Este año Brenda decidió no acudir a la misa en que conmemoran la masacre de Villas de Salvárcar. Las heridas en su cuerpo parecen haber sanado, pero las del alma brotan cada año con más fuerza.
Ella y Omar, su ahora esposo, sobrevivieron de milagro a esa noche del 30 de enero, hace 11 años. A pesar del tiempo el dolor brota a veces incontrolable.
A Omar le dieron 12 balazos, a ella tres “rozones” de bala. Uno en la cadera, uno en la cabeza y el peor en la mano derecha; que hizo que le explotara un dedo.
La explosión de los recuerdos
Así le explotan los recuerdos, dice Brenda, hoy madre de dos pequeños. Una niña de 10 años y un pequeño de dos.
“Ahora que soy mamá puedo imaginar el dolor tan grande de nuestros padres”. Y es que ya transcurrieron 11 años de la tragedia que les cambió la vida, pero por las noches aún le asaltan las pesadillas.
“Tenía 15 años, entré en shock, no pensaba, solo sentía, creo que así estuve años, y ahora que soy más grande reflexiono lo vivido, por eso no quise ir a la misa. He estado un poco mejor, estar ahí es revivir todo y no es sano, siempre estoy haciendo un esfuerzo para estar bien”, dice.
La voz de Brenda es tranquila, dulce, se nota el amor que siente por su familia. “Empecé a tomar terapia pero en nada me ayudaban, no sabía si era terapia psicológica o era otro interrogatorio, así que deje de ir. Mi familia, ha sido mi terapia”, agrega.
Nacer de nuevo
Brenda y Omar son una pareja emblemática. El día de la masacre fue como nacer de nuevo. Su amor se fortaleció en la desgracia de aquellos tiempos. Hoy son una pareja que lucha todos los días por vivir el presente. Omar es ingeniero en mecatrónica y ella es licenciada en logística internacional.
Lloraron mucho, padecieron dolores físicos inimaginables. La pena se instaló en el alma, sin embargo, sonríen y disfrutan al máximo a la familia que formaron a pesar de la adversidad. Son felices aunque el desconsuelo a veces los paraliza.
El padre de Brenda, Eduardo, cumple años el mismo día en que sucedió la tragedia. Eduardo dejó de festejar hace 11 años su aniversario de vida, ahora agradece infinitamente que su hija y su yerno volvieron a nacer.
Vivir sin descanso en Villas de Salvárcar
Omar era atleta en aquel entonces, los balazos le destrozaron las rodillas, tenía miedo de no volver a caminar. Logró ponerse de pie, y desde entonces no descansa, estudió una carrera que demanda un alto nivel intelectual.
Se convirtió en un hombre responsable de su familia. Él y Brenda, transformaron la tragedia en un amor amurallado con cicatrices, que los ha hecho muy poderosos frente a la adversidad.
Cada año se realiza una misa para recordar a los jóvenes que fueron fueron masacrados en Villas de Salvárcar . La vivienda ahora es un memorial que guarda las imágenes de los 15 asesinados.
Sus familias acuden siempre buscando consuelo en las palabras que el sacerdote les otorga durante la celebración anual.
En esa calle, en ese memorial, el tiempo se detiene. Este año, por razones de pandemia, acudieron sólo familiares muy cercanos.
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