Las obras iniciaron ocho meses después de que se endosó el cheque al contratista
La directora de la Secundaria Federal 13 narra el viacrucis que enfrentó durante otros cinco meses para que ejecutaran los trabajos; en ocasiones, acudía únicamente una persona
Martín Orquiz | 10 abril, 2024
Aunque la directora de la Escuela Secundaria Federal 13 endosó el cheque de 450 mil pesos en noviembre de 2022, las obras comenzaron ocho meses después, en julio de 2023.
Los trabajos duraron otros cinco meses y concluyeron en diciembre de 2023, es decir, 13 meses después de que se autorizó el recurso y la comunidad escolar recibió la noticia de que habían sido incluidos en el programa “Cruzada por la Educación”.
El proceso, según Brenda Baylón Chavira, directora del plantel ubicado en la calle Gradma 7065 del parque industrial Gema, fue muy desgastante ante el limitado trabajo realizado, en ocasiones, hasta por un solo trabajador.
Cuenta que pensaron que el apoyo sería utilizado para resarcir las múltiples deficiencias estruturales del edificio escolar, que presentaba goteras en todos los techos, malas condiciones genera-les, así como pintura muy deteriorada, ya que tenía muchos años sin recibir un buen mantenimien-to.
Tenían urgencia, además, de habilitar baños e instalar bebederos nuevos, así como otros proyectos planteados, pero las obras se ajustaron al presupuesto otorgado y se decidió impermeabilizar los techos, un resane de paredes y pintura general.
No obstante, nadie de la comunidad podría interferir en el uso del recurso.
“En realidad, el proceso consistió en que firmamos un cheque, pero en ese momento se tenía que entregar al contratista, lo canjeamos básicamente por el contrato, nosotros nunca supimos quiénes eran las personas con las que íbamos a trabajar, nunca supimos quiénes eran los contratistas, quiénes eran los encargados ni quién iba a presentarse a la escuela”, recuerda.
Fue un proceso largo de espera de los trabajadores que llevarían a cabo las obras luego de la entrega del cheque.
Esa dinámica, dice la directora, causó mucha inseguridad entre los representantes de las escuelas que fueron objeto del apoyo, a quienes citaron a diferentes horarios; por ejemplo, hubo rondas de 10 a 15 directivos que acudían a recoger el recurso, por lo que la calificó como “un poquito extraña”.
Agrega que a todos les entregaron una hoja con los datos de la persona a quien se debía endosar el cheque.
La impermeabilización en los techos de los edificios.
“Creo que a lo mejor ese recurso se habría podido estirar más que los precios que ellos estaban manejando de mano de obra y material... lo hubiéramos hecho rendir mucho”, asegura.
El resultado de los trabajos no fue bueno, enfatiza, pues el contratista que les tocó fue muy informal.
“Batallamos mucho para que viniera a terminar los trabajos, muchas veces con la limpieza, con el orden, dejaban mucho material tirado, muchas cosas empezadas, nos dejaron realmente unos trabajos de muy mala calidad, de servicio y de los materiales, economizaron mucho en los materiales para estirar”, indica.
A lo largo del proceso, Baylón Chavira interpuso quejas en -al menos10 ocasiones; finalmente, cuando hicieron las primeras revisiones, resanaron todo lo que tenían pendiente, pero fue hasta diciembre pasado cuando acudieron a terminar toda la obra. Todo ese lapso fue de mucho desgaste, poco más de un año para poder dejar la labor bien.
Considera que si la comunidad hubiera manejado el dinero se hubiera podido contratar a padres de familia que ofrecen mano de obra y están dispuestos a dar un mejor precio y calidad.
“Hay padres de familia que se dedican a la obra y quizás hubiesen cobrado la mitad por haber pintado y resanado la escuela, hubiéramos hecho con ese presupuesto las reparaciones pequeñas, pero muchas que se requieren en la escuela en lugar de hacer una sola, quizás hubiéramos abarcado más aspectos”, insiste.
Ninguna persona de la comunidad escolar tuvo acceso al recurso, ni la libertad de administrarlo o de utilizarlo en otra necesidad para atender los requerimientos de los 550 alumnos que estudian en el plantel.
Estudiantes en el aula durante una clase.
Tampoco, dice, podían comunicarse con facilidad con los contratistas para expresar sus inquietudes, así que se dio a la tarea de conseguir los números telefónicos de los encargados para quejarse de que los trabajadores rebajaban mucho los materiales, que no enviaban suficiente personal y de que -a vecesllegaba solo una señora a limpiar.
