Ciudad Juárez guarda entre sus calles, en sus paredes, en sus sótanos e incluso en sus azoteas, tesoros ocultos.
Son fragmentos de la historia que han permanecido en silencio, ignorados por la comunidad, en el olvido en algunas ocasiones, pero que están como testigos del pasado y hoy forman parte de un presente lleno de leyendas urbanas.
Sitios que en algún momento formaron parte esencial de la vida de los juarenses y en ciertos casos, espacios que nunca llegaron a ver la luz y cumplir con la función para la que fueron creados.
Y es que Juárez es tan rica en historia pero a la vez, su constante crecimiento y la movilidad de sus habitantes, han hecho que las memorias se vayan disipando, quedando así como tesoros ocultos.
Entre esas historias que el tiempo ha intentado borrar, está la del tesoro bajo el Monumento a Benito Juárez.
El Tesoro del Monumento
Ya en su libro “Monografía Histórica de Ciudad Juárez”, el cronista local Ignacio Esparza Marín, narraba el pasaje durante la víspera de la inauguración del Monumento a Benito Juárez, colocado en la plaza cívica ubicada en el cuadrante que conforman las calles Vicente Guerrero, Constitución, 20 de Noviembre y Ramón Corona.
El Monumento fue mandado construir por el entonces presidente de la República, el General Porfirio Díaz, y formaba parte también de una serie de homenajes al Benemérito de las Américas.
Según la narración de Esparza Marín, personajes acaudalados de aquel entonces, pero también académicos e intelectuales, entregaron prendas y objetos de algún valor, para incluirlos en una cápsula del tiempo que sería colocada debajo de la escultura, donde deben permanecer a la fecha.
Fue durante el programa ‘Imágenes’, transmitido de lunes a sábado por la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, durante el periodo que estuvo como rector Carlos Bernardo Silveyra Saito –entre 1982 y 1985–, que se grabó una edición donde se abordó este episodio, teniendo como invitados a miembros de la Sociedad Chihuahuense de Estudios Históricos; entre ellos Ignacio Esparza, Alejandro Meza, Felipe Talavera, Guadalupe Díaz y Genaro R. Bernal.
Fue este último, quien brindó su testimonio sobre el tesoro bajo el monumento, ya que fue testigo presencial del acontecimiento y recordó con detalle ese hecho histórico, que tuvo lugar un año antes de que el país ardiera en llamas con el levantamiento armado de la Revolución Mexicana, en noviembre de 1910; se colocó la primera piedra del monumento. El General Porfirio Diaz, presidente de la República, visitó Ciudad Juárez, por tal motivo.
Entrevistado por Alfredo De la Torre en dicha emisión, don Genaro R. Bernal, narró que “Corría el año de 1909, yo era estudiante de la Escuela 28, de la calle Constitución y Galeana. Todas las tardes que salía yo, me llamaba la atención el extenso terreno que estaba comprendido al norte, por la Vicente Guerrero, al sur por la 20 de Noviembre, en oriente era la calle Constitución y al poniente las vías del ferrocarril Kansas City-México y Oriente. Este terreno estaba cultivado por chinos que vendían verdura y un buen día vimos que los chinitos desaparecieron. Como a la semana siguiente vimos algún ingeniero que estaba con un piquete de hombres con palas y picos haciendo una excavación circular en el centro del terreno, entonces, nosotros lo que hicimos fue preguntarle al director de la escuela, porque yo estaba en el sexto año, que qué era lo que se iba a hacer ahí entonces fue él que nos informó que se iba a levantar un monumento al benemérito de las Américas, don Benito Juárez”, recordó.
“Excavaron esa especie de fosa circular hasta que encontraron arena, después en una semana empezaron a clavar postes, un martinete de vapor empezó a clavar postes en esa cavidad que habían hecho. Bueno, también nos informó que iba a llegar el presidente de la República, en aquella época don Porfirio Díaz, para venir a inaugurar y poner la primera piedra en el monumento”, añadió.
La visita de Díaz
Bernal recordó que la actividad en Ciudad Juárez para esos días “era tremenda”, en el patio de la aduana se echó un piso para poner ahí el banquete que se iba a dar como parte de la visita presidencial.
“Fue el día 14 de octubre, como les dije yo antes, mi padre trabajaba en el ferrocarril, yo tenía acceso para ir a la oficina de telégrafos y me informé que iba a venir el primer tren. El primer tren era un explorador donde venía la caballada de los oficiales, el XI Batallón de Zapadores. A la 1:30 de la tarde llegó exactamente el tren presidencial, inmediatamente llegó ese tren hasta la 16 de Septiembre y ahí se bajó don Porfirio y se fue a la Aduana. Al director de la escuela 28 le pidieron formar parte de la recepción del presidente Díaz, motivo por el que nos pidió a los alumnos del sexto año que estuviéramos presentes a las 5:00 de la tarde formando valla, en el terreno que se había escarbado.
Una cuchara de plata, un acta y un tesoro
“Muy bien, entonces a las 5 de la tarde formamos la valla y alumnos de la Escuela Particular de Agricultura fueron ellos y nosotros de la escuela. Fuimos los únicos que formamos la valla, a las 5:00 de la tarde llegó el General Díaz acompañado de Enrique Creel, que era el gobernador (de Chihuahua), del General Félix Díaz, en un templete que se hizo ahí a un lado de la excavación. Pues a las meras 5:00 de la tarde, se bajó don Porfirio, muy viejo ya él, de bigote cano y con el cuerpo erguido y dando pasos muy firmes se adelantó hasta llegar a donde estaba una piedra cuadrangular que tenía una excavación en el centro y se había puesto una caja metálica”, añadió.
“Llegó don Porfirio y le entregaron en la mano una cuchara de plata de albañil y con ella puso la mezcla para centrar esa piedra, momentos después, todos los oficiales, generales y los directores de la Escuela de Agricultura empezaron a depositar joyas, relojes, fistoles, anillos, y monedas de aquella época”, recordó don Genaro, para luego mencionar, que en aquella ocasión el discurso oficial lo dio don Rómulo Escobar, de la Escuela de Agricultura.
Además de las joyas que se depositaron en la cápsula, también se incluyó el acta de la erección del monumento. Esa piedra quedó centrada debajo de donde está la columna del monumento, y permanece ahí, como un recuerdo de lo que era la vida hace poco más de un siglo.
En la nítida memoria de don Genaro permanecía aún también el recuerdo de la parada militar ofrecida al general Díaz.
Fotos: José Zamora
“Al día siguiente, a las 10:00 de la mañana fue el desfile, el más impresionante en mi vida de chamaco, ver aquellos oficiales con su penacho blanco, casco estilo alemán, montados a caballo y sobre todo la banda de guerra de la Caballería. Yo no sé si ustedes en alguna ocasión han oído esa marcha, la marcha dragona, es una cosa que… impresionante que se siente uno como mexicano”, dijo. A las 11 de la mañana, partió el tren presidencial rumbo a la capital, dejando tras de sí, una columna