Un grupo de comerciantes de la Zona Centro se unió para llevar a cabo una serie de protestas, debido a ciertas obras que tenían por objeto mejorar las condiciones del primer cuadro de la ciudad.
Los reclamos, incluso fueron llevados al Cabildo y a otras esferas de Gobierno, como lo es el Instituto Nacional de Bellas Artes. Y aunque pareciera que se trata de una historia reciente, la realidad es que esta situación tuvo lugar hace 33 años. Hablamos de “Los Arcos de Lezama”.
Polémicos en su tiempo, incluso desde su construcción, tenían por intención mejorar el aspecto del Centro Histórico de la ciudad y darle un aspecto semicolonial.
Hasta su etapa final, cuando fueron demolidos, al inicio de la década de 1990, se convirtieron en un referente citadino, que incluso fue defendido hasta sus últimas instancias por un grupo de comerciantes del primer cuadro de la ciudad. Sin embargo, los llamados “Arcos de Lezama”, no lograron subsistir –al menos no en su totalidad– ante los embates de la cerrazón e imposición del aparato gubernamental local.
Se construyeron a mediados de la década de los 70
Fue durante la administración del presidente municipal Raúl Humberto Lezama Gil, en el trienio 1974-1977, cuando fueron erigidos, en busca de mejorar el aspecto de la zona alrededor de la Catedral; la obra consistió en la colocación de arcos sobre la avenida 16 de Septiembre, Noche Triste y Vicente Guerrero, para darle a esa zona un toque más tradicional.
La obra causó controversia, ya que mientras el Gobierno de Lezama Gil sostenía que dicha obra permitiría a los peatones y posibles clientes protegerse de las inclemencias del tiempo, un sector de los comerciantes aseguraba que su colocación le restaba a la imagen de espacios icónicos como los entonces activos cines Reforma y Plaza, además de otros establecimientos aledaños.
El principal problema que enfrentaron los arcos, además de lo antes mencionado, fue que al concluir la Administración de Lezama, durante los poco más de 20 años que permanecieron, ni los siguientes Gobiernos ni los comerciantes les dieron el mantenimiento que era requerido.
Como consecuencia, además de presentarse goteras, con el tiempo terminó cayéndose parte de su techumbre, lo que propició el momento ideal para proceder a su derribo, ya que se argumentó por parte de las autoridades, que dichas estructuras ya representaban un riesgo para el peatón.
Comienza la lucha entre comerciantes y autoridades
Fue en mayo de 1991, cuando incluso sin contar del todo con el apoyo de la Cámara Nacional de Comercio, los comerciantes del centro aledaños a los Arcos Lezama, se unieron para demandar que se detuviera su demolición.
En aquellos días, los locatarios habían anunciado el compromiso para remozarlos y dar mantenimiento por su cuenta para que se conservaran como un atractivo.
Ante la inminente intervención del Gobierno local para ser eliminados, se inició una campaña con los visitantes al centro para reunir firmas de apoyo para su conservación.
Para ese tiempo, el entonces presidente de la Canaco, José Luis Gutiérrez Juárez, se pronunció señalando que, si bien en un inicio había apoyado al Municipio, su postura ahora era a favor de los comerciantes, comprometiéndose a hablar con el alcalde en turno, Jesús Macías, para llegar a una solución.
Te escribí una carta y no me contestaste
Como parte de las acciones que los comerciantes organizados del centro de la ciudad llevaron a cabo, además de la recolección de firmas ciudadanas y su total oposición a que los arcos fueran derribados, le escribieron una carta al Cabildo, con la intención de que el cuerpo colegiado interviniera para que fuera reconsiderada dicha acción.
En la carta, firmada por un grupo de comerciantes, también se hacía una solicitud para que el caso se sometiera a una consulta pública y fuera la ciudadanía la que decidiera sobre el tema y el valor de dicha infraestructura.
