Hace aproximadamente un año se comenzaba a escuchar en las noticias sobre un virus que tenía en aprietos a China. Ya van más de ocho meses desde que las clases en todos los niveles tuvieron que mudarse a una modalidad virtual. Mis compañeros de la universidad y yo podemos considerarnos afortunados al contar con acceso a Internet y algún dispositivo para conectarnos a nuestras clases; además somos mayores de edad, y podemos encontrar la manera de costear esas herramientas que nos permitan continuar con nuestros estudios durante la pandemia.
Nuestra realidad como estudiantes puede ser muy reconfortante; pero a pesar de que nuestra carrera, el periodismo, nos exige estar enterados de te todo aquello que acontece y de lo que adolece nuestro entorno, a veces entre el trabajo, las tareas podemos llegar a perder esa conexión con quienes necesitan que hablemos por ellos a través de nuestro oficio. En este caso estoy hablando de todos aquellos niños que se educan en escuelas públicas, cuyos padres deben salir a trabajar a pesar de la pandemia y entrar en contacto con un gran número de personas en un espacio cerrado, como una maquila o un supermercado.
Sentí la necesidad de platicar con algún maestro o maestra, preferentemente de primaria, para que me contara su experiencia dando clases virtuales. Es perezoso de parte de cualquiera pensar que los problemas de un maestro se limitarían a mantener la atención de los alumnos a través del monitor, pero la realidad es mucho más sombría y algo desesperanzadora.
Para platicar, quise contactar a Aimé, Aimé Cañas Sifuentes. Ella es maestra, en el aula y en la vida; me atrevo a afirmarlo porque fue luego de una conversación con ella, cuando éramos compañeros en un curso de inglés, que me di cuenta de la importancia de retomar mis estudios. Yo había abandonado la preparatoria.
Aimé, siempre espontanea, ocurrente, siempre ha expresado sus pensamientos sin filtros de formalidad o seriedad. Le gustan los videojuegos, y para todos los que hemos tenido el gusto de convivir con ella, siempre tiene una sonrisa en la cara acompañada de un comentario positivo.
Pero no hay que dejarse engañar por su manera de ser tan relajada, porque es madre de familia y ejerce mano dura con sus hijos, según lo que ella me contó. La verdad no lo dudo ni un poco.
Ya pasaron más de 3 años desde que terminamos ese curso de inglés donde nos conocimos, pero gracias a las benditas redes sociales, se podría decir que hemos permanecido por medio de comentarios en memes. En esta ocasión necesitaba que ella me hablara de su trabajo en estas circunstancias tan complicadas. Durante la llamada telefónica, después de la camaradería que complementaba el saludo, una atmósfera como de luto, solemnidad y tristeza se apoderó de la charla.
¿De qué grado eres maestra, Aimé?
-De tercer grado, en la escuela primaria Amador Hernández Arredondo.
¿En dónde está ubicada esa escuela?
-Está entre Ramón Rayón y bulevar Zaragoza.
¿Ya estabas ahí desde que las clases pasaran a la modalidad virtual?
-Sí, ahí empecé el ciclo escolar. Tenía 8 meses cuando nos mandaron a casa.
-Es tercer año, ¿los niños se conectan solos? ¿Sus padres están con ellos durante la clase?
-Mira, el detalle es este: los niños no están solos y no se conectan solos. Los ayudan los papás, y desafortunadamente la mayoría no se está conectando.
-¿Y qué va a pasar con esos niños que no se conectan?
-Estamos tratando de enviarles trabajos o actividades por WhatsApp a los papás, para tener con qué evaluarlos, pero realmente no ha habido mucha respuesta.
-¿De cuántos niños es tu grupo?
-Tengo 22 en mi lista; pero, para serte sincera, solo 10 se conectan.
-¿Cómo has notado a la administración de tu escuela? ¿Se involucra y busca soluciones?
-La veo despreocupada, mejor dicho, y no busca soluciones. Nada más nos dicen que busquemos a los papás.
-¿Hubo alguna junta con los padres de familia antes de que se cancelaran las clases para hablar del cambio de modalidad?
– No. Sabes que fue de sopetón. Haz de cuenta que la semana del 13 de marzo empezó a difundirse la noticia ya en forma, y en cuanto pasó eso, nosotros ya casi no teníamos niños en los salones porque muchos de los padres empezaron a enfermarse. Realmente no tuvimos oportunidad de reunirnos con papás. La última semana de clases solo tuvimos a 2 o 3 niños en las aulas.
Tememos que algunos de los padres de los niños que ya no se conectaron a clases hayan tenido consecuencias fatales, porque al menos de los que sé, tengo a 6 familias con complicaciones graves por Covid-19, y ellos sí me dijeron que no iban a poder atender nada referente a la escuela.
-Imagino que habrá algún tipo de rezago en los niños, ¿Van a recursar algunos de ellos?
-Legalmente no van a poder recursar. La orden es de no reprobarlos, hay que tenerles consideración; y es algo muy humano por la situación que se vive. La orden está en hacer lo posible por no reprobarlos. Lo que sí, es que, sí van a tener muchas deficiencias, muchos huecos de conocimiento importantes, y cuando volvamos a presenciales vamos a tener que retomar todo eso, ponerlos al corriente. Ese será el reto.
