Entre los innumerables problemas que aquejan a esta comunidad fronteriza que se ha desarrollado entre el río Bravo y el desierto, y que ha crecido desde aquel presidio del Paso del Norte de la época colonial, hasta la extensa urbe que hoy es Juárez, destaca el muy, muy deficiente y terrible transporte público.
A cualquier persona que vive o piensa llegar a vivir a Juárez le queda muy claro que, para habitar en esta frontera, es indispensable contar con un vehículo particular, un carrito o una troquita, aunque sea feíto, pero que jale, porque si no, ¿cómo vas a llegar a donde sea? No hay manera, no hay transporte público en Juárez.
Este servicio de transporte público, que a fuerza de desatención por parte de quienes les corresponde resolver o aplicar recursos, o buscarlos, o poner orden, o generar que los planes aterricen, se encuentra en una situación deplorable y, desgraciadamente, ya parece un mal endémico, pues para la mayoría de la gente que tenga memoria así ha sido desde siempre, aunque ahora poquito peor.
Autoridades van y vienen, los programas para solucionar se lanzan y relanzan, los recursos se corretean y a veces se alcanzan (en ocasiones hasta se aplican), los políticos prometen como respiran, los concesionaros siguen con sus quejas y lamentos, pero los más afectados, que son los usuarios del transporte, la gente que necesita trasladarse a sus actividades productivas y cotidianas, es la que no recibe ni una mirada de compasión.
El sistema que conocemos como BRT, ese que consiste en columnas vertebrales, unas líneas principales de “primer mundo” para de ahí conectar otras y lograr tener transporte por toda la ciudad, ha sido bandera política y parece que nada más.
Como gobernador, el tristemente célebre César Duarte inauguró el Vivebus ya con este concepto, y luego vino Javier Corral, otro de desgastada imagen como mandatario estatal, y le cambió el nombre al transporte para Juárez: en el 2017 ya era el Ecobus, la misma gata solamente que revolcada, o repintada; durante el quinquenio corralista este mismo proyecto cambió otra vez de nombre gracias a la influencia empresarial de moda: entonces soplaban fuerte los vientos “delaveguistas” y el sistema BRT fue inaugurado de nueva cuenta y ahora se rebautizó como Bravobus. Futbol por allá, transporte por acá, Alejandra de la Vega siempre presente… así quedó la imagen en el ideario fronterizo, si fue o no fue intencional, no tiene importancia, así quedó.
Pero los banderazos de salida no pararon ahí. Llegó el nuevo gobierno comandado por Maru Campos y rapidito bip bip (¿o sería delriíto?) pasaron los maistros de la brocha gorda para eliminar los logotipos y colocar otros que dicen JRZbus; nuevo maquillaje para el mismo engendro; y ya se vio a la actual gobernadora con una nueva inauguración y paseándose por las rutas en los flamantes autobuses que prometían resolver, finalmente, el arcaico y tenebroso caso del transporte nulo en la frontera.
Saquemos cuentas hasta aquí, échame pa’ acá el ábaco: 3 gobernadores, 3 inauguraciones, 12 años de promesas incumplidas, 4 nombres de un mismo proyecto.
Aunque los matemáticos afirman que no se pueden sumar peras con manzanas, hasta aquí contamos 3+3+12+4 y nos dan 22 realidades de frustraciones y disparates, que finalmente arrojan la Suma Total de cientos de miles de juarenses encabritados, asoleados, empapados, aterrados, cansados, muy cansados, y agréguele usted lo que guste o sufra… y luego las autoridades y los políticos todavía se preguntan ¿por qué nos reclaman?
La triste realidad es que ha pasado todo esto y mucho más, y no tenemos resultados que ayuden a los cuidadnos a poder transportarse, ya no digamos dignamente, dejémoslo solo en transportarse por la ciudad.
No es el propósito de este escribidor sacar en esta ocasión el recuento de las inversiones, planes y proyectos, programas y metas, deseos y frustraciones, presunciones y mal gastos que han ido y venido en el caso del transporte en Juárez, pero si hay ejemplos tan claros e ilustrativos como el del proyecto del FONADIN (Fondo Nacional de Infraestructura) de 2019, denominado “Sistema Integrado de Transporte Corredor Tecnológico Ciudad Juárez, Chihuahua”, que contempló un corredor troncal con 4 pretroncales, 29 estaciones y 5 terminales intermodales, dos patios y talleres.
También, siga tomando nota usted, una flota de 834 autobuses, 262 de ellos nuevos, de 12 metros de largo y sumando 572 unidades diésel de vida remanente (forma elegante de decir usados, pero que pueden servir). Todo con una inversión de dos mil millones de pesos, 950 de ellos para infraestructura, 864 millones de pesos en autobuses y 85 millones para el sistema de operación y cobro en las estaciones.
