Valentía, coraje y amor, armas con que madre enfrentó a “robaniños del Bienestar”

La fiscal encargada del Juicio Oral 221/24, sostuvo con firmeza en la audiencia de juicio oral que la historia de Ruth y el robo de su bebé es una que muestra “la valentía, coraje y amor que tiene una madre por su hija, más cuando está en peligro”.

El suceso que culminó con el fallo condenatorio por el delito de sustracción de menores agravada en contra de Diana Ivone R.D, Jonathan Kevin C.M. y Rosa María E.H., empezó en uno de los lugares que deberían ser más seguros: el Hospital General 35 del IMSS, conocido como el Seguro Nuevo, en la avenida Valentín Fuentes.

Fue el viernes 15 de septiembre de 2023 cuando Ruth acudió a una consulta médica, acompañada de su tía Elba y su bebé, de seis meses de nacida.

Terminando, una mujer a la que describe como de más de 50 años, morena, alta, muy delgada, vestida con gorra y gafetes de la Secretaría de Bienestar, las abordó para preguntarles si deseaban ser parte de alguno de los programas sociales del Gobierno Federal.

La desconocida, que se presentó ante la familia como “Dana”, les ofrecía apoyos que se ajustaban perfectamente a cada integrante de la familia; Elba podría entrar al programa de Adultos Mayores, mientras que Ruth y su bebé podrían recibir el que se les otorga a madres solteras.

Para ellas fue una buena idea, por lo que afirmaron que les interesaba y le entregaron sus credenciales de elector para que la mujer apuntará sus datos en un cuaderno.

Tras anotar la información, la desconocida les dijo que en dos semanas visitaría su domicilio y les agendó una cita para el 26 de septiembre.

Ambas regresaron a casa luego de salir de las instalaciones del IMSS, sin saber que esa fecha se convertiría en uno de los episodios más terroríficos de su vida.

Esa fue parte de la historia que develaron los testimonios vertidos en el Juicio Oral 211/2024, que se realizó contra de Diana Ivonne R.D., Jonathan Kevin M.C. y Rosa María E.H., quienes se hicieron pasar por empleados de la Secretaría del Bienestar y terminaron por ser acusados del delito de sustracción de menores agravada.

El apoyo que se convirtió en pánico

En sus testimonios ante el juez encargado del Juicio Oral, Apolinar Castro Juárez, tanto Elba como Ruth coincidieron en gran parte de los detalles para describir cómo se encontraron con las tres personas que les arrebataron a su niña.

Aquella mañana del 26 de septiembre, “Dana”, quien es identificada como Diana Ivonne R.D., llegó acompañada de dos personas; “Carlos”, quien en realidad es Jonathan Kevin M.C., y “Jael”, cuyo nombre es Rosa María E.H.

Los tres portaban gorras y papelería que supuestamente eran de la Secretaría del Bienestar. Llegaron a las 09:30 horas del día pactado al domicilio de las víctimas con la supuesta intención de realizar los trámites para darlas de alta en los programas sociales.

Ruth y su tía refirieron que en ningún momento desconfiaron de los supuestos empleados del Bienestar.

Ruth recordó que, en algún punto, “Dana” le preguntó insistentemente sobre la niña, cuestiones como la leche que tomaba, como dormía, entre otras cosas.

Luego de 10 minutos, en los que llenaron las supuestas formas de inscripción, los falsos empleados federales les dijeron que, para Elba, ya tenían una tarjeta que le podían entregar en ese mismo momento.

Mientras que en el caso de Ruth, tendrían que esperar un poco más de tiempo para concluir el trámite.

Le dijeron que tendría que acudir a sus oficinas, pero como los supuestos trabajadores federales no contaban con un vehículo, tendrían que trasladarse en transporte público.

Sin embargo, Ruth se opuso y señaló que ella los podría llevar en su vehículo particular. Ambas recordaron que “Dana” se subió como copiloto, “Carlos” y “Jael” estaban atrás, junto con Elba, quien llevaba a la bebé en sus brazos.

Durante el camino, que duró aproximadamente 20 minutos, no hubo más palabras, viajaron por el eje vial Juan Gabriel hasta que llegaron a un domicilio, en la colonia Granjas de Chapultepec.

Específicamente, a la calle Cisne 1707, una casa de dos pisos que tenía una manta grande que decía “AMLO”.

Una vez que llegaron al lugar que servía como “oficina”, los supuestos empleados se bajaron del vehículo y le pidieron a las mujeres que esperan.

Posteriormente, les indicaron que entrarán; por lo complicado del terreno, debido a que se trata de una calle de terracería, “Dana” ofreció cuidar a la bebé para evitar que Elba tuviera problemas al momento de trasladarse al interior de la casa.

Cuando sobrina y tía entraron, se percataron que habían caído en una trampa, no era una oficina, sino una casa, con dos cuartos.

Inmediatamente, ambas sintieron golpes que llegaron por la espalda; a Elba la golpeó “Jael”, quien la jaló del cabello y la metió a uno de los cuartos.

Además, con un teaser o “chicharra” le provocó quemaduras en el estómago.

En el caso de Ruth, “Carlos” fue el encargado de agredirla, con otro aparato similar le provocó lesiones en el cuello y la parte media del cuerpo.

Elba forcejeó con “Jael”, pero era más fuerte que ella y logró controlarla. Fue el mismo caso de su sobrina, quien fue golpeada en repetidas ocasiones por el hombre y en dos ocasiones le impactó la cabeza contra el suelo.