-Suena algo grave.
-Es muy grave, Joel. Estamos realmente en crisis. Ahorita estamos viendo volúmenes, prismas rectangulares y cuadrangulares. ¿Cómo se los explicas a 3 niños hoy, mañana a otros dos, y luego a así a todos a diferentes horas? Así los tengo repartidos durante todo el día. No es lo mismo que puedan ver una figura a que tengan que imaginársela. Así no pueden aprender bien; además en su casa no cuentan con los materiales para hacer un cubo.
Ahora se trata de que los niños sean autodidactas, y los niños no saben ser autodidactas, están acostumbrados a que uno les resuelva todo. Por eso mis sesiones a veces duran hasta una hora. Hay contenidos muy importantes, de los que los niños se van a ir completamente en blanco.
-¿Qué me dices de las clases transmitidas por televisión?
-Las clases por televisión están… bien ñoñas. Todos los padres me han dicho eso. Yo las estuve viendo al inicio. Veo algunas de las repeticiones para saber el contenido. Están padres, muy prácticas; el problema es que para las actividades les piden materiales muy raros. Máscaras de teatro o balanzas, materiales que el niño no va a poder conseguir en el momento y así pierde la actividad del día.
-¿Tú das las clases de todas las materias, cierto?
-Sí. Impartimos español, matemáticas, ciencias naturales, cívica y ética, y se adjuntaron otras dos: socioemocional y vida saludable, enfocadas a ver el estado de ánimo de los niños por todo lo que están viviendo y a que los niños mantengan actividades físicas y buena alimentación.
-Me comentas que todos los días le mandas mensaje a los padres. ¿Dirías que las familias de tus alumnos están respetando el confinamiento?
-No, no lo están respetando porque tienen que trabajar y conseguir el sustento diario. Los niños se quedan solos o encargados con la vecina, la tía, el hermano mayor.
-¿A qué se dedica la mayoría de los padres de tus alumnos?
-Trabajan en maquila. 21 son operadores, y solo en el caso de un niño la madre es enfermera.
-¿Los niños te platican qué sienten con todo esto? ¿Perciben la magnitud de lo que ocurre?
-Sí lo perciben. Me han dicho que tienen miedo, me preguntan si yo también compro tanques de oxígeno, me preguntan si yo también tengo familiares que no puedo ver. Me platican que tal familiar se les murió y saben que hay algo ahí afuera que está ocasionando que la gente muera.
– ¿Y tú qué le dices a los niños cuando te cuentan todo esto?
– ¡Híjole, Joel! Pues a uno no le queda más que decirles la verdad. Les digo que se cuiden, que se alimenten bien y que hagan ejercicio. El profe de educación física es un excelente maestro. Mis respetos. Les encarga actividades que pueden realizar con su propio peso y también habla con los niños sobre la importancia de alimentarse sanamente. Los niños ya nos han platicado que dejaron de comer papitas y tomar soda, que comen muchas frutas porque no quieren que les pase lo que a su tío o su abuelito.
-Recuerdo que cuando yo era niño, a los 8 años, no podía esperar para salir de clases y salir a jugar con mis amigos. No me imagino lo difícil que debe ser para un niño que se le prive de eso.
-Muchos al inicio se quejaban de estar encerrados, pero tuvimos que cambiarles la idea. Los convencimos de que no estaban encerrados en su casa, sino a salvo en su casa, seguros en su casa; porque no es un encierro, es una manera de estar a salvo.
-En esos casos seguro hasta les toca a ustedes hacer de psicólogos.
-Sí, y a veces te quedas con toda esa carga emocional que proyectan en sus trabajos, por ejemplo, de cívica y ética, donde cuentan todo lo que pasa en sus casas. Y uno no puede hacer como que no pasa nada, como si el niño no hubiera escrito lo que escribió; a veces te quedas toda la noche pensando y repensando en lo que están viviendo los niños. Uno trata de ayudarlos a cerrar los ciclos, sobre todo con los que han perdido familiares, porque sí hay algunos en el grupo.
-Tarde o temprano va a llegar una vacuna y podremos retomar nuestras actividades y volverán las clases presenciales, ¿Crees que de alguna manera el encierro va a repercutir en los niños a la hora de socializar?
– No. El ser humano es sociable por naturaleza. En donde los niños van a batallar es en retomar la rutina, en seguir los establecimientos de horarios y el cumplimiento. Todos los papás estamos siendo muy laxos con los horarios de nuestros hijos durante la contingencia. Esta generación va a batallar en seguir reglas, en cumplir con lo establecido, con los tiempos y formas. No les estamos exigiendo nada.
Aimé, como ya lo dije, también es madre, y me ha contado que su casa es una casa de locos. Todo el mundo frente a un monitor y yo la felicité por el buen servicio de Internet que seguro tiene contratado.
Joel Iván Gómez Cruz
Es estudiante del octavo semestre de la carrera de Periodismo de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez. Actualmente es colaborador del portal El Foráneo.
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