéllar. Ahí tuvo que cuadrarse, ni modo que les hiciera el feo.
Si Maru optó por la toma de protesta de Marco Bonilla, por ser de su mismo partido y por la comodidad de no tener que viajar a Juárez, como buena chihuahuita, craso error.
En el evento de Bonilla estaba en casa, donde en las pasadas elecciones superó ampliamente con votos a su rival de Morena; pero en Juárez, donde perdió y le ganó Loera, donde Cruz superó al candidato del PAN Javier González Mocken, su presencia era más que obligada, estratégica.
Fue algo así como quedarse en el templo a evangelizar a los ya evangelizados. A donde tenía que haber acudido era a Juárez, a colgarse del evento de los morenistas que, aunque tuvo muchas fallas y lució desorganizado, contaba con un público interesado en verla, sobre todo el que llegó del altiplano.
Alguno de los muchos gurús y asesores que ya debe tener, le habrá aconsejado quedarse en la capital a consentir a Bonilla y a sus seguidores, para no arriesgarse a ser gritoneada e insultada como el día de su evento. Y así lo hizo.
Apenas el miércoles había hecho un llamado a la unidad, para trabajar de la mano con Cruz Pérez Cuellar y para sacar del abandono y el desastre a Juárez. Ahora, con su desaire, ese discurso luce falso, como billete de dos pesos.
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En política la forma es fondo. La famosa máxima cobra aún más sentido cuando se refiere a una mujer que ha vencido todos los escollos, trampas y marrullerías puestas en su camino para que no llegara a la gubernatura.
Por lo mismo, su falta a la “entronización” de Cruz, suena más a descortesía política que a complicaciones de agenda, como lo quisieron disimular los asistentes de Maru.
Resulta además un error, porque su presencia al lado de Monreal y Delgado, hubiera mandado un mensaje positivo al Presidente López Obrador y a los morenistas del estado, ahora que la ciudad está tan urgida de apoyos para sacarla del desastre en la que la dejaron sumida Javier Corral y Armando Cabada.
Hoy más que nunca se requiere de civilidad y entendimiento entre las dos fuerzas políticas que van a gobernar el estado y el municipio, porque en las participaciones federales del próximo año habrá recortes importantes y se tendrá que cabildear en los más altos niveles para que no nos dejen chiflando en la loma en materia presupuestal.
A toro pasado, los marucampistas argumentan que la gobernadora estuvo dignamente representada por Oscar Ibáñez, pero lo cierto es que la presencia del doctor pasó inadvertida, a tal grado de que cuando le cedieron el micrófono, los invitados ya comenzaban a retirarse.
Lo mínimo que se esperaba era que su representante ofreciera las disculpas de rigor por la ausencia de Maru, pero ni eso ocurrió.
Su mensaje fue más a título personal que a nombre de la gobernadora, lo que habla también de la falta de tablas del buen Fidencio, que en el tema del agua es una autoridad, pero representando a Maru le falta mucho camino por andar.
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Habrá que ver si en los próximos días mejoran las señales al buen entendimiento de las dos instancias de gobierno, porque los juarenses están hartos de desaires, simulaciones y sacadas de lengua entre los gobernantes.
Por lo pronto, notamos ya un contraste en sus primeras acciones. Por ejemplo, contrastan sus decisiones en algo tan simple como son las celebraciones de las fiestas patrias.
Mientras Maru decidió no realizar el desfile en la ciudad de Chihuahua, ni la tradicional verbena en Palacio, esto por cuestiones de ahorro presupuestal y para cuidar a la población de la pandemia, por su lado, Cruz autorizó la parada cívica cambiando únicamente la ruta de la avenida 16 de Septiembre, que está en condición de desastre.
Además de que no habrá mucho que ver en el desfile, porque todas las escuelas que participaban están en clases virtuales. El cambio de ruta, el peligro de contagios de Covid en concentraciones masivas y el lamentable estado en que se encuentran todas las principales avenidas, hacen difícil que la celebración de la Independencia pueda lucir.
Lucirán los baches, la tierra acumulada por el arrastre de las lluvias, la basura en las esquinas por el pésimo servicio de PASA, pero no el desfile que debe tener una connotación de fiesta y júbilo para todos los mexicanos, y en estas condiciones, solo inspirará tristeza.
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En fin, los dos Gobiernos ya arrancaron y no hay marcha atrás en lo que se comprometieron a hacer por Juárez. Ahora tienen que ver cómo terminan las obras malhechas e inconclusas que dejó Corral por toda la ciudad.
No podemos imaginar a ninguno de los dos, Maru y Cruz, lavándose las manos al estilo Pilatos, con el argumento de que les dejaron las arcas vacías, lo cual es muy cierto, pero como buenos políticos que sortearon crisis y persecuciones de gran estrés, tendrán la capacidad para encontrar una salida al problema para terminar las obras.
Al fin y al cabo, el mérito será de ellos, no del irresponsable de Javier que ya anda en España, tal y como lo dijimos oportunamente en este espacio, pero no en Madrid, sino por los caminos de Compostela, con el capi Escamilla a su lado, cargando sus palos de golf y las raquetas.
Por lo pronto, Cruz debería de poner a trabajar a los agentes de vialidad en las avenidas afectadas por las obras, donde se forman interminables cuellos de botella a las horas pico; mientras que Maru a su secretario de Obras, para obligar a los constructores a señalizar y mantener despejado el único carril que dejaron para la circulación en las avenidas afectadas.
Cierto que no hay mucho que hacer si no hay recursos, pero poner orden al caos vial también es parte de sus obligaciones, no les cuesta nada y los juarenses se los agradecerán bastante.
Hay que ver qué tanto del malestar ciudadano –o lo que los sociólogos llaman el odio social– se genera por los malos gobiernos y se complica con los contratiempos de las obras abandonadas, que ponen de malhumor al más decente de los ciudadanos.
Eso nos recuerda la película estadounidense Un día de furia (Falling Down), que trata precisamente sobre la tensión y la frustración que genera en las personas el caos vial de una gran ciudad, una ciudad supuestamente moderna.
Aquí en Juárez no hay día en que el desastre de las calles en obra no provoque un accidente de automovilistas, ciclistas, motociclistas y peatones. Si a ello le sumamos las alcantarillas abiertas, los miles de baches sin atender, las zanjas que abren todos los días las cuadrillas de la Junta de Agua y de la compañía de Gas, podemos imaginar el estado de ánimo que provoca a los juarenses que todos los días tienen que circular por la ciudad.
Si los nuevos gobernantes quieren comenzar bien, deben dejar la planeación para pasar a la acción; deben superar el discurso por los hechos y aplicarse en acciones tan simples pero urgentes, como el orden y limpieza de la ciudad.
No incluimos en esas acciones el tema de la seguridad, porque ese ya es un término hueco en los planes de gobierno, no de estos que llegan, sino de todos los que han tenido el poder estatal y municipal y no han hecho nada para dar resultados, solo estadísticas, como hasta ahora.
Esperemos que ya se terminen los buenos propósitos y se dé paso a las buenas acciones, comenzando por limpiar la casa, en todos los sentidos.