Normalizar la violencia contra la mujer es una de las herencias que los usos y costumbres han mantenido vigentes en la comunidad rarámuri, donde se denuncia el maltrato solo cuando la vida está en juego, declara María Rosalinda Guadalajara Reyes, encargada desde 2016 del área de Atención a la Mujer Indígena en el Instituto Municipal de las Mujeres (IMM).
Explica que la voz de la mujer tiene poco peso en su comunidad y muchas veces sus denuncias son desestimadas bajo el argumento de “seguramente te lo buscaste”.
“Hay muchas violencias que las mujeres no identifican dentro de las comunidades indígenas; solamente se identifica lo que es la violencia física, las demás se normalizan mucho, como la violencia económica, la violencia verbal; pero cuando es física, cuando ya realmente quedan muy golpeadas, es cuando se animan a denunciar”, asegura.
Explica que los usos y costumbres tienen mucho que ver, pues en su comunidad las mujeres crecen con la idea de que tienen que soportar al hombre y no hay ninguna institución que las proteja.
Solamente cuando la violencia física es muy grave entran las autoridades dentro de las comunidades porque, de lo contrario, se justifica la actitud del hombre con expresiones como “lo habrás buscado”, lo cual hace que el abuso prevalezca.
Además, la mayoría de las veces la mujer no es capaz de poner esa queja porque, una vez que vive en casa del esposo, no es fácil regresar con los padres porque ya tienen hijos y en las comunidades batallan mucho para conseguir alimentos.
“Por esa razón, es muy importante que nosotros primero reconozcamos y conozcamos nuestros derechos, porque solamente así es como podemos evitar la violencia y apoyar a las mujeres que no tienen por qué aguantar, porque la mujer no necesita un hombre para sobresalir o poder trabajar”, asegura la líder de la comunidad rarámuri en Ciudad Juárez.
Sin embargo —aclara— es distinta la realidad que viven las integrantes de esta comunidad en Juárez a lo que enfrentan en la sierra. Allá, por ejemplo, si tienen hijos menores de edad, no pueden trabajar la tierra —su principal medio de subsistencia—, a lo que se suman otros factores que las obligan a permanecer con el agresor.
En su etnia, es poco el peso que tiene la mujer al momento de tomar decisiones o emitir una opinión porque, destaca Rosalinda, el machismo sigue muy activo, aunque ahora hay más dependencias, instituciones y organizaciones civiles donde la misma mujer indígena brinda acompañamiento para que otras mujeres no tengan que aguantar.
Gracias a esos apoyos, ahora pueden solicitar la intervención de las autoridades para que atiendan sus necesidades, incluso si están en la sierra.
Sin embargo, a veces cuando acuden a pedir apoyo en instancias de gobierno, les solicitan muchos requisitos que no pueden cumplir. Por eso, desde el IMM, ella facilita trámites como renovar la credencial de elector, obtener la CURP y solicitar al Registro Civil la condonación de actas de nacimiento para personas sin documentos, enfermas o adultas mayores.
Durante su intervención en el panel “Mujeres y violencia en la frontera”, realizado en el Museo de la Revolución en la Frontera (Muref), cuestionó que para servir como traductor de integrantes de su comunidad en procesos judiciales, ahora se les exige estar certificados.
Por esa razón, muchos ya no pueden apoyar a los miembros de su comunidad en juicios.
“Es una barrera, porque personas que radican en esta frontera se han hecho un solo hablante, y si les ponen un traductor-intérprete que no lleve el mismo idioma —porque varía mucho dependiendo de los municipios— no conocen a la persona y no tienen la misma confianza o empatía”, declara.
Enfatiza que ser traductor o intérprete no es solo acompañar o traducir en un juicio, sino también servir como apoyo psicológico o coadyuvante jurídico para abogados y defensorías.
La comunidad rarámuri en Ciudad Juárez se encuentra asentada en dos colonias: una al poniente, en las laderas del cerro de la Biblia, con alrededor de 110 familias; la otra ubicada en la zona de los Kilómetros, con cerca de 60 familias. Ambas suman aproximadamente 850 personas.