El secretario de Estado Marco Rubio elogió la colaboración mexicana en seguridad como “histórica” y sin precedentes. El respaldo fortalece la legitimidad internacional de Claudia Sheinbaum, pero abre un debate sobre soberanía, dependencia y el uso político del espaldarazo.
“Ningún Gobierno coopera más con Estados Unidos que México en la lucha contra el crimen”. La frase de Marco Rubio, marcó la primera visita oficial del secretario de Estado a Palacio Nacional. Dicha declaración, hecha en español y frente a la presidenta Claudia Sheinbaum, se convirtió de inmediato en capital político para el gobierno mexicano.
Rubio subrayó que la colaboración entre ambos países es inédita. Para probarlo, destacó la entrega de 55 capos mexicanos a cárceles estadounidenses, presentada como muestra de resultados inmediatos. Pero la cifra también despierta una pregunta crítica: ¿es un reflejo de corresponsabilidad bilateral o de subordinación frente a Washington?
Grupo de alto nivel: ¿instrumento técnico o blindaje político?
El acuerdo central fue la creación de un grupo bilateral de alto nivel para enfrentar al crimen transnacional. Aunque aún no se detalla su composición, el anuncio opera en dos planos: como un espacio de coordinación técnica y, a la vez, como un blindaje político que Sheinbaum puede exhibir como prueba de eficacia, mientras EU lo interpreta como garantía de control compartido.
La visita ocurre tras semanas de fricciones: amenazas de aranceles, presiones por el tráfico de fentanilo y críticas a operaciones militares estadounidenses en el Caribe. En este contexto, Rubio eligió el elogio público, pero acompañado de exigencias implícitas: más control migratorio, freno al flujo de armas y resultados concretos contra el narcotráfico.
En la balanza, Sheinbaum aparece como ganadora: proyecta pragmatismo y capacidad de negociación en la relación bilateral, aunque hacia dentro del país la crisis de violencia continúa.
Para EU, el reconocimiento estabiliza la relación y refuerza la narrativa de cooperación inmediata. Para Sheinbaum, el beneficio es mayor: se legitima internacionalmente como una presidenta con capacidad de interlocución y resultados.
La duda es si esta “cooperación histórica” podrá sostenerse sin comprometer la autonomía nacional, o si terminará como un recurso político para consolidar su imagen frente a las críticas internas.