“Ya les vale a la gente que anda haciendo ese trabajo o esas cosas. Ya a ellos les da igual donde los tiren o donde los dejen (los cuerpos). Por decir, pueden llegar y aquí tirármelo aquí afuera de mi casa. No se detienen para nada. A la hora que sea, en pleno día, en la tarde o en la madrugada, como si estuvieran tirando una bolsa de basura”.
Así describe Víctor la situación que vivió cuando a unos metros de su casa en Parajes de San Juan aparecieron los cuerpos de un hombre y una mujer asesinados envueltos en cobijas.
“Ese día de los encobijados era temprano en la mañana. Más tarde fue cuando hallaron a la muchacha de aquel lado del monte, por donde acaba la Talamás”, recuerda.
Tiene 28 años, trabaja como técnico en una maquiladora y lleva toda su vida en Juárez.
Vivir la violencia en carne propia
Para él, como para tantos habitantes de esta frontera, la violencia no es un tema ajeno.
En los años de la crisis de inseguridad, a un miembro de su familia lo “levantaron” policías y días después lo encontraron asesinado.
De acuerdo con lo vivido por Víctor y su familia, las cosas no han cambiado. Son distintos Gobiernos, pero el problema sigue siendo el mismo.
“Antes (en 2008-2009) nomás se dedicaban a desaparecer gente y no se hacía nada al respecto y ahora igual, es lo mismo; por ahí de esas fechas a nosotros nos desaparecieron un familiar, un tío que se llamaba Raúl. Lo detuvieron policías cuando iba con su familia y después lo hallamos muerto, como para un 25 de diciembre”, recuerda.
El desprecio por la vida y la impunidad son los ingredientes de un caldo de cultivo del que Juárez no ha podido zafarse.
Víctor lo describe así:
“Ya es como algo normal, siempre pasa cualquier cosa aquí. Ya de todo hay, ya no nos sorprende (…). Por decir, la vez de los muchachos aquí, llegaron y así a la brava los aventaron ahí. En pocas palabras, ya les vale “cacabada” (…), hacen lo que tienen que hacer y dicen ‘ahí tírelo, al cabo no hay problema’”.
Tiraron el cuerpo de un estudiante
“Amanecimos pisteando y ya a media mañana (el cuerpo) apareció ahí en la casa de enfrente. Estuvo muy raro. Los vecinos dicen que a lo mejor lo venían persiguiendo; yo me levanté como a las 8:00 y vi que estaba acordonado”.
La que habla es Gabriela, una veracruzana regordeta de 38 años que llegó a vivir hace dos años a la calle Monte Antenne, del fraccionamiento Jardines de Roma. El 27 de diciembre del año pasado vio cómo su cuadra se llenó de policías ministeriales.
Ese día en la tapia marcada con el número 1788, frente a donde ella vive, desconocidos tiraron el cuerpo del estudiante universitario Juan Daniel Vargas Ortiz, de 22 años.
En el pasillo de acceso al patio de la vivienda vandalizada, todavía se pueden encontrar botellas vacías, bolsas de plástico y una cuchara de albañilería. El abandono de la autoridad municipal es inocultable.
Como todas las tapias que se quedaron deshabitadas en amplios sectores de la periferia, el lugar se usa para hacer grafitis, prender fogatas, consumir drogas y -de un tiempo a la fecha- dejar cuerpos de personas asesinadas.
A la misma hora que se hace la recolección de imágenes para el reporte periodístico dos patrullas de la policía municipal pasan por el lugar. No se sabe si es una vigilancia oportunista para salir en el reportaje o en realidad esos rondines se hacen con frecuencia.
Cuerpos en tapias: la autoridad, sin avances
Lo cierto es que a la fecha que se hizo el recorrido, 17 de enero de 2021, ninguna autoridad había informado de avances en la investigación de ese y otros homicidios en los que los perpetradores abandonaron los cuerpos en condiciones similares.
Como el de los dos jóvenes que subieron a vehículos de la Comisión Estatal de Seguridad (CES) el mismo 27 de diciembre en la colonia Las Montañas y que apenas la semana pasada encontraron sin vida.
El cuerpo de Irvin Zaragoza, de 27 años, quedó en una casa abandonada de la calle Monte Logan y Montes de Colón en el fraccionamiento Parajes de San Juan, ahí donde vive Víctor.
El de su novia, de 18, lo fueron a tirar a un terreno desértico, un kilómetro y medio más allá de donde termina la avenida Manuel Talamás Camandari. Así el feminicidio atroz en la frontera.
A Irvin y a su novia los encontraron el 13 de enero de 2021. Ese mismo día, a una cuadra de donde hallaron a Irvin, dejaron a otra pareja de personas privadas de la vida en plena vía pública, en una banqueta repleta de matorrales sobre la calle Montes de Colón, del mismo fraccionamiento Parajes de San Juan.
Esos fueron los cuerpos a los que se refirió Víctor, el técnico de maquiladora que ha vivido toda su vida en Juárez.
Lo que hay alrededor de las tapias que se usan como tumbas clandestinas solo es terreno semidesértico. Esa lejanía y abandono lo aprovechan los homicidas para dejar ahí los cuerpos de sus víctimas. Ya ni siquiera les preocupa cavar una fosa. La impunidad rampante los protege.
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