Leticia Valladares y Karla Belmontes, las dos abogadas que se enfrentaron al establishment de la Iglesia católica en Ciudad Juárez, reconocen la importancia del juicio que llevó a la sentencia de un sacerdote de gran prestigio en la comunidad.
El caso plantea un antes y un después, no solo en sus vidas profesionales, sino también en el ámbito personal.
Para Karla Belmontes, practicante de la religión católica, enfrentarse a un sacerdote la obligó a una profunda reflexión, para finalmente concluir que su fe sigue firme.
“No estamos en contra de la Iglesia. El juicio fue contra un hombre, un hombre que cometió un delito”, sentencia Belmontes.
Se dice preocupada por el manejo del caso en redes sociales, donde se habla que el caso lo han utilizado para atacar a la iglesia.
Aclara que, como organización, su trabajo es defender a las mujeres víctimas de violencia.
Leticia Valladares, dice que es creyente, pero su dios es un dios del universo, por lo que en un principio no le dio importancia al hecho de que el victimario fuera un sacerdote.
«Cuando llegó la madre de la niña y me dijo que es el padre Aristeo yo le comenté: ¿Quién es el padre Aristeo?«.
Confiando en la justicia
«La señora estaba nerviosa, asustada, pensando que no se haría justicia. Sabía que el señor (sacerdote) es poderoso en la localidad, con amigos políticos influyentes, pero todo el tiempo le dijimos que sí se haría justicia».
“Yo le decía es un proceso y tarda. Siempre fue ese acompañamiento, de cálmese lo vamos a lograr”, cuenta Valladares.
Pero el logro de la sentencia no se lo adjudican:
“No es un logro de nosotras nada más. Nosotras hicimos el acompañamiento para hacer visible el caso y el acampamiento con la ministerio público, y con la abogada, con la asesora jurídica de la comisión ejecutiva.
Empujábamos en lo que se requiriera, aportábamos los elementos que se necesitaban. El crédito no es solo de nosotras, de la ministerio público también; le tenemos una gran admiración porque fue sumamente entregada en todo momento, creyendo en la justicia”, relata Valladares.
Sea quien sea, sí se hará justicia, es el mensaje que marca un parteaguas para otras mujeres que están viviendo situaciones de violencia, dice Belmontes.
Sororidad que inspira
Valladares llama a la sororidad. Aconseja el apoyo entre mujeres, a la empatía, a hacer la diferencia para inclinar la balanza hacia otro tipo de sociedad. La sororidad es la solución, insiste.
Del juicio recuerdan los momentos más álgidos: los rezos, los cantos y las plegarias. Se vivieron instantes de tensión y de una vibra confusa, coinciden ambas abogadas.
“Terminaban de rezar, y pasaban por donde estaban nuestras compañeras y les gritaban groserías, y hacían señas obscenas. Fueron situaciones muy incongruentes”, recuerdan.
Pero, ¿en qué lugar quedaba la víctima? ¿Por qué tendría que mentir si es una niña y tuvo que salirse de su casa, tuvo que dejar a sus amigos, tuvo que dejar toda su comunidad por haber hablado y decir lo que le pasó?, cuestiona Valladares.
Y continúa:
«¿Cómo justifican las agresiones hacia nosotras?».
Ella misma se responde: “no creo que hagamos algo malo, solamente buscamos justicia. Que realmente haya igualdad. No estamos buscando algo que no merezcamos”.
Lo doloroso para las abogadas
Valladares reflexiona sobre la frustración ante la defensa del abogado del sacerdote.
Señala que le da tristeza ver al abogado defensor (Maclovio Murillo), que estuvo en el servicio público, expresando comentarios de odio, incentivando el rencor.
Del religioso que aún no está en la cárcel dice:
«Son sus derechos. No podemos estar por encima de los derechos humanos, y se le deben de respetar, así como nosotras exigimos que se respete los derechos humanos de todas y de todos».
Aún así las abogadas insisten en que el victimario debería estar en prisión y no en un asilo.
“Debe estar en un centro de readaptación, porque si hay personas de 77 años, ¿cuál es la diferencia, estamos categorizando a los seres humanos?”.
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