A 26 años de la victoria de los ciudadanos de México y los Estados Unidos que se opusieron a la instalación de un tiradero nuclear en Sierra Blanca, activistas ambientales recalcan la importancia de mantener la memoria histórica de esa lucha para que así las nuevas generaciones continúen protegiendo el medio ambiente.
El 22 de octubre de 1998 la Comisión de Conservación de los Recursos Naturales de Texas rechazó el proyecto de los estados de Maine y Vermont, al norte de Estados Unidos, que buscaba instalar un basurero nuclear en el poblado texano de Sierra Blanca, ubicado 25 millas al norte de los límites con México.
El riesgo que implicaba para la salud y el bienestar de la comunidad fronteriza provocó que por primera vez se unieran las ciudadanías a ambos lados de la frontera, para conjuntar los esfuerzos que finalmente lograron derribar el proyecto.
Félix Pérez, ambientalista juarense, comentó que a finales de los 80, se tenía un proyecto por parte de los estados de Maine y Vermont con Texas, y en particular con el poblado de Sierra Blanca, en el condado de Hudspeth, al oriente, muy cercano a El Paso, Texas.
“Era un proyecto para instalar un confinamiento, que en realidad era un cementerio nuclear en Sierra Blanca, donde iban a enterrar ahí la basura nuclear traída de esos dos estados. Iba a cruzar toda la unión americana hasta llegar a la frontera, obviamente con el riesgo de dañar con algún accidente que pudiera ocurrir por la vía que trajeran los desechos nucleares, un accidente grave irremediable, porque la radiación dura muchísimos años causando daños irreversibles y terribles”, estableció el activista ambiental.
Mencionó que el terreno comprado por el estado de Texas donde estaba proyectado instalar el tiradero nuclear, se encuentra a unas 25 millas de la frontera con México, y específicamente a la altura de San Agustín, en el Valle de Juárez, en hechos que se dieron durante el período en que George Bush era el gobernador texano.
El proyecto inmediatamente fue rechazado por la comunidad a ambos lados de la frontera, donde comenzaron a darse protestas en escuelas y puentes internacionales, encabezados por activistas como Richard Boren y Bill Addington de Sierra Blanca, y en Juárez por Manuel Robles, fundador del Museo de San Agustín;, Judith Galarza; el director de la Escuela de Agricultura Hermanos Escobar, Marcos López Torres y el mismo Félix Pérez, con el apoyo de periodistas y diversos grupos sociales y ambientalistas en ambos países.
“Obviamente, algunas personas de Sierra Blanca desconocían la magnitud del problema, y más porque quienes promovían el proyecto les ofrecían muchas cosas para aceptarlo, lo que incluía hospitales, ambulancias, escuelas y trabajos. Algunas personas estaban muy de acuerdo, pero hubo una resistencia también muy fuerte encabezada por Bill Addington y Richard Boren”, recordó el ambientalista juarense.
Dijo que esos dos activistas lograron conectarse con organizaciones de otras partes del mundo, que permitieron que se visualizara la situación y se diera una condena internacional al proyecto con el que, decían, se violarían tratados internacionales al colocar el depósito tan cercano a la frontera con México.
“El movimiento fue creciendo. Ya había algunos organismos en los Estados Unidos, incluso desde Maine y Vermont, que cuestionaban la idea de que Sierra Blanca se encontraba en un punto desértico sin riesgos. Esto llegó hasta México y aquí nos organizamos para apoyar esa resistencia”, rememoró Pérez.
“Se libró una lucha en términos un poco desventajosos al principio. Poco a poco se fue fortaleciendo la resistencia de tal manera que se consiguió un abogado defensor. Se hicieron varias audiencias en El Paso y Austin. También se tuvo la colaboración de varios científicos que sabían y que dieron a conocer los daños que podría ocasionar ese tiradero, que también presentaron una fuerte resistencia a su creación y contravinieron la opinión de los científicos que Maine y Vermont trajeron para supuestamente probar que no habría ningún riesgo, pero ya había otros cinco o seis lugares con proyectos parecidos en los que ninguno había tenido la seguridad que prometieron”, recordó.
Finalmente, el 22 de octubre de 1998, la Comisión de Conservación de los Recursos Naturales de Texas, rechazó el proyecto estadounidense que buscaba instalar un basurero nuclear en el poblado texano de Sierra Blanca, un triunfo indiscutible de la voluntad de la sociedad en los dos países.
Sierra Blanca, un triunfo ciudadano
El activista ambiental Félix Pérez comentó sobre lo que significó y significa aún hoy ese triunfo ciudadano y comunitario sobre el poder del Estado y los intereses de los grandes corporativos.
Recalcó la importancia de lo que sucedió con Sierra Blanca por el reconocimiento internacional que recibió esa lucha desigual, que, dijo, demostró de manera importante la unidad de las ciudadanías de dos naciones opuestas a un proyecto que atentaba contra la vida.
“Lo que estamos haciendo ahora después de 26 años de ocurrido es mantener la memoria histórica de esta lucha, es decir, la importancia es que las nuevas generaciones desconocen gran parte de lo que sucedió, aunque muchos de ellos participaron de niños porque hubo una gran resistencia en los puentes internacionales también y a donde salieron los niños de muchas escuelas, y esto es importante que lo sepan y que lo recuerden”, consideró.
“Muchas nuevas generaciones que no saben que esto sucedió, queremos que estén pendientes también y protejan el medio ambiente como se hizo en el caso de Sierra Blanca”, concluyó Pérez.
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