En 1966 los arqueólogos y profesores de la Universidad de Nuevo México, Florence y Robert Lister, publicaron el libro “Chihuahua, Almacén de Tempestades”, una investigación profunda que describe al estado grande, como cuna de grandes movimientos sociales y revolucionarios de México.
La obra narra, entre otros muchos pasajes, la historia de las tribus de nativos salvajes que defendían su territorio de la invasión del hombre blanco, así como el sacrificio de sacerdotes jesuitas, que ofrendaron sus vidas en su labor evangelizadora.
Muchos años han pasado desde entonces, pero el escenario de violencia y muerte en la Sierra Tarahumara no ha cambiado. Sigue siendo un almacén de tempestades, generadas ahora por pandillas de asesinos al servicio del narcotráfico, que se han apoderado de la montaña y disponen de vidas y bienes, sin más ley que la del terror que imponen con sus armas.
Lo acabamos de ver en días pasados, con el asesinato cobarde de los sacerdotes jesuitas Javier Campos Morales y Joaquín Mora Salazar, quienes como buenos misioneros tuvieron la valentía de defender la vida del guía de turistas Pedro Palma, quien al igual que ellos, también murió por las balas de José Noriel Portillo, “El Chueco”.
La noticia consternó a todos los sectores de México, pero impactó particularmente a la comunidad católica. La iglesia mexicana rompió el silencio y condenó en tono fuerte los hechos de Cerocahui, pero también aquellos que mantienen enlutados a más de 120 mil hogares en México, donde han perdido a seres queridos víctimas de la violencia del crimen organizado, y que ninguna autoridad federal, estatal o municipal, contiene.
El triple crimen ocurrió el lunes 20 de junio. El martes 21, la Compañía de Jesús a la que pertenecían los sacerdotes, lo confirman en un escueto comunicado donde lamentan los hechos y exigen justicia.
………………
Fue hasta el miércoles, cuando en su conferencia habitual desde el Vaticano, el Papa Francisco, jesuita de formación, expresó su dolor y consternación por la muerte de los sacerdotes y dijo: “¡Cuántos asesinatos en México! Estoy cerca con afecto y oración a la comunidad católica afectada por esta tragedia. Una vez más, repito que la violencia no resuelve los problemas, sino que aumenta el sufrimiento innecesario”.
Como si esa hubiera sido la voz de arranque, a partir de ahí, todas las organizaciones de la iglesia católica tomaron las tribunas de los medios y las redes sociales, para pronunciarse en tono fuerte, como nunca lo habían hecho en un solo frente, por la tragedia de muerte y dolor que sufre México.
La frase papal “Cuántos asesinatos en México”, fue el hilo conductor de los mensajes de reclamo por justicia y paz que hicieron los jerarcas de la Iglesia Católica, comenzando por la Conferencia del Episcopado Mexicano, que agrupa a todos los obispos del país.
El secretario general de la CEM lo dijo muy claro al exigir una respuesta a la altura de las circunstancias por parte de las autoridades de todos los niveles, porque “nuestro México está salpicando sangre de tantos muertos y desaparecidos”.
Enseguida, todas las organizaciones jesuitas se manifestaron públicamente, cuidando las formas, pero subiendo el tono de sus reclamos.
………………
Mientras la Conferencia Provincial de Jesuitas de América Latina y El Caribe exigió que se detenga la violencia en México; el sistema universitario jesuita emitió el jueves un manifiesto desde la Universidad de Guadalajara, el ITESO, donde demandan al Gobierno federal justicia, reparación y medidas de no repetición de los hechos, pero sobre todo la verdad.
“No es suficiente el ejercicio de medidas punitivas sobre los perpetradores materiales; es urgente un ejercicio de revisión y análisis desde una perspectiva de justicia y derechos humanos, que nos permita entender qué fue lo que generó el actual estado de descomposición en la región donde se suscitaron los hechos” (sic).
Hasta ahí el término fue conciliador. Luego le subieron el volumen con un tema que ocupa y preocupa a la opinión pública, al pedir la revisión del modelo de seguridad centrado en la militarización, que está en curso en el país, “para poder construir un verdadero plan integral de pacificación nacional de carácter civil, que involucre a los diversos actores políticos y niveles de gobierno”.
Pero por si no quedaba aún muy claro, ridiculizaron el fracaso del plan AMLO en materia de seguridad.
