Del acompañamiento a las familias de víctimas de desaparición o feminicidio, Yadira Cortés ha aprendido a escuchar y ver qué quieren para construir, las estrategias para lograrlo. Ha caminado junto con ellas, se ha dolido con su dolor y las ha impulsado a darse permiso para volver a reír.
Su primer acercamiento con el tema de equidad y género lo vivió como estudiante de la maestría de Ciencias Sociales en la UACJ, donde se integró al comité de equidad y género. Conoció a quienes se convertirían en compañeras de lucha (Imelda Marrufo, Cecilia Espinosa e Itzel González) en un módulo sobre derechos humanos de las mujeres.
Acceso a la justicia y más allá
El impacto de su trabajo en comunidad ocurrió en varios tiempos, primero como voluntaria en la Red Mesa de Mujeres acompañando un proyecto con Santiago González sobre acceso a la justicia con perspectiva de género, y después con el acompañamiento sicosocial que marcaría la vida de familias víctimas de desaparición y feminicidio.
El juicio del Arroyo el Navajo, también conocido como Juicio Histórico por el impacto que provocó en todos los círculos de la sociedad, impulsa a Yadira a acompañar a las víctimas que pasaban por este episodio tan doloroso. Se encargó de llevarles -incluso- agua y trasladarlas a los lugares a donde debían llegar. Yadira Cortés dice que fue una tarea emprendida con orgullo.
Reconoce que no solo se trataba de escuchar el llanto y ver en sus ojos el dolor, también era importante escuchar sus demás necesidades. No solo se trataba de lograr el acceso a la justicia, sino de mantener lo mismo que antes de los hechos que marcaron su vida.
El objetivo era llegar a la verdad, justicia y reparación del daño.
Resignificar espacios
En 2016 se queda a cargo ya de manera formal del área de acompañamiento sicosocial y una de sus primeras tareas fue resignificar el espacio de la Red Mesa de Mujeres ante las víctimas, pues cuando a las madres de las víctimas se les notificaban los avances en sus casos, generalmente, era en la biblioteca de la Red y ellas llegaban acompañadas de sus niñas y niños; era importante sacarlos de ahí, distraerlos, colocarlos en otro espacio lúdico.
Lo siguiente fue trabajar en la unión del colectivo y en la convivencia familiar. Entonces, inicia la organización de eventos para la unificación comunitaria.
“Recuerdo que lo primero que hice fue una posada y me fui a pedir juguetes con los bomberos. Hicimos tamales, ponche. Fue un éxito y empecé a hacer otras actividades lúdicas para las familias en El Chamizal por el Día de la Niñez”.
Fue así como las familias de víctimas de desaparición y feminicidio vieron con otros ojos el trabajo hecho por la Red. Vieron cómo incluían a toda la familia y, entre ellas, se generó una camaradería. Se construyó un espacio no solo físico, sino simbólico para compartir las tristeza y las alegrías.
“Estaba el espacio para convivir y se daban permiso de reír, de bailar de hacer juegos de poner música. Ellas siempre decían: ‘Gracias por ese espacio’”.
Los puentes de Yadira Cortés
Además de organizar los espacios lúdicos y de autocuidado, se realiza acompañamiento a las familias en las audiencias y notificaciones para apoyar en la contención emocional, se trata de contener las emociones para que puedan seguir hablando en sus audiencias y seguir con la exigencia de justicia.
“Ellas me han enseñado muchas cosas, y a la vez he tenido que trabajar mucho en procesos formativos. Siempre estamos en formación actualizándome en las técnicas de acompañamiento sicosocial en las leyes y los programas”.
Yadira ha construido un puente entre las familias de víctimas de desaparición y feminicidio y las instituciones que facilitarán la vida de estas, un puente para evitar que las personas vivan procesos revictimizantes. Estos puentes se han construido en bases sólidas y, a la fecha, siguen en pie.
* Coordinadora de acompañamiento social a familias de víctimas de desaparición y feminicidio, defensora comunitaria, Lic. en Economía con maestría en Ciencias Sociales
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