Imagine un sistema de transporte elevado a diez metros de altura que pudiera conectar los centros históricos de las ciudades de Juárez y El Paso.
Un tren elevado que en cuestión de minutos pudiera trasladarlo entre un punto y otro de la frontera, sin largas filas y la posibilidad de hacer recorridos por puntos estratégicos comerciales, culturales y de entretenimiento.
La idea de mejorar las condiciones de transporte público no es nueva en la región fronteriza, ni se remite a una mera estrategia política, sino que ha sido un anhelo entre los habitantes de ambos lados de la frontera, e incluso el sueño de conectar a las ciudades hermanas, ha cobrado tintes cosmopolitas y dignos de una película de ciencia ficción.
Pero este sueño futurista arriba descrito en realidad fue un proyecto que estuvo considerándose entre los gobiernos de ambas ciudades aunque nunca, como muchos otros, se llegó a concretar.
Fue hace poco más de medio siglo cuando existió un proyecto, que de haberse llevado a cabo hubiera cambiado no solo la fisionomía del primer cuadro de la ciudad de ambas comunidades, sino también la manera de concebir la frontera entre ambas naciones.
El proyecto denominado Sistema de monorriel entre El Paso y Ciudad Juárez fue desarrollado en sus puntos fundamentales en un texto publicado por la firma Stephen W. Kent, A.I.A.P.E. Arquitectos–Ingenieros–Diseñadores, en agosto de 1965.
Esos años, eran los que Juárez se consideraba como el número uno en materia turística. El auge económico derivado de su atractiva vida nocturna, la fiebre de los divorcios exprés que permitía a los esposos separarse en cuestión de horas, así como la presencia de bases militares en el lado estadounidense, habían colocado a Juárez como un polo económico de gran empuje en la región.
Con una población estimada en 350 mil habitantes, entre ambas ciudades se estimaba que se contaba con tres cuartos de millón de habitantes en la región Juárez–El Paso.
Preveían transporte rápido y seguro
El auge turístico era el propicio para que los visitantes pudieran ser cautivados con la cultura de México a través de su tiendas, parques, misiones y oficinas gubernamentales.
El plan consistía en realizar un sistema de transito que pudiera conectar de manera rápida y segura las zonas comerciales de ambas ciudades, las áreas que hoy se conocen como centros históricos.
Para este fin se propuso implementar el sistema de monorriel de la empresa de transporte francesa Safege, el cual fue diseñado para el tránsito rápido, y consistiría en la creación de una vía elevada por la que el vagón (o tren) circularía de manera independiente al tráfico vehicular habitual.
El sistema propuesto funcionaba con llantas neumáticas, estando motor y ruedas dentro de un riel cerrado y se planeaba diseñar de manera especial la instalación de los pilares que sostuvieran el monorriel, de manera que no se vieran afectadas ni comunicaciones ni edificios cercanos.
Para este proyecto se construirían dos estaciones de abordaje/descenso, una de las cuales hubiera sido colocada en las inmediaciones de la plaza San Jacinto, en El Paso y la otra, cerca de la plaza de toros Alberto Balderas, en Ciudad Juárez.
El sistema pretendía brindar servicio tanto a visitantes turísticos como a la población local que quisiera trasladarse a su escuela, trabajo o de compras.
El grupo que se encargaría de patrocinar el proyecto en el lado norteamericano fue denominado International Monorail Corporation, mientras que en el lado mexicano se le denominó Transportes Monorriel Internacionales, S.A.
Todos pretendían el monorriel
Según el documento donde se imprimió el proyecto, se contaba con el apoyo de la comunidad fronteriza para llevarlo a cabo, tanto así que por parte de el Ayuntamiento de El Paso se concedió una franquicia por 30 años para la instalación y funcionamiento del sistema de monorriel binacional.
La adquisición de esta concesión en Ciudad Juárez se espera de un momento a otro. cita el penúltimo párrafo del documento, que en este 2016 cumple 51 años.
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