Salvador Elizondo (Ciudad de México, 1932-2006) fue uno de los escritores mexicanos que experimentaron con el lenguaje y con los géneros narrativos, sus textos más famosos son la novela Farabeuf o la crónica de un instante (1965) por la que recibió el premio Xavier Villaurrutia, así como “El grafógrafo”, cuyo inicio es memorable: “Escribo. Escribo que escribo. Mentalmente me veo escribir que escribo y también puedo verme ver que escribo”. Elizondo fue a su vez un apasionado de la fotografía y del cine. Fundó la espléndida revista S.NOB (1962), de la que se tiraron apenas siete números, pero en la que se dejaban ver sus gustos y apuestas.
Una de estas facetas que se conecta con su vida y su obra es la que se encuentra en el cuento “El retrato de Zoe”, incluido en el libro del mismo nombre, publicado en 1969 por Joaquín Mortiz. El texto inicia así: “No sé ni siquiera si ese es su verdadero nombre”. Desde ese momento comienza el devaneo, es la aproximación al recuerdo de esta mujer, a su ausencia, como si se tratase de las olas tantálicas que en el momento en que se va a probar el fruto, se retiran. No hay certeza a la cual aferrarse. El protagonista narrador ni siquiera sabe si realmente ella se llamaba Zoe.
En una década en la que se dieron varias revoluciones en diferentes sentidos, Elizondo se hace eco de la idea de que los grandes relatos habían llegado a su fin, ya no podía contarse la historia de…, sino apenas se podía pretender la escritura de una crónica, claro, con lo que ello implicaba, porque para este escritor mexicano, había que desconfiar del lenguaje, de cómo se usaba, de lo que el mismo lenguaje podía nombrar de sí mismo.
Elizondo, entonces, intenta llevar sus premisas hasta las últimas consecuencias y va tanteando aquí y allá, con géneros, con personajes, con situaciones e historias. Por esa razón, en el libro desarrolla una teoría del disfraz, expone las características de un personaje nacional, emparentado con la caterva de criaturas ominosas que aterrorizan las ciudades, como el leproso o el robachicos, en su caso se trata del Candingas.
En fin, hay un sondeo de las posibilidades de la narrativa y del lenguaje en el libro El retrato de Zoe y otras mentiras, como en toda la obra de Elizondo.
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