Leonel, de 28 años, decidió dejar de inyectarse heroína después de ver morir a cinco conocidos por sobredosis en menos de un año. Entre la discriminación, el desempleo y el miedo a convertirse en otra estadística, encontró en la rehabilitación una salida a la adicción que lo había llevado a vivir en las calles del centro de Ciudad Juárez.
Leonel se hartó de que le dijeran ‘tecato’, ‘malilla’ y drogadicto en su cara por ser consumidor de heroína. Desde hace cinco meses tomó la decisión de dejar de inyectarse la sustancia y se encuentra en un programa de rehabilitación.
Ha luchado con fuerza para dejar la adicción y, a pesar de que son más de 20 semanas las que lleva, el síndrome de abstinencia —la malilla— todavía le pega algunos días y no quiere ni levantarse.
El hombre de 28 años narra que es oriundo del estado de Aguascalientes y cruzó como migrante indocumentado a Estados Unidos, donde laboró de mecánico, pero fue deportado por la frontera El Paso-Juárez.
No quiso regresarse con las manos vacías a su ciudad natal, donde lo esperan su esposa, una hija y su madre, por lo que decidió probar suerte en esta ciudad; sin embargo, las oportunidades se le negaron y terminó durmiendo a la intemperie en los jardines del monumento a Benito Juárez.
Mientras se encuentra sentado frente a la Catedral de Ciudad Juárez, Leonel explica que el desempleo reúne a decenas de personas en el sector referido, donde terminó atraído por la curiosidad de experimentar el uso de drogas.
Duró inyectándose ‘chiva’ —heroína— nueve meses en los brazos, hasta que la dejó tras las continuas humillaciones que le hacía la gente.
Personal del Programa Compañeros le ha ayudado a combatir el síndrome de abstinencia durante estos cinco meses.
Dice que los dolores de huesos persisten, así como la fiebre, además de que su sistema nervioso es cambiante.
“Te da malestar, como enojos repentinos, sin saber por qué”, menciona.
Agrega que utiliza una banda sublingual, la cual sirve “para contrarrestar los efectos de la ‘malilla’, que se le dice”.
Subraya que, al igual que los demás, combinaba la heroína con alcohol y, en algunas ocasiones, con otro depresivo como el clonazepam: “cualquier cosa que dé pa’bajo”.
Acerca de los que han fallecido por sobredosis, señala que han sido cinco frente a sus ojos.
“Yo los he visto que ya están tendidos, dobladotes, ya muertos”, precisa.
Subraya que no han sido precisamente sus amigos cercanos, pero sí son “allegados” que convivían en el día a día.
Detalla que al ver morir a alguien de esa manera, es lamentable.
“Uno se entristece porque dice: pa’llá voy, esa situación me toca a mí”, externa.
Detalla que, mientras para otros el ser rechazado o discriminado los hace esforzarse menos en salir de la adicción, para él fue lo contrario.
“Tanto de eso me hartó y me sirvió para levantarme, no para hundirme más, sino para levantarme”, asevera.
Finalmente, Leonel refiere que busca un empleo y que a finales de año le gustaría visitar a su familia en Aguascalientes.
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