Como equilibristas los «segunderos» del centro se mantienen firmes para no caer a los abismos de la fase 3 del coronavirus; el del contagio por COVID-19 o la extinción económica, con una premisa que expresa uno de ellos: «acción no conmiseración».
Aunque el silencio deja caer su peso en algunas zonas y la soledad se percibe, los comerciantes informales, se mantienen en la raya con la venta de ropa usada, utensilios de cocina, juguetes, muebles, línea blanca y electromésticos.
La Guadalupe Victoria, Santos Degollado, Ramón Aranda, Mauricio Corredor y la Rafael Velarde, en los límites fronterizos del centro histórico de la ciudad, son sede de la vieja tradición de los juarenses que habitan el poniente, que «bajan» a surtirse.
«¿Pos qué hacemos en la casa nomás tristeando?», pregunta Enrique Robledo, propietario de una tienda de ropa usada, en un complejo comercial de pequeñas casas antiguas, con extensiones hacia callejones techados con láminas.
«Aquí no esperamos que el gobierno venga a darnos dinero pa’ meternos a nuestras casas, como los ruteros que andan en el circo que les perdonen los impuestos; nosotros trabajamos, andamos en la acción no en la conmiseración», fustiga el comerciante.
Don Enrique vende pantalones de mezclilla en 20 pesos, camisas hasta en 10, camisetas, ropa deportiva, para ciclistas y futbolistas, juego de cubiertos: cucharas, tenedores y cuchillos de cocina, trabajados en la alforja con metal.
«Vende el que todavía tiene, porque los puentes están cerrados, las venaditas (camionetas Van) ya no pasan con las pacas de ropa; uno que otro que surte y que viven en El Paso, pero con poquito, ya no se compra por mayoreo», Enrique da informes sobre la fayuca.
Los que de plano cayeron al abismo de la extinción, por lo menos temporal, son los puestos instalados en el estrecho callejón Guadalupe Victoria, donde se vendía fayuca de marca, Abercrombie & Fitch, Tomy Hilfiger, CK y la finísima Aeropostale.
También sucumbieron ante el coronavirus, los objetos de fabricación china, guaraches desechables, cosméticos, perfumes tan volátiles como el propio virus, zapatos unitalla, paquetes de calzoncillos, de calcetines, imágenes guadalupanas y bolsas para mujer.
Diana Sánchez, lideresa de comerciantes afiliados a la Confederación Nacional de Organizaciones Populares (CNOP), menciona que el desplome causado por el COVID.19 es de un 95 por ciento en la zona.
«Nos movemos entre un dos y un cinco por ciento de ventas, esto, cuando nos dejan, porque a veces vienen los de Comercio y de Salubridad y nos cierran», denuncia la famosa líder del casi extinto Revolucionario Institucional (PRI).
«Yo no dejo de pedirles que se tapen la boca, si no tiene un cubrebocas, por lo menos con un pañuelo o que se suban la camiseta hasta la nariz», recomienda medidas epidemiológicas la dirigente del PRI.
«Clientes siempre hay», afirma Celestino Robledo, hermano de Enrique. Llegan las familias a hacer las compras de temporada, playeras, ventiladores portátiles, camisas de manga corta, sartenes y hornos de micro-ondas.
En las segundas no se ha detenido la vida, aquí se comercia todo tipo de productos, sobre todo los esenciales para los calorones que ya se asoman, entre el equilibrio de no caer en el contagio o en la extinción económica. Es un volado.
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