Bueno, se sabe que el FONADIN aportó 386 millones, y se contó con 611 millones de aportación estatal, dentro de los cuales 250 millones fueron del Fondo Juárez. Se contemplaban más de 900 millones de pesos de Inversión Privada, la mayor parte de ellos correspondientes a las unidades de transporte.
La idea era impulsar el Corredor Troncal que va del centro de la ciudad hasta el aeropuerto, por las Avenidas 16 de Septiembre y la Tecnológico, que es la misma pero con dos nombres, porque en nuestro país tenemos más héroes y motivos históricos que calles, y de ahí lo de varios nombres a una misma vía.
El caso es que ya existía y operaba, aunque nunca de forma adecuada, y menos completa, el Corredor Troncal 1, que es el que va por el eje vial Juan Gabriel y bulevar Zaragoza hasta allá donde da vuelta el aire. Entonces este sistema iba a complementar lo que ahora todos llamamos el BRT para sacar a Juárez de los años 50 en materia de transporte y traer a la ciudad por decreto, o por milagro, hasta la modernidad del Siglo XXI.
El milagro nunca llegó. Todos sabemos que muy pocos aspectos de este proyecto cuajaron y se convirtió en el mayor caso de reclamos por parte de la ciudadanía, así como en el fracaso y desprestigio de los gobernantes en turno.
Han pasado ya más de 30 años desde que se empezó a buscar una solución integral para el transporte, y se incluyó en el Plano Rector Urbano de la administración de Francisco Villareal Torres; luego, a finales de los noventa, inclusive se recibió un autobús oruga como muestra y se construyeron casetas como estaciones modelo, pero nada más avanzó; el autobús estuvo por ahí estacionado en las inmediaciones de la Ex Aduana durante años.
Para la primera década del presente siglo se construyeron otras estaciones y se hicieron acotaciones en varias calles y, bueno, la historia más reciente de los constantes desatinos ya la mencionamos arriba.
El asunto es que actualmente en Juárez se critica como nunca, y con toda razón, el fracaso de las dos rutas BRT, pues significa que con esto se cayó todo el transporte fronterizo, ya que hace 20 años había más unidades prestando servicio que los que hay ahora.
Y en esta situación, ya de por sí muy crítica, andábamos por 2018 y 2019 cuando ZAZ, que nos cae el Covid-19, la pandemia que nos pilló casi encuerados y en ayunas, y se bajó todo el servicio. Choferes y concesionarios vendieron sus unidades y un buen número de los que conservaron sus camioncitos hicieron la transferencia al servicio para las maquiladoras, sector que nunca cerró.
Los concesionarios se acomodaron de esta manera, pues era el único trabajo que había en el ramo, pero fueron reiniciando las actividades citadinas y muchos transportistas ya se quedaron en el servicio a las maquiladoras. Como consecuencia, a la fecha hay concesiones, pero no hay unidades, pues un gran número de transportistas prefirieron quedarse en las maquilas y desprotegieron a la cuidad.
Y en cuanto a infraestructura, las obras de las rutas están deterioradas y vandalizadas, mientras que los andadores se convirtieron en un estorbo a la vialidad, ya de por si compleja, al grado de que algunos tramos han sido abiertos a la circulación normal, pues además los señores “diente afilado” de vialidad se la pasan, o pasaban, cazando a los desesperados guiadores que no quieren hacer fila y se meten al carril confinado al transporte, aunque no hay transporte.
En resumen, se ha gastado una barbaridad, se ha presumido mucho, se ha estorbado harto a guiadores y peatones, y de cualquier forma no se ha solucionado aún nada; lejos de ello, ahora el problema del transporte es más agudo y lo podemos afirmar tristemente: no hay ciudad en el país con un transporte tan abandonado e inexistente como en Ciudad Juárez.
Será entonces tiempo de que los diversos sectores, públicos y privados, autoridades y estudiosos, sin importar partido y bandera, color, raza, o afición deportiva, los del América o las Chivas, intentemos ponernos de acuerdo para velar por nuestra ciudad.
Por lo menos deberíamos contar en Juárez con un consejo o grupo plural y abierto, con participación de todos los sectores y niveles, que tenga el objetivo de analizar y estudiar a fondo el grave problema del transporte para buscar posibles salidas, recursos y la manera e instancia adecuada para tratar el caso.
El problema del transporte es de todos y los recursos que se requieren para solucionarlo son bastos; la responsabilidad de quienes no hayan hecho bien su trabajo en esta materia debe ser ineludible, eso debemos darlo por descontado, pero la solución tiene que venir mirando hacia el futuro, para poner un alto a los desatinos y lograr avanzar hasta contar efectivamente con transporte en Juárez. Esta ciudad merece soluciones, antes que distracciones y despilfarros.