Al sur de la ciudad, rodeada de maquiladoras de nombres extranjeros, la colonia Villas de Salvárcar forma una cuadrícula.
Sólo tiene una entrada que obliga a cruzar un predio sin pavimentar, y una salida que da a una violenta avenida principal. Por los últimos 15 años ésta ha sido la realidad de cientos.
La noche del 30 de enero de 2010, 15 personas, la mayoría de ellos hijos que crecieron en Villas de Salvárcar, fueron asesinadas en la casa número 1310 de Villa del Portal, una de las angostas calles pegadas al predio sin pavimentar.
Hoy sus padres, casi todos empleados de las maquiladoras alrededor, siguen habitando las pequeñas casas frente a la 1310, donde en un inicio había silencio y desconfianza, y ahora están intentando construir nuevas memorias sobre Villas de Salvárcar.
Ante una economía creciente impulsada por la misma industria manufacturera, Villas de Salvárcar fue creada alrededor del año 2000 y ocupada casi de inmediato por obreros y sus hijos aún pequeños, algunos recién nacidos.
El Gobierno de Chihuahua se congratulaba del crecimiento de la ciudad hacia el sur, un crecimiento que significaba que había empleo, que la economía de Ciudad Juárez marchaba bien. Pero en los angostos renglones de aquella cuadrícula maquilera, el caos se veía venir: los padres trabajadores pasaban demasiado tiempo en la maquiladora para ganar muy poco. La vigilancia policial apenas hacía presencia durante algún asalto o algún robo. 15 menores tuvieron que morir para que el mundo volteara a ver la realidad de aquellos obreros y sus hijos, la cuadrícula de Villas de Salvárcar.
A 15 años de fundada, en la colonia casi nada ha cambiado. Un estigma alrededor de esa noche de enero, un impresionante parque y un memorial con los nombres de sus hijos, tal vez es todo lo que se puede decir que ha cambiado. De su realidad, nada.
Los padres siguen ganando 750 pesos semanales por turnos de 12 horas, los hijos que les quedan siguen paseando por calles sin pavimentar, Villas de Salvárcar sigue antojándose lejos de la mancha urbana, las deudas de las familias continúan creciendo, el frío sigue calando duro en invierno y en verano el fuerte calor. La vigilancia policial, de vez en vez.
Pero la colonia ha aprendido una cosa: no se puede esperar nada de un Gobierno que los ha abandonado durante 15 años, incluso después del asesinato de sus hijos, dice Alonso Encina, el padre de José Adrián, asesinado frente a él. Así que ahora su realidad se ha cerrado en torno a ellos.
Las madres han tomado cursos de cocina, de estética, han aprendido a hacer botanas, pulseras y collares, a anunciarse a gritos en la calle y en las redes sociales. Si nadie les va a ayudar a rehacer el tejido social y a sobrevivir con 750 pesos mensuales, entonces tendrán que ser ellos mismos bajo una economía de barrio.
La pequeña lucha por sobrevivir
En el olvido de las autoridades federales y ante la desconfianza de los órganos de justicia, las familias de la calle Villa del Portal han generado su propia economía con la venta de ropa usada, pasteles, menudo, uñas, chicharrones con chile y cuadros.
Aunque la mayoría son empleados de las maquiladoras, los 750 pesos que ganan a la semana no les son suficientes para poder vivir dignamente con sus familias, por lo que desde hace semanas comenzaron sus propios negocios desde la informalidad.
Reina y Alonso perdieron esa noche a su hijo José Adrián Encina Hernández, de 17 años de edad, por lo que después de 20 años de trabajar en la maquiladora Coclisa, el hombre se refugió en la pintura.
Desde entonces, Alonso Encina se ha dedicado a hacer cuadros de polióleo y collares para vender afuera de las escuelas cercanas a su casa, lo cual ya no pudo hacer desde noviembre porque se le descompuso su camioneta Caravan, en la que transportaba sus cosas y ahora se dedica a comercializarlos en su pequeño patio.
Por ello, mientras que Reina vende a sus vecinos frituras, collares y pequeños cuadros que su esposo hace de imágenes como Piolín, El Chavo del 8 y Jesucristo, él encontró en la maquiladora un apoyo a su economía.
“Con las frituras sale para surtir de nuevo, más o menos, sale lo del día; a veces nada, a veces 100, a veces 200 por semana”, cuenta él, quien desde hace una semana trabaja viernes, sábado y domingo un turno especial de 12 horas en la maquiladora Harman.
Las líneas de producción donde se ensamblan las bocinas para automóviles fue la única opción laboral que encontró el hombre, quien durante el verano pasado vendió raspas y quien esta semana tuvo un pedido especial: la creación de dos cuadros de polióleo a blanco y negro con la imagen de dos niños, por los que tuvo un ingreso extra de 240 pesos.
