Poco después de las 10:30 de la mañana del domingo, parados debajo del asta de la Megabandera, quienes protestan contra Pérez Cuellar no se imaginan la clase de día que les espera.
La organización deja mucho qué desear, pero el ánimo está a tope entre las decenas de personas que se congregaron en el lugar.
Los manifestantes no tienen muy claro el camino, pero los claxonazos de una veintena de vehículos suenan y resuenan por las avenidas por las que circulan: Heroico Colegio Militar, López Mateos, Tecnológico y Gómez Morín.
Originalmente, los manifestantes se dirigirían hacia una farmacia ubicada en la calle Fresno y Gómez Morín, el lugar más cercano a la casa del alcalde, sin embargo, los organizadores cambiaron de plan en el último minuto y decidieron dirigirse hacia la caseta de entrada del fraccionamiento Campestre.
Su intención no es la de entrar ni de obstruir a los residentes, simplemente se bajan y comienzan a lanzar consignas contra el alcalde y con cartulinas piden a los vecinos del sector que les ayuden a difundir su mensaje.
Al lugar llegan dos patrullas de la Policía Municipal, cuyos agentes bajan de las unidades y graban a los manifestantes, quienes cuestionan a los agentes los motivos por las que están siendo grabados. A los pocos minutos, los agentes se retiran.
De pronto comienza a formarse una fila por la entrada de residentes y la caravana que empezó en la Megbandera tiene llega hasta el domicilio del alcalde.
Entran los primeros cuatro vehículos, a un paso tranquilo, llegan hasta las afueras del domicilio marcado con el numeral 1564 de la calle Fresno.
Los manifestantes buscaban encontrarse con el alcalde haciendo alguna típica rutina dominical, pero él se encuentra físicamente en otro punto de la ciudad, anunciando un programa a favor de las mascotas.
Los manifestantes recitan un breve discurso dirigido hacia los vecinos del fraccionamiento a quienes les piden apoyo para que el alcalde Pérez Cuéllar termine enfrentando a la justicia por alguna de las múltiples demandas que enfrenta en su contra.
Las consignas cesan, los compañeros que venían detrás de los 4 carros ya no avanzan, se quedaron varados en la caseta. Situación que alerta a los manifestantes que lograron entrar y se regresan.
En la fila de residentes, un agente de Seguridad Vial coloca su motocicleta y cierra el paso. Los manifestantes aseguran que tienen el permiso de un residente, pero les dicen que no pueden entrar todos juntos.
Impotentes ante la situación, solo les queda salir de sus vehículos y observar desde las banquetas el caos vial que comienza a generarse. Elementos de Seguridad Vial tratan de negociar el movimiento de los vehículos, pero no logran un acuerdo. Los manifestantes alegan que, aunque el fraccionamiento sea privado, también es parte de la vía pública, por lo que consideran que no están haciendo nada malo.
Tampoco están cerrando la entrada al fraccionamiento debido a que el carril de “visitantes” se encuentra libre al tránsito. Los manifestantes pelean su derecho a la manifestación y señalan que está en camino un visitador de la Comisión Estatal de Derechos Humanos, pero en su lugar llegan decenas de patrullas de la Policía Municipal.
La protesta de decenas de personas que inició en el asta de la Megabandera, ahora se convirtió en un asunto de seguridad pública, al menos son las órdenes de los agentes del equipo SWAT de la Policía Municipal que se apersonaron en el lugar.
Una decena de agentes encara a los manifestantes, comienza una ligera discusión, pero todo parece indicar que no pasará de ahí. Aunque la tensión en el ambiente crece conforme avanza cada segundo.
Es una guerra fría, cada expresión, cada gesto, cada palabra, se dice para tratar de imponer su punto. En algún momento, los manifestantes señalan la clara desventaja que tienen ante los policías municipales, quienes llevan armas largas contra los manifestantes, que tienen un micrófono, una bocina, y en su mayoría son adultos mayores.
La tensa calma se rompe, la guerra fría se torna caliente: los policías municipales comienzan a arrestar a los manifestantes. La fuerza, el número, la violencia, en todos los aspectos salen perdiendo los manifestantes.
Se defienden como pueden, pero la mayoría de sus esfuerzos son inútiles y cada movimiento provoca que aumente la violencia por parte de los policías, quienes comienzan a atacar rodillas, muñecas y tobillos.
A los detenidos los dispersan, mujeres por un lado, hombres por otro. Llaves, carteras, celulares, todo está perdido. Los detenidos piden favores a los que no subieron a las patrullas, que cuiden sus pertenencias, o que las encuentren.
La calma regresa a la caseta del fraccionamiento Campestre y el operativo de más de 15 patrullas que llegó al lugar, comienza a retirarse con los detenidos, cuyo número y el lugar al que los llevan, fue desconocido durante las primeras horas de su arresto.
Finalmente encuentran a los manifestantes dentro de la Estación Centro, salen 8 nombres que faltan: Leticia Chavarría, Perla De la Rosa, María Esther de Loera, Willibaldo Delgadillo, Héctor Padilla, Félix Lazos, Antonio Alvarado y Guido Albizo.
Están adentro, pero no se han podido comunicar con ellos, solo dejan entrar al abogado defensor. Las horas pasan, da la una, las dos, las tres, las cuatro y hay pocas noticias de su estatus legal y físico.
Se dijo que estaban dentro de un protocolo de atención en el que fueron revisados por un médico legista, que declaró que no habían tenido lesiones visibles.
Sus compañeros de distintos colectivos se encuentran afuera de la estación de Policía, protestan por su liberación y advierten que intensificarán las protestas si no se logra el objetivo rápidamente.
Un comandante sale a encontrarse con un manifestante y le anuncia que están a punto de ser liberados. No hay más detalles.
Pasan alrededor de 20 minutos de espera, cuando el primero de los apresados sale caminando por la puerta trasera. El grito de los que están afuera es eufórico y aumenta conforme van saliendo los otros siete detenidos.
Los abrazos, la alegría, las protestas, aumentan en intensidad con un grito de “¡Pueblo, unido, jamás será vencido!” que retumba entre las paredes de la llamada ‘cárcel de la piedra’.
Son poco más de las 5:30 de la tarde, los manifestantes que marcharon contra Pérez Cuéllar se despiden con una enorme sonrisa de satisfacción, por el hecho de estar libres.
Prometen que intensificarán sus acciones contra el encargado del Gobierno Municipal y que irán hasta las instancias correspondientes a denunciar lo que vivieron esta tarde, pero ahora es tiempo de ir a casa, la protesta ha terminado.
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