Día tres de la fase 2 del Coronavirus. Ésta es la crónica de la tristeza. El mercado Cuauhtémoc parece un ballena moribunda encallada en el mar.
En la planta baja, algunos locatarios van y vienen por los pasillos, desesperados; otros sentados en sus sillas metálicas cuelgan la cabeza entre sus rodillas; algunos más, en un reflejo, acomodan su mercancía y la vuelven a acomodar.
No existe un solo cliente que llegue a las hierberías, a las jaulas para los pájaros, a las piñatas, a los tés milagrosos, a los pequeños módulos de corte de pelo, de ropa de Moroleón, tenis chinos, a las tinajas de lámina y de cobre, los molcajetes para las salsas, ni a los juguetes de madera. Ni a la las guayaberas, que se quedaron en espera del calor.
En la planta alta, está doña Chole, recargada en la escalinata, con un rostro pasmado, ausente, sorprendido y evidentemente triste. Ni un alma. Ni un sólo comensal. Como nunca en sus 50 años de guisos y de menudo para los «crudos», turistas de El Paso y familias con la tradición, había ocurrido.
Su tristeza brilla más…
Es el tercer día de la fase de Transmisión 2 del virus, en el que se dictan medidas de recogerse en sus casas. Los patrullajes continúan en el centro, ahuyentando a comerciantes formales e informales, en un intento de la autoridad de Salud por contener los contagios.
«Es muy feo, mijo, no sé bien que es esto; nunca había visto algo así»
Dice doña Chole, que en sus 82 años de vida y de sus cincuenta años de mercado, desde 1970, le había tocado una pandemia, sí dos incendios que destruyeron por completo el Cuauhtémoc, pero se recuperó.
El cuerpo de doña Chole es menudito, delgado y bien erguido, sus ojos achinados y de un hablar sereno, por eso su tristeza brilla más, por su serenidad y su claridad, pese a su desconocimiento sobre el virus y que le infunde temor.
«¿Ahora qué hacer? Tengo una hija en El Paso. Yo soy ciudadana de allá, pero no me gusta esa ciudad, es muy solitaria, la gente nunca habla, las casas están muy separadas, nadie se saluda, es muy feo allá», dice doña Chole, quien se niega a confinarse, pese al alto riesgo que tiene de contagiarse.
El neumólogo, José Luis Alva y Pérez, advierte que los ancianos pueden morir si se contagian, porque de forma general padecen una afección crónica, hipertensión o diabetes o las dos, que los hace potencialmente candidatos a morir, si contraen el Cobid-19.
Paradojas del Coronavirus. El neumólogo dice que así como los adultos mayores tienen riesgo de morir, los jóvenes tienen todo el porcentaje de vivir pero son los más peligrosos, porque son potenciales portadores, muchos de ellos asintomáticos, que enfermarán a los ancianos si no dejan de salir a las calles.
Alva y Pérez asegura que la estadística epidemiológica en Juárez, indica que pueden morir cuatro mil personas, Mauricio Rodríguez, microbiólogo y jefe de la Comisión Universitaria para la Atención Sanitaria para el Coronavirus, dice enfático: «no nos salvamos de tener por lo menos 20 mil contagiados. Muchos se escandalizan con la palabra «muerte».
«Esto es mi vida, mijo, aquí llegamos mi esposo y yo a comprar este lugar; tenemos cuatro empleadas, pagamos servicios, pagamos impuestos, tenemos estacionamiento propio y no dependemos del Gobierno…Pero pues ya ve»
Comenta doña Chole, que no deja la carta del menú entre sus manos.
El Cuauhtémoc no es un advenedizo, es el principal espacio popular del Centro Histórico, que abrió sus puertas en 1906, pero antes ya había vendimias callejeras, en donde había peleas de box, lucha libre, toros y juegos de lotería, mientras que los alzados preparaban la revolución.
Doña Chole es parte importante del inventario histórico de la ciudad y se niega a dejar su pequeño negocio, para irse a vivir a El Paso, “menos a confinarme porque sin comunidad no hay espíritu, pero con virus no lo hay tampoco”.
Este es el dilema. Como dice el neumólogo Alva y Pérez: «Muchos jóvenes creen que el COVID-19 es solo una molesta gripe, pero el virus escapa a nuestro saber, no lo conoce bien la Medicina y el sistema inmunitario tampoco.
Doña Chole nació en 1938, justo cuando Juárez enfrentaba una crisis, una más: la primera repatriación de Estados Unidos, en la que 38 mil 688 personas entraron al país por esta frontera. Doña Chole y la ciudad han sobrevivido muchas batallas, la del virus será otra más.
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