Así lo escribieron: “En noviembre de 2018, ya como presidente electo, Andrés Manuel López Obrador presentó un plan de pacificación integrado por nueve medidas estructurales asociadas con la prevención, reconstrucción de los tejidos sociales y construcción de paz. A 4 años de distancia, hemos visto desvanecerse esas nueve propuestas y solo ha prevalecido la figura de la Guardia Nacional, un cuerpo policial militarizado, como única medida para pacificar el país. Hoy, con una cifra acumulada superior a las 120 mil personas fallecidas en lo que va del sexenio, tenemos que decir que la estrategia fracasó”.
Luego le añadieron las cifras contundentes, a las que se refirió el Papa Francisco. “Somos un país de víctimas de la violencia: más de 100 mil personas desaparecidas, más de 300 mil víctimas de homicidios dolosos a causa de la mal llamada ‘guerra contra el crimen organizado’, más de 250 mil víctimas del desplazamiento forzado. Frente a una institucionalidad débil, corrompida y omisa que ha permitido el escándalo que supone esas cifras, nuestro llamado es a fortalecer la organicidad social.”
Para evitar las reacciones histéricas de los amlovers y haters de las redes sociales, se vacunaron hábilmente rubricando el posicionamiento con la frase: “Nuestras universidades son ágoras abiertas para la discusión y la construcción de acuerdos, no somos instrumentos de polarización política y crispación social”.
………………
A este manifiesto le siguieron los pronunciamientos de 8 rectores del Sistema Universitario jesuita, durante el panel Justicia con Paz y Reconciliación, desarrollado en la reunión anual que realizaron en la IBERO de León, Guanajuato, el mismo jueves 23.
La asistente de Educación de la Compañía de Jesús, Lorena Giacomán Arratia, dijo sin rodeos que el homicidio de los curas jesuitas refleja la violencia instalada en México, la fractura social y la desdicha de quienes haciendo el bien, son víctimas de la delincuencia organizada.
El rector de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México, Dr. Luis Arriaga Valenzuela, especialista en derechos humanos, mencionó que el caso de los sacerdotes jesuitas no debe quedar impune, pero es más importante que esos asesinatos no se repitan “no solo en los jesuitas, sino en ninguna persona del país”.
Para el rector de la IBERO Torreón, Juan Luis Hernández Avendaño, vivimos en un Estado fallido, porque el Gobierno no tiene control territorial y permite que grupos armados privados lo controlen. “Hace muchos años que desgraciadamente en México el territorio, los barrios, las colonias, los pueblos son controlados por algún cartel, grande o pequeño, y el Estado está ausente”, dijo el académico.
Mientras que el rector del Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Occidente, Alexander Paul Zatyrka Pacheco, reflexionó que estos crímenes no deben quedarse en la anécdota, porque el martirio de los sacerdotes es un reflejo de tantas víctimas cuyas libertades, dignidad y sentido de vida son arrebatados.
“Ha aparecido en todo lo que hemos leído en estos días desde la tragedia, las críticas sistemáticas a la pobre respuesta por parte de las autoridades de todos los niveles. La manera en que se tiran la pelota y se culpan unos a otros”.
Zatyrka Pacheco puso en evidencia que, a futuro, estos colectivos políticos no van a actuar si no hay suficiente presión de la sociedad civil, y advirtió que no pueden seguir esperando a que estas agrupaciones políticas tomen conciencia y se pongan a trabajar.
Fue esta una advertencia formal y contundente al Gobierno federal y de pasada a los estatales, cuando se acerca el proceso electoral del 2024 y todos los políticos andan más preocupados en la sucesión, que en la pacificación del país.
Aunque en respuesta a la encolerizada reacción jesuita, AMLO trató de matizar el tema diciendo que el Papa Francisco coincide con su forma de pensar, en el sentido de que no se puede combatir la violencia con violencia, lo cierto es que ya hay tiro con la comunidad católica mexicana, que en la Compañía de Jesús tiene unos poderosos e influyentes bastiones, que siempre se han distinguido por su espíritu de lucha.
Todo mundo sabe que muchas movilizaciones y cambios sociales han iniciado desde los púlpitos, como el del Verano Caliente de Chihuahua en los años noventa, y el de Vicente Fox que comenzó en Guanajuato con Democracia Cristiana.
Ahora ha quedado muy clara la postura de los hombres de fe, frente al abandono en que el Gobierno tiene a la ciudadanía. El homicidio de los dos sacerdotes en Urique será sin duda el parteaguas para que el estado tome las decisiones correctas o, en su defecto, se hunda en sus aspiraciones continuistas en el 2024. Al tiempo.