Dulciflor, hija de familia, muchacha honesta y casta, tuvo la desdicha de prendarse de un tal Pimpo, sujeto de arrabal que solía aprovecharse de sus enamoradas. Le dijo el barbaján: “Si en verdad me quieres deberás ir a todos los departamentos del edificio en que vivo, empezando por el primer piso