“De la manera más atenta, los propietarios de comercios ubicados en el centro de la ciudad solicitamos su afanosa intervención, ante el H. Cabildo, para impedir la demolición de los arcos construidos en 1975, bajo la administración del doctor Lezama”, señalaba la carta.
Sin embargo, una semana antes de hacer llegar al Ayuntamiento la petición, la demolición de los arcos ya había iniciado.
“A nuestros abuelos y varios de los actuales propietarios de comercios, se les presentó el proyecto de construir los arcos para darle otra fisonomía a la ciudad, y además de que con dichos arcos se protegería a la clientela de las inclemencias del tiempo”, se mencionaba en el escrito.
Los empresarios recordaron en el texto dirigido al Cabildo, que los arcos habían sido pagados por ellos en un convenio que se realizó durante el gobierno de Lezama, por lo que exigían que fuera reconsiderada la posición oficial.
“La única persona moral que puede decir si dichos arcos tienen un valor histórico es el Instituto Nacional de Bellas Artes y es a ella a quien también se le debió notificar antes que a nadie, el acuerdo del Consejo Municipal de Planeación por demoler los arcos”, indicaba el escrito.
La carta había sido firmada por alrededor de 15 comerciantes del sector, entre ellos La Norma, Farmacia El Fénix, Estilistas Polo’s, Paraíso musical, Ópticas Lazer, Casa de Cambio Financiera, Mueblería La Gitana, Zapatería Osval, Almacenes Reforma y Joyerías El Zafiro, conforme a los registros periodísticos de esas fechas.
No hubo marcha atrás, el Municipio procedió a derribar los arcos
La respuesta que dio el Gobierno municipal en 1991, fue simple: no hay marcha atrás, los arcos se derribarán.
El argumento a la demolición, fue que se contaba con un proyecto para la creación de un corredor turístico con el que se pretendía cambiar totalmente la imagen del centro de la ciudad.
Los funcionarios municipales, Ernesto Mendoza Viveros, director de Obras Públicas, y el titular de Planeación, Roberto Mora Palacios, comentaron sobre las inconformidades de algunos comerciantes del centro. Aseguraron que ellos habían sostenido conversaciones previas con algunos de los locatarios y estaban de acuerdo con la demolición.
Fue tal la aceptación –afirmaban–, que se procedió de manera inmediata, el mismo mes de mayo de 1991, a su retiro, comenzando con los que se localizaban en la avenida 16 de Septiembre, a un costado de la Plaza de Armas.
Roberto Mora, aseveraba en ese entonces que la maniobra con los arcos y la creación del corredor cambiará para bien la imagen de la zona centro de la ciudad.
Además, el tirar los arcos, ya estaba aprobado por el Cabildo y las acciones no se iban a detener hasta darle un nuevo rostro al viejo centro.
No todo se perdió: Frente a la Plaza, los únicos Arcos de Lezama que siguen en pie
Los arcos que fueron construidos durante la administración del exalcalde Raúl Lezama Gil no fueron derribados totalmente. Desaparecieron por completo los que se ubicaban en la calle Vicente Guerrero y la avenida 16 de Septiembre, entre las calles Noche Triste e Ignacio Mariscal.
Solo permanecieron los arcos en la calle Noche Triste, entre la Vicente Guerrero y la 16 de Septiembre, ahí, donde actualmente permanecen, en la zona que es conocida como la calle de los boleros, un espacio donde tradicionalmente recurren los juarenses a lustrar su calzado.
El entonces ingeniero de la Ciudad, Mario Boisselier, comentó que la decisión de dejar los arcos de la Noche Triste fue porque “esos sí daban buena imagen”, mientras que en las calles donde fueron destruidos, los comerciantes de aquel tiempo se habían comprometido a remodelar las fachadas de sus negocios.
Los Arcos de Lezama, aunque solo sea en un pequeño trecho, se mantienen en pie en el centro, entre sus tesoros ocultos.