Ya estamos en pleno verano, se avecinan las vacaciones, hay cosas por hacer, pero tampoco tantas para no empezar agobiado el segundo semestre del año. Hay que buscar bebidas refrescantes y disfrutar hasta donde sea posible el calor. Siempre es un buen momento para leer, pero en esta época quizá no se busque una novela voluminosa, no obstante, tampoco queremos que sea insustancial. Una estupenda obra para esta temporada es Seda (1996) de Alessandro Baricco.
Esta novela a partir de capítulos muy breves, cuenta la historia del comerciante de gusanos de seda Hervé Joncour, quien realiza viajes y estancias complicadas en varios países hasta llegar al centro de la producción de los gusanos de la seda en Japón. Este exitoso comerciante del siglo XIX de la Francia meridional se va a encontrar con un mundo seductor y atractivo en el país asiático que lo llevará a poner en jaque el matrimonio con su esposa Hélène.
Varias cosas me maravillan de esta obra, pero quiero destacar algo que recordé mientras escuchaba un podcast en que hablaban de El Gatopardo (1958) de Giuseppe Tomasi di Lampedusa y era que una de las lecturas propuestas versaba acerca del problema de la Historia. ¿Cómo contar lo que ha pasado? ¿Cuál es el sentido del pasado y cómo se da cuenta de él? Pues bien, en la novela de Baricco se puede leer en finos trazos la historia del comercio de seda en Europa, los circuitos comerciales decimonónicos y la sociedad de la época.
Aquí un pasaje de la novela en que Hervé trae un presente de los viajes para su esposa: “A su mujer, Hélène, le trajo de regalo una túnica de seda que ella, por pudor, nunca se puso. Si se sostenía entre los dedos, era como coger la nada”.
Así es como se sienten las páginas de esta novela, suaves, delicadas, traen un remanso con su lectura y podría ser la obra indicada para leer en la tumbona, mientras se bebe un refresco, algún café helado y se mitiga el calor veraniego.
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