Mientras en casi todos los albergues para migrantes se da preferencia a las familias o a las mujeres que se desplazan solas rumbo a Estados Unidos, en el albergue La Esperanza se atiende solo a varones.
David Alberto Cervantes Villalobos, encargado del establecimiento, explicó que es el único que tiene esa población objetivo, en cierta forma por ese rechazo que sufren en otros espacios dedicados a la atención de personas en movilidad.
Dijo que hace unos dos meses se atendía a unas 85 personas y actualmente se tiene a 48.
En su mayoría los que están recibiendo refugio son centroamericanos, aunque también tienen de otras nacionalidades, tales como ecuatorianos, peruanos, haitianos e incluso de países de otros continentes tales como Guinea, India y Senegal.
Explicó que la mayoría de los extranjeros de esas nacionalidades, tienen un trato diferente por las autoridades de Estados Unidos en materia migratoria, de tal forma que se les recibe mediante distintos esquemas y duran en promedio en el albergue de dos a tres semanas únicamente.
Específicamente de los que tienen citas agendadas mediante la aplicación CBP One, precisó que hay unos ocho actualmente.
Acerca de las necesidades que tienen actualmente, señaló que es de calcetines y algo de chamarras, para estar en condiciones de enfrentar la temporada de frío, que ya se sabe que es extrema.
Refirió que incluso se está programando una campaña para recaudar ese tipo de artículos.
Agregó que en cuanto al apoyo que se brinda a los migrantes, no solamente es de estancia para pernoctar, sino que se les brindan los tres alimentos del día.
Explicó que no solamente se da alimento a migrantes, sino a indigentes que deambulan por el primer cuadro de la ciudad y que durante la mañana llegan a solicitarlo a través de una ventana.
Sostuvo que esa labor la hacen desde hace 20 años.
Precisó que meses atrás también estuvieron obsequiando cenas directamente en parques públicos a personas en vulnerabilidad.
En lo personal, señaló que tiene apenas un año en el albergue y es el encargado.
Mencionó que hace dos meses estaba en Sinaloa en otra misión y ahora está aquí, donde se ha sentido a gusto.
Externó que es difícil explicar el compromiso que siente con personas en necesidad, como con los migrantes o los menesterosos, porque en lo personal vivió en la calle, entre la basura, presa de las adicciones.
“Me rescataron porque andaba muy mal y el Señor empezó a hacer una obra en mi vida… cuando llegué aquí yo sentí ese llamado de que podía ayudar a todas esas personas y cada vez que hago alguna pequeña cosa sé que a él le cambia el día”, aseveró.
“No podemos cambiar el mundo pero sí cambiarle el mundo a una persona, decía mi mamá”, mencionó.
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