Cuando niño era muy bajito de estatura y de “mecha” tan corta que su profesor de tercer grado de primaria lo apodó “El Gallito”.
Sin saberlo predeterminó el destino de Arturo Rivera Barreno, quien años más tarde, mientras cursaba el sexto semestre de la carrera de Derecho, decidió aprender a boxear.
“Nunca fui dejado… no era busca pleitos pero las broncas estaban siempre en mi camino, por eso quise aprender a defenderme”, relata el otrora ídolo fronterizo del ring, mejor conocido como el Licenciado Rivera.
A los 21 años se acercó al Gimnasio Municipal, se puso los guantes y empezó a entrenar hasta convertirse en boxeador amateur, pero su buena pegada lo colocó en el boxeo profesional.
Abajo del ring su vida como hijo de familia y estudiante continuaba; casi de forma secreta, pues sus padres lo ignoraban, empezó a pelear.
Arturo Rivera nació hace 51 años en la Ciudad de México, “por azares del destino”. Sus padres residían en la capital del país por cuestiones laborales, poco tiempo después regresaron a la frontera en donde lo registraron.
Su primera infancia la pasó en el fraccionamiento Córdoba Américas y después de los 5 años en el fraccionamiento Villahermosa, “ahí por el puente al revés”, hasta los 24 años que se casó y dejó la casa paterna.
Estudió en la primaria Juan de Dios Peza y la secundaria en la Federal 1, de ahí pasó a la preparatoria de El Chamizal y sus estudios profesionales los cursó en el Instituto de Ciencias Sociales y Administración de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez.
Tiempos de knock out
El primer torneo en que participó (1990) lo ganó con facilidad, por knock out, eran sus pininos en el boxeo y apareció el triunfo, pensó que sería algo fácil.
Como el periódico hablo de él en una pequeña y escondida nota, se vio obligado a revelar la verdad a sus padres, antes de que la noticia de que su hijo era boxeador les llegara por otro lado, recuerda.
“Agarré el trofeo del torneo y se los llevé. Contrario a lo que yo pensaba me felicitaron”, cuenta.
A las pocas semanas lo eligieron para ser parte de la selección Juárez de boxeo, que enfrentaría a la selección mexicana.
Le tocó medirse con un contrincante más experimentado, originario del DF, que en su haber tenía 77 peleas y tres títulos como campeón nacional.
“Esa fue mi primer pelea dura, difícil pero muy pareja; las otras dos fueron muy fáciles”, rememora el Licenciado Rivera.
En esta ocasión el knock out no fue su aliado y su sueño de construir carrera sin derrotas, empezó a desvanecerse muy pronto.
Luchó con ahínco, aún así perdió cuando pararon la pelea por una cortada en el labio y le dieron el triunfo a su contrincante.
El sabor amargo de la derrota
“Fue una experiencia muy triste por la derrota, me podía porque toda mi familia había ido a verme pelear… recuerdo mucho las palabras de mi padre diciéndome que no cabía del orgullo por lo que había logrado”, dice.
A partir de ese momento el boxeo significó más para el Lic. Rivera. En 1991 fue campeón Municipal de Peso Medio Ligero, Campeón Estatal de Peso Medio Ligero y Subcampeón Nacional de Peso Medio Ligero. Tuvo la posibilidad de representar a México en los Juegos Panamericanos, pero lo eliminaron contra un peleador del Distrito Federal a quien los jueces favorecieron.
Un año más tarde se consolidó como el campeón municipal y estatal en Peso Medio y consiguió el tercer lugar en el Campeonato Estudiantil en Zacatecas.
En 1995 fue campeón de peso Medio en el Torneo Guantes de Oro.
A pesar de los logros conseguidos, Rivera se sentía frustrado, sus derrotas se tomaron por decisiones que siempre favorecieron a otros, que no necesariamente fueron mejores que él.
Los deseos por continuar en el boxeo empezaron a mermar. Decidió enfocar sus energías en su carrera y empezó a ejercer la abogacía en los juzgados civiles.
Mientras se esforzaba por hacer carrera se topaba reiteradamente con un promotor que lo animaba a retornar al ring, especialmente porque su retiro fue controversial, relata.
Al paso del tiempo lo convenció y regresó, sobre todo porque guardaba la esperanza de ir a los Juegos Olímpicos de 1996, pero otra vez no se pudo.
Esta vez Rivera no se desanimó y optó por incursionar en el boxeo profesional. Si como amateur padeció como profesional fue peor, recuerda.
“Fue peor por el centralismo y porque de por medio había dinero. Existía un solo promotor que todo controlaba y decidía sobre los boxeadores a su antojo, vio que tenía potencial pero no me quiso firmar porque yo estaba muy grande (28 años), me firmó por pelea”, agrega.
Fue así como llegaron los triunfos de 2001 a 2004 se convirtió en el Campeón Nacional en Peso Semicompleto. En ese mismo periodo también se coronó como el Campeón Continental de las Américas del Consejo Mundial de Boxeo, organismo que los clasificó en el #15 del mundo.
Tras el triunfo nacional otro promotor lo buscó y firmó con él, pero al poco tiempo se fue de la ciudad y de nueva cuenta se quedó solo, batallando para poder conseguir peleas.
El único nock out que recibió fue abajo del ring. Eso le robó la posibilidad de hacer realidad su sueño de ser campeón mundial.
Hoy reconoce que perdió mucho por dedicarse al box, especialmente tiempo valioso con su esposa e hijos.
Pese a las decepciones el Lic. Rivera no se aparta de los guantes. Estos son parte de su vida. Actualmente desde su gimnasio, se dedica a entrenar personas interesadas en aprender a boxear.
“Enseño a gente que no quiere ser peleadora, especialmente a mujeres que quieren aprender a defenderse, a personas que desean mantenerse en condición… para mi es una gran satisfacción ver como van aprendiendo y transforman sus vidas”, dice.
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