Caminaban ligeras y con la vista al frente, desbordando convicción por todos lados, con colores violeta pintando el aire y el suelo debajo de sus pies sintiendo la fuerza de sus pasos.
Si una cosa quedó clara en la marcha del 8 de marzo de este sábado en Ciudad Juárez, es que las mujeres nunca han dejado de luchar.
Autoridades, agresores, jueces, ministerios públicos, y todos quienes tengan algo que ver con la falta de espacios seguros e impartición de justicia frente a la violencia contra ellas, deben saber que ya nada va a poder detenerlas y mucho menos callarlas.

Eso se podía ver en los rostros de todas las participantes en la marcha, que no celebra nada, sino que es en sus propias palabras, un recordatorio social, indispensable, urgente, impostergable: ni una más.
Las decenas de consignas escritas en cartulinas y mantas, atestiguaron esa conciencia social feminista, cada vez más presente en la comunidad fronteriza.
Con pantalón de mezclilla y una cartulina bajo el brazo ‘Sofía’ y su hermana llegaron desde El Paso para unirse.
Su motivación es simple y hasta obvia en un país como este, donde tantas siguen siendo asesinadas “por celos” o violadas porque “vestían provocativamente”.
“Seguimos intentando que ya no haya más feminicidios, más desapariciones, hasta abusos”, dice Sofía mientras espera que termine de pasar el tren para poder llegar al Monumento, sitio donde se informó que se congregarían las participantes.
Solo caminar por la calle para ellas significa miedo, y por eso se unen, porque solo así, protestando juntas, están logrando que se respeten sus derechos, afirma la joven entrevistada en la zona peatonal de la avenida 16 de Septiembre.
El frío de una ligera llovizna, impertinente como es el clima en esta ciudad norteña, ya calaba los huesos, pero no las detuvo.
“Desde miradas hasta piropos, nos hacen sentir muy inseguras, siempre tenemos que estar cargando algo, protegiéndonos, no andar solas, enviar nuestras ubicaciones, muchas cosas”, dice la señorita antes de seguir caminando.
Nadie como ellas lo sabe. Por eso, desde el mediodía empezaron a juntarse en la plaza comercial de la avenida López Mateos.
Empezaron a caminar por el Paseo Triunfo de la República con cartuchos de humo color morado esparciendo nubes violetas, conforme el contingente avanzaba.

Al llegar al Hospital de la Mujer, fue inevitable hacer una parada para exigir el fin de la violencia obstétrica, esa que provoca un dolor del que solo ellas saben, que solo ellas soportan y que definitivamente, puede ser evitado.
Así llegaron hasta la avenida 16 de Septiembre, y aunque en general, la caminata fue ordenada y pacífica, una que otra estación del sistema de transporte no se escapó del aerosol.
Ya pasaban las dos de la tarde cuando llegaron a la plaza que rodea el monumento a Benito Juárez, entre la avenida Vicente Guerrero e Insurgentes.
Ahí la marcha se convirtió en manifestación, solo para tomar algo de oxígeno y reanudar el paso rumbo a la cruz de clavos ubicada en el puente Internacional Paso del Norte.
Hasta ahí llegaron con sus gritos y consignas. “¡Vivas se las llevaron, vivas las queremos!”, retumbaba en las fachadas de los negocios.
Las caminantes seguían saliendo del túnel, convertido por un rato en un enorme útero por el que brotó, por algunos minutos, el alma femenina aguerrida, de la siempre luchadora Ciudad Juárez.


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