La tía comenzó a gritar, el miedo se apoderó de ella, solo recuerda que pensó que habían matado a su sobrina, por lo que utilizo todas sus fuerzas para pedir ayuda.

Ambas quedaron tiradas en el interior de la vivienda.

Los golpes en la cabeza le provocaron a Ruth mareos que le quitaron el conocimiento por algunos momentos, pero la necesidad de recuperar a su hija era tal, que se reincorporo lo más rápido que pudo y grito para que la ayudarán a salir.

Un vecino que las escuchó se acercó y como pudo las sacó; Elba se quedó en el lugar, mientras que la madre de la bebé corrió con todas sus fuerzas hacia la calle, con la esperanza de encontrar a los supuestos empleados de Bienestar que se habían llevado a su bebé.

Los observó a lo lejos, intentó parar a una troca, pero el conductor la ignoró.

En algún momento, entre las calles Cisne y Felipe Ángeles, alcanzó a ver de nuevo a “Carlos”, “Jael” y “Dana”, quienes iban corriendo.

Los dos primeros iban más rápido, mientras que “Dana”, quien cargaba a su hija, iba quedándose atrás.

Con todas sus fuerzas, aceleró el paso y la alcanzó en el cruce de las calles Cuarta y Felipe Ángeles. Recordó que le reclamó el por qué se había llevado a su bebé y, en cuanto pudo, se la arrancó de los brazos.

“Dana” no hizo más y solo huyó hacia la misma dirección que sus compañeros.

Con la niña ya en su poder, regresó a la casa donde estaba su tía. El vecino que las apoyó, las albergó en su casa mientras esperaban la llegada de la Policía Municipal, cuyos agentes posteriormente las escoltó a la Fiscalía General del Estado (FGE) para que interpusieran su denuncia.

Elba comentó que, antes de irse de la casa, recogió distintos gafetes que supuestamente eran de la Secretaría del Bienestar, con los nombres de sus agresores y una persona más, a la que no habían identificado.

De igual manera, indicó que encontró gorras guindas y grises con la leyenda de “Bienestar”, así como un cuaderno en el que habían escrito distintos nombres de mujeres y niños que irían a visitar.

Identificación por medio de Facebook

En los días posteriores al hecho, agentes de la FGE visitaron su casa en diversas ocasiones para continuar con las labores de investigación del caso.

Ruth contó que el agente le dijo que habían encontrado el perfil de Facebook con la foto de la mujer cuya credencial habían encontrado en la casa, pudieron identificarla porque era la misma gráfica.

Ella fue identificada como “Ashley” y en su perfil tenía fotos en común con los “robaniños del Bienestar”, por ese medio supieron que sus nombres eran Diana Ivone, Jonathan Kevin y Rosa María.

Al observar cada uno de los perfiles se cercioró de que, efectivamente, esas habían sido las personas que le arrebataron a su bebé.

El miedo que no se va

Al hablar sobre las repercusiones que trajo este hecho para su familia, Ruth y Elba señalaron que, desde entonces ha sido complicado realizar sus actividades cotidianas.

Aunque han tenido el apoyo de psicólogos a lo largo de este tiempo, remarcaron que es difícil salir al supermercado o a la calle sin el sentimiento de que alguien las persigue, o que pueden ser atacadas por la espalda en cualquier momento.

Ante los ojos de la ley, resultaron culpables

En la audiencia de alegatos de clausura, la FGE robusteció sus acusaciones contra los imputados, añadiendo los testimonios expresados por Silvano, el vecino que las ayudó, así como un video que captó toda la acción por medio de una cámara de videovigilancia.

En sus respectivas oportunidades de rendir testimonio ante el juez, la fiscal señaló que, de manera fehaciente, los imputados son los responsables de los delitos cometidos en los hechos ocurridos el 26 de septiembre.

En su argumentación legal, la defensa pidió que se absolvieran a sus clientes por tecnicismos propios de la práctica legal; específicamente, porque los videos y testimonios no se habían presentado de manera correcta.

Lo anterior, según su lógica jurídica, había causado que el proceso estuviera viciado, por lo que no se podría comprobar la plena responsabilidad de sus representados.

Sin embargo, el juez rechazó sus pretensiones dado a que las pruebas habían sido presentadas de manera correcta y que, en todo caso, era labor de la defensa demostrar que efectivamente había manipulación de evidencias en contra de sus defendidos.

Por lo anterior, emitió el fallo de culpabilidad en contra de los tres imputados; en el rostro de Jonathan Kevin no hubo mayor reacción, se quedó con la mirada al frente y las manos cruzadas sobre sus piernas.

Diana Ivone solamente recargó su cabeza sobre la mano que, luego, apoya en la silla, indiferente a lo que sucede en la sala 19 de Ciudad Judicial, donde la acaban de encontrar culpable por la sustracción en contra de la bebé de Ruth.

Mientras que, a Rosa María, que está en medio de ambos, se le nota la tristeza, por un momento hizo una pequeña oración para que el fallo fuera a su favor, pero al conocer que ocurrió lo contrario, las lágrimas corrieron por su rostro.

Solloza y se lamenta en silencio, aunque logra recuperarse, suspira cada cierto tiempo, mientras que el juez termina de explicar los pormenores legales que lo llevaron a tomar la decisión de dictar el fallo condenatorio.

En el público, los familiares de los imputados tampoco muestran muchas emociones, como si de antemano conocieran que este era el resultado más probable.