Impaciente y preocupado, lo que ahora importa más saber a Carlos Alberto, repartidor herido en los hechos del jueves negro, es si volverá a caminar.
Con 24 años de edad, su impedimento de habla y oído no había representado hasta ahora ningún obstáculo para sacar adelante a su familia.
Dividido su tiempo entre dos empleos, como trabajador de maquiladora por las mañanas y repartidor de Didi por las tardes, la situación era relativamente estable.
Pero las heridas recibidas por el funesto encuentro con quienes ese día mantuvieron en jaque a la ciudad, lo tienen sin clara certeza del porvenir.
Con una espinilla fracturada y varios impactos de alto calibre en ambas piernas, está a la espera de un diagnóstico que no acaba de llegar.
“Él lo único que quiere saber ahora es si se va a recuperar y si va a volver a caminar porque le preocupa su familia; nosotros por nuestra parte nos estamos alternando para estar con él, pero sí, está preocupado porque quisiera estar trabajando y no en el hospital”.
Así lo expresa su madre, la señora Érika Peña, madre soltera que supo mantener “a flote” a sus hijos a expensas de su propio esfuerzo; Carlos es el menor de sus hijos, con sólo la secundaria terminada pero mucha disposición para el trabajo.
Agradece el apoyo que hasta ahora su hijo ha recibido tanto de la ciudadanía como del esfuerzo solidario de sus compañeros repartidores.
Respecto a la respuesta de las autoridades, expresa que ya se reportaron tanto representantes del Gobierno del Estado como del Municipio; pero sólo para hacerle saber que estarán pendientes que esté bien atendido, lo cual agradece, mientras la familia espera a saber más de su estado.
Hasta el momento el ortopedista que lo atendió inicialmente no se ha acercado a hablar con la familia, dice; y por ahora está a la espera de saber quién será el ortopedista que estará a cargo de atender a Carlos de manera permanente.
Existe posibilidad de traslado a otra clínica, según le dijeron, pero eso depende de la valoración que le realicen, a tres días ya del atentado.
“Estamos esperando a que nos digan cuál es su situación ahorita y lo que debe hacerse”, manifiesta.
Su hermano César es más reticente a aceptar la espera, pues para él cada minuto que pase cuenta y puede hacer la diferencia.
Agradece la atención recibida por su hermano hasta ahora, pero se manifiesta inquieto porque al llegar a hospital, recuerda, tardó cinco horas en ser ingresado.
“Estuvo de 8:00 de la noche hasta las 3:00 de la mañana sangrando y con transfusiones, hasta que ingresó y le hicieron la primera intervención; el viernes tuvo una segunda cirugía, me dijeron que fue un lavado y le pusieron un clavo”, comentó.
Desde entonces han iniciado una espera por una valoración que, esperan, pueda ser positiva, pero siempre y cuando sea acompañada de una oportuna intervención quirúrgica.
“Que pongan manos a la obra, y no que por algún descuido vayan a decir que se complicó y tengan que amputarle una pierna”, insistió.
Aún cuando la esposa de Carlos -también con impedimento auditivo y del habla- trabaja, es el esfuerzo combinado el que da soporte a la familia.
Con una niña de 6 meses de edad, la leche y los pañales son cosas que no pueden ni deben faltar; por ello, el apoyo económico es bienvenido y agradecido por su gente.
“Pero lo que nos importa ahora es su salud, que esté bien atendido y que salga bien; el problema es que hasta ahora en el hospital no nos dicen con claridad cómo está su situación”, comenta su madre.
Esperan sin embargo que, en el transcurso del día, ya con la intervención de las autoridades, sus opciones de recuperación se incrementen.


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