Frente a la casa de la calle Villa del Portal número 1319, donde viven los Encina Hernández, el domingo pasado otra vecina comenzó a vender menudo para combinar su trabajo con la misma maquiladora ubicada sobre la avenida de las Torres.
A unas cuantas casas está Edith Martínez Sánchez, de 38 años de edad, quien después de estudiar en una escuela de belleza decidió poner desde hace tres meses su negocio de uñas.
Con su esposo, dos hijas, su yerno y dos nietas en casa, decidió apoyar al gasto familiar con los trabajos que realiza entre sus vecinos, y cuyo costo va de los 100 a los 300 pesos.
Marisela Rubio, esposa de Jesús Enríquez Miramontes, quien murió hace cinco años, a los 39 años de edad, decidió dejar su trabajo en la fábrica de salsas donde laboraba para trabajar desde hace unos días en el Instituto de Arquitectura, Diseño y Arte (IADA) de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez.
Los fines de semana, también vende ropa usada en la misma calle donde el 2 de febrero de 2010 el obispo de la Diócesis de Ciudad Juárez, Renato Ascencio León, acudió para asegurarles que para sus familiares ya había terminado el dolor, mientras que sus agresores no tendrían paz ni tranquilidad.
Frente a ella se encuentra Adriana Ferma`n, quien debido a problemas de alta presión no puede trabajar, y ha comenzado su propio negocio de pasteles y repostería.
Con mil 600 pesos mensuales de la jubilación de su padre, de 82 años, y su madre enferma, Adriana y su hijo Jonathan decidieron buscar la manera obtener recursos.
“Él ya se va a graduar de Ingeniería en Sistemas y se paga su carrera arreglándoles las computadoras a los mismos vecinos y conocidos”, dijo la mujer, quien hace 15 años llegó de Veracruz, ocho de los cuales ha vivido en la colonia Villas de Salvárcar.
El Delicia de Almendras, un pastel de vainilla con relleno de almendras, es su especialidad, asegura. Los vecinos le pagan 270 pesos por él.
Además de los pedidos especiales, cada domingo hace dos pasteles, cuyas rebanadas venden ella y su mamá por la calle Villa del Portal, en 15 y 20 pesos.
“Los vecinos me recomiendan, todos mis clientes son así. También hago fresas con chocolate y pasteles de fondant, pero me da mucho temor de poner un anuncio y que vengan a cobrarme la cuota, eso me da mucho miedo”, confesó la mujer, quien todavía no olvida el día de la masacre, por lo que prefiere anunciarse a través de Facebook en la página CakeLand Ady.
Villas de Salvárcar, una tragedia anunciada
A unos meses del asesinato múltiple en Villas de Salvárcar, el Gobierno federal realizó un estudio sobre la relación de la realidad económica y social con la violencia en Ciudad Juárez.
En el reporte se detallaba la vulnerabilidad social de los empleados de maquiladora y sus familias.
“El fenómeno de la maquiladora creó la paradoja del crecimiento en Ciudad Juárez, por un lado, generó empleo de baja calificación y derrama salarial de bajos ingresos en la localidad –por la gran cantidad de trabajadores que ocupa–, demanda de infraestructura económico–industrial como parques industriales, vialidades, transporte industrial y servicios (aduanales, y pocos al productor); y por otro, contribuyó a la construcción de la precariedad laboral y a la conformación de una masa trabajadora vulnerable, que fue perdiendo su poder adquisitivo a lo largo de 40 años, al grado de nutrir la formación de cinturones de miseria”, anota el documento.
Esta situación, descrita examinando la realidad social, económica y cultural en Ciudad Juárez desde los años 90 hasta 2009, cuando fue redactado el informe, poco ha cambiado. Si bien durante los años que duró la crisis de seguridad en la ciudad, la situación de empleabilidad empeoró drásticamente, los indicadores para 2014 y las proyecciones para este y el próximo año describen un panorama económico optimista, pero nuevamente sin resolver la precariedad de familias como los colonos de Villas de Salvárcar.
Según datos de la Secretaría de Economía, en Ciudad Juárez, durante 2014, se instalaron 7 nuevas empresas maquiladoras, 15 más que en 2013.
Además, la firma de estadística y economía Manpower, considera que Ciudad Juárez podría tener un aumento de 16 por ciento en empleabilidad en 2015, lo que representa un 2 por ciento más de lo proyectado para 2014.
Sin embargo, la informalidad podría ser un indicador de los problemas sin resolver en la ciudad, los factores de vulnerabilidad que podrían crear otro Villas de Salvárcar.
Según datos de la Dirección de Comercio de Ciudad Juárez, unos 17.4 mil comerciantes –el 30 por ciento del total de 58 mil–, continúan en la informalidad. A ellos se han unido las familias de Villas de Salvárcar.
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