• El auge de la construcción vertical en Ciudad Juárez choca con una realidad ignorada: buena parte de la localidad se asienta sobre una falla geológica activa y un suelo inestable
• Expertos advierten que ni las torres nuevas ni los edificios viejos están listos para resistir un temblor
Francisco Luján | 31 julio, 2025
Ciudad Juárez presume hoy un nuevo perfil urbano. Torres de departamentos, edificios de oficinas y centros comerciales de múltiples niveles comienzan a dominar el paisaje, sobre todo en las zonas de mayor plusvalía. El crecimiento vertical es visto como símbolo de progreso, modernidad y aprovechamiento inteligente del espacio urbano.
Pero hay una verdad enterrada bajo ese concreto que nadie —ni autoridades, ni desarrolladores, ni residentes— parece dispuesto a mirar de frente: la ciudad crece sobre una falla geológica activa y sobre un suelo históricamente inestable.
El riesgo sísmico, aunque invisible, está presente. Y podría —no se sabe cuando— volverse tragedia.
Óscar Dena Ornelas, geólogo, físico y jefe del Departamento de Ciencias Geológicas de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ), ha estudiado durante años la actividad tectónica de la región. Lo que sus investigaciones revelan debería bastar para replantear el modelo urbano de la ciudad.
“La falla de la montaña Franklin no es hipotética ni está dormida. Cruza desde El Paso hacia el Centro Histórico de Ciudad Juárez. Se desliza silenciosamente, pero es activa”, advierte.
Esa falla, que parte las dos ciudades fronterizas, es capaz de generar sismos de magnitudes perceptibles y peligrosas, explica el especialista.
Más preocupante aún es que el 95 por ciento del territorio juarense está asentado sobre suelos aluviales, un material suelto acumulado por el antiguo cauce del río Bravo.
“Eso significa que el suelo puede amplificar las ondas sísmicas. No es lo mismo un temblor sobre roca firme que sobre relleno inestable. Y aquí casi todo está sobre relleno”, añade el geólogo.




Construcciones que desafían la física
A decir verdad, el auge vertical en Ciudad Juárez no ha sido acompañado por un escrutinio técnico acorde al riesgo. Edificios de 10, 12 y hasta 20 pisos se levantan con rapidez, sobre todo en zonas como el Pronaf, el corredor Gómez Morín, Campos Elíseos o la Ejército Nacional.
Para el especialista, esto es preocupante. “Un edificio alto es más vulnerable al movimiento sísmico. Sufre lo que llamamos ‘efecto de péndulo invertido’, que puede provocar oscilaciones estructurales severas si no está bien diseñado y construido”, explica.
Aunque la normatividad de construcción antisísmica existe en el país, su aplicación local es difusa, poco clara o incluso ausente. No hay evidencia de que los nuevos desarrollos inmobiliarios estén obligados a demostrar su resistencia sísmica o que se les someta a pruebas estructurales independientes.
El otro rostro del riesgo: lo viejo y olvidado
No solo los desarrollos nuevos están en peligro. Los edificios antiguos, muchos de ellos habitacionales, podrían ser aún más vulnerables.
Casos emblemáticos como los multifamiliares de la avenida Insurgentes o las viviendas de adobe en el barrio de La Chaveña representan una bomba de tiempo. Ambos puntos están mapeados como zonas de alta peligrosidad sísmica desde 2013, pero no han recibido atención ni intervención estructural alguna.
“Esas construcciones fueron levantadas sin normas, sin cálculo estructural y muchas ya muestran grietas, humedad y desgaste evidente. Su colapso ante un temblor es muy probable”, advierte el experto.
Incluso instituciones públicas como el Centro Escolar Revolución, ubicado cerca del Centro Histórico, están en la lista de estructuras vulnerables. Se trata de un edificio con más de medio siglo de antigüedad, y lo separan apenas 500 metros de la traza de la falla de la montaña Franklin, menciona.
Las áreas más expuestas no se limitan al primer cuadro de la ciudad. El suroriente de Juárez —donde se ha dado un fuerte impulso a la vivienda económica, plantas maquiladoras y centros comerciales— también representa un foco rojo.
Colonias como Riberas del Bravo, El Barreal, Parajes del Sur y zonas cercanas a La Cuesta fueron edificadas en su mayoría sobre suelos blandos y húmedos, remanentes del antiguo lecho del río Bravo. Esto no solo representa riesgo sísmico, sino también de licuefacción del terreno en caso de un sismo fuerte.
Zonas como Anapra o El Jarudo, al oeste, son de las pocas con base rocosa estable. Pero el desarrollo urbano no se ha dirigido hacia allá.
Omisión oficial, riesgo colectivo
A pesar de que el Mapa de Peligrosidad Sísmica de Ciudad Juárez existe desde hace más de una década, las autoridades municipales no han implementado un plan de inspección estructural para edificios en riesgo, ni antiguos ni nuevos.
Tampoco se exige que las nuevas obras verticales presenten estudios geotécnicos o pruebas de resistencia ante sismos. En la práctica, cualquier empresa puede construir en zona de falla sin supervisión especializada.
“La sociedad debe ocuparse, no solo preocuparse. Un temblor de magnitud 4.5 o 5 aquí, que sería moderado en otra parte, puede causar una catástrofe local si ocurre en la zona equivocada y en la hora equivocada”, enfatiza Dena.
La Ley General de Protección Civil obliga a los municipios a identificar y mitigar riesgos naturales. Pero en la práctica, los permisos de construcción parecen privilegiar el desarrollo económico sobre la prevención de desastres.
Revisarlo todo, antes de que sea tarde
En caso de colapso por sismo, ¿quién se hace responsable? ¿El desarrollador? ¿El constructor? ¿La autoridad que otorgó el permiso?
Hoy, esas preguntas no tienen respuesta clara en Juárez. No hay reglamento local que exija un peritaje estructural periódico ni que obligue a reforzar estructuras vulnerables.
El crecimiento vertical está ocurriendo sobre un vacío legal, un desconocimiento técnico y un silencio institucional que pone en riesgo vidas humanas.
“Todo lo demás, lo nuevo y lo viejo, debe revisarse”, sentencia el geólogo de la UACJ. Su advertencia no es alarmista: es científica.
La tierra bajo Ciudad Juárez se mueve, aunque lo haga despacio. Pero en geología, el tiempo no se mide en semanas ni en años. Se mide en ciclos. Y el siguiente movimiento puede estar más cerca de lo que creemos.
Si no se revisan, refuerzan o incluso derriban los edificios inseguros, el desarrollo vertical de Juárez podría terminar siendo su talón de Aquiles.
Crecer no debe significar caer.
