Su paso es lento y rígido. El dolor para caminar se refleja en sus ojos y en sus brazos que sujetan con fuerza un bastón negro que utiliza para caminar. En su rostro se forma el típico ceño fruncido de aquellos que se esfuerzan demasiado para andar.
Con ayuda de la encargada de sala, llega al estrado de testigos en la Sala 1 de Ciudad Judicial. Son poco más de las 9:30 horas y, con su testimonio, se reanudará el juicio en el que se acusa a 5 hombres de haber agredido a policías municipales durante la madrugada del 12 de agosto de 2022, en hechos relacionados con el Jueves Negro.
El cuestionario del Ministerio Público empieza, le pide datos generales, ocupación, cuánto tiempo se desempeñó como policía, con qué capacitaciones cuenta, entre otros detalles.
El agente asegura que llevaba desde 2015 laborando en distintas corporaciones, como la Policía Estatal y posteriormente en la Secretaría de Seguridad Pública Municipal, hasta aquel agosto de 2022.
Actualmente se encuentra en proceso de recibir su pensión, según menciona.
En la mañana del 11 de agosto de 2022, empezó su patrullaje a las 10:00 horas, como todos los días. A los pocos minutos, les llegó un reporte de que en el Cereso 3 “había un evento, con muchos lesionados y posiblemente muertos”.
El día más largo del mundo
Les ordenaron llevar su equipo antimotines y estar preparados para ingresar. Sin embargo, para el agente que hoy testifica, lo que vino después de que los agentes salieron del Cereso y se enfrentaron con la situación en las calles, le cambió la vida para siempre.
“No mirábamos la hora de terminar turno, nos tenían bastante sorprendidos”
En su semblante se nota la amargura que empieza a brotar de su ser conforme empieza a recordar lo que vio aquella tarde. Uno de los eventos que le marcó el alma, fue el brutal asesinato de los comunicadores de la empresa Mega Radio y el ataque que se dio en la pizzería ubicada en una plaza comercial de la avenida Ejercito Nacional.
Recuerda que cuando era policía estatal, le tocó estar en la Sierra de Chihuahua, recibir granadazos y diversos ataques en su contra. Incluso, relata que ha visto algunos compañeros morir en combate.
Pero lo que presenció aquella noche, la crueldad y el sadismo de los criminales que realizaron esos ataques, los describió como “terroristas” porque nunca había visto que se metieran contra la “gente inocente”.
Para este punto, en su voz ya hay demasiada tristeza, pero todavía falta la peor parte de su testimonio.
“Ya no la voy a contar”
Alrededor de las 3:00 de la mañana, cuenta que patrullaba en binomio cuando los agentes recibieron un reporte de una camioneta Tahoe color guinda con hombres armados en el cruce de las calles Ajeno y Copaiba en la colonia Ampliación Aeropuerto.
Indica que, al observar la camioneta, le hicieron señales audibles y visibles para detener su marcha. El vehículo se detuvo frente a un domicilio, de dos pisos, color crema con un barandal blanco.
De la Tahoe se bajó un hombre con arma de fuego, quien comenzó a disparar contra los policías. Quien estaba en el estrado de testigos esta mañana, fue el que quedó más expuesto.
Una vez que vio que, además del conductor de la camioneta, había más hombres armados al interior del domicilio, sintió que esa iba a ser su última misión en la fuerza, que “ya nunca la iba a contar”.
Ese presentimiento, se convirtió en una pesadilla cuando sintió que los disparos de arma de fuego entraban por sus entrañas; principalmente en el estómago y pelvis.
Con las pocas fuerzas que le quedaban, pidió auxilio a sus compañeros, quienes como pudieron lo resguardaron detrás de una de las patrullas. Los recuerdos después de este momento son borrosos.
Perdía demasiada sangre, así como el conocimiento. Estaba dentro de una patrulla y luego ya estaba en el hospital, viendo a su familia momentos antes de que entrara al quirófano.
“A mi familia le dijeron que ya no la contaba”
El recuerdo del dolor lo rompe
Acerca del proceso de rehabilitación y las secuelas que le dejó en el cuerpo aquel ataque, ya no puede resistir más y su semblante termina por romperse. El rostro se llena de lágrimas y en su garganta se mezcla el dolor físico y mental.
Relata que sufrió daños en el intestino grueso, peritonitis y una embolia pulmonar. Duró 35 días internado en el hospital, debatiéndose entre la vida y la muerte.
Asegura que a su familia le dijeron que tenía muy pocas probabilidades de sobrevivir, para ser específicos “1 entre 10”.
Pero aquí estaba, atendiendo la obligación ciudadana de presentar su testimonio en este juicio, a pesar de lo deteriorado que estaba su cuerpo. Toma un largo aliento y se pone de pie para mostrar a los jueces las heridas en su vientre, que le dejaron hinchado el estómago, razón por la que batallaba estar sentado por largo tiempo.
“A lo mejor van a decir es policía, es su labor, pero también somos humanos. Hasta la fecha me marcó y me marcara la vida. El hecho que esté aquí para mí es difícil, me acerqué aquí para que se haga justicia”, concluyó.
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