“Estaba muy desorganizada su forma de trabajo, no eran constantes, venían a veces sí, a veces no, a veces llegaban, pero no traían material suficiente, yo hablaba contantemente con el contratista y con su jefe o más arriba para poner mis quejas”, menciona.
Regularmente, recuerda, la criticaban porque la consideraban muy quisquillosa, que era demasiado exigente con el trabajo y en varias ocasiones le mencionaron que se trataba de un apoyo, que no era un dinero que la escuela estuviera proporcionando ni salía de su bolsa personal para exigirles.
Cuando la maestra se quejaba de que le estaban echando mucha agua al Impac (impermeabilizante) o rebajando el material, le reviraban que se trataba de una aportación externa, que la comunidad no estaba pagando.
Esa vez me molesté mucho y les dije: “Estoy firmando por ese recurso que se está aplicando aquí, estoy viendo que están rebajando los materiales y no voy a firmar por algo que no es lo que se acordó. Ustedes tienen que venir a trabajar con la calidad y la intensidad que se les contrató”, expone.
Baylón Chavira hace la observación de que, aunque sea un dinero proporcionado por el Municipio municipal, es un recurso que todos los ciudadanos aportan a través de los impuestos y tienen derecho a que se aplique completo en la escuela.
Considera que los contratistas básicamente asumieron que les estaban haciendo un favor, por lo que no aceptaban que ella se pusiera exigente.
Incluso le dijeron que tenía una actitud “especialita”, pero la respuesta de la directora fue que no le importaba lo que pensaran y que tenían que dejar el trabajo bien hecho.
Asegura que el impermeabilizante para techos lo aplicaron muy mal. Era una capa tan delgada que parecía que solo le habían echado cal.
Después de quejarse al menos tres veces de esa situación en particular, los constructores regresaron con más material y la última capa fue más gruesa y con una mejor cobertura, pero porque ella los presionó.
“Lo terminaron de muy mala gana, por cierto, pero lo terminaron”, recuerda.
En el resane y la pintura les quedaron muchos detalles, pero la maestra estaba muy cansada de lidiar con los encargados porque cada vez que les hablaba para quejarse de alguna situación le contestaban molestos. Finalmente, le pidieron que les enlistara todos los detalles pendientes y los resolvieron; solo así quedó conforme.
Acerca del esquema del Gobierno municipal para otorgar los apoyos, señala que ella lo cambiaría. Considera que sería mejor que el recurso se entregue a las comunidades escolares para que puedan administrarlo o utilizarlo realmente en las necesidades de sus edificios.
¿“Pienso que nosotros tratamos de estirar el dinero y de que alcance para más cosas. Siempre buscamos diferentes presupuestos que alcancen. A ellos les faltó contratar a personas que supieran hacer el trabajo bien, que estuvieran calificadas, porque sus cuadrillas fueron muy improvisadas. A veces solo era una señora con sus hijos que llegaba a limpiar, un adolescente y un adulto para tratar de acabalar a los trabajadores”, expone.
Dice que es posible que los infantes fueran hijos de los trabajadores que estaban de vacaciones y se los llevaban a la escuela para que ayudaran, pero definitivamente no era personal especializado, sino unas cuadrillas muy improvisadas.
Le tocó ver, por ejemplo, a una señora que llegó con su hijo y que se dedicó a quitar la pintura vieja. Luego otro joven resanaba, pero no formaban en sí un grupo con suficiente personal para trabajar en un área, en un edificio y seguir en otro con algún orden.
A veces, continúa, llegaba una sola persona a impermeabilizar. Era un joven de unos 19 años que trabajaba solo, a veces todo el día.
“No traían una fuerza de trabajo organizada, que llegaran 10 o 15 personas y fueran avanzando. No se veían como una cuadrilla formal de trabajo”, explica.
Con relación al hecho de que los contratistas provenían de la Ciudad de Chihuahua, indica que nunca supo quién era realmente el empresario, así que se dirigía con un joven que era el encargado de la obra. Pero después tuvo que hablar con otra persona y fue una tercera con quien terminó los pendientes.
“Nunca supe quién era el mero mero, el encargado. Nunca supe quién era; el contrato estaba a nombre de un Kevin, pero nunca supe quién era Kevin, la verdad”, dice Baylón Chavira mientras sonríe.