En la política mexicana hay torpezas… y luego está lo que hizo la secretaria de Gobernación. Lo suyo ya no es falta de tacto, sino una mezcla peligrosa de inmadurez política con la suficiencia del burócrata que nunca ha pisado lodo, pero quiere dirigir a quienes viven hundidos en él. Y claro, terminó incendiando —literal y metafóricamente— un conflicto que pudo resolverse con dos cosas que escasean en este gobierno: experiencia y voluntad política.
Porque basta recordar: antes de que los campesinos bloquearan rutas nacionales y tomaran cruces internacionales, no pedían milagros. Pedían diálogo, claridad y un trato digno. Pedían que no los arrinconaran con una Ley de Aguas que huele a centralización disfrazada de “modernización”, ni con precios del maíz que no alcanzan ni para cubrir los insumos. Pedían seguridad para los transportistas que son carne de cañón en carreteras federales tomadas por el crimen.
¿Qué recibieron a cambio? Regaños. Advertencias veladas. Y la joya de la corona: la secretaria de Gobernación insinuando que entre los manifestantes había personas con carpetas de investigación o antecedentes criminales. La vieja táctica del “te criminalizo para desactivarte”. Un clásico del autoritarismo latinoamericano.
Pero le salió el tiro por la culata. Tanto así que la propia presidenta Claudia Sheinbaum tuvo que salir a aclarar lo que la secretaria quiso decir. Una vergüenza política innecesaria.
Los agricultores no se intimidaron. Eraclio “Yako” Rodríguez, en plena reunión en Segob, soltó una frase que ya es histórica: “Si no hay una respuesta clara y contundente… mete al Ejército y mete a la Policía; no nos vamos a salir”.
Desde Chihuahua, más de mil productores tomaron los cruces internacionales. Vinieron de Jiménez, Ascensión, Bocoyna, Namiquipa, Benito Juárez, Flores Magón… gente que sí sabe lo que es trabajar la tierra y no vivir de discursos reciclados.
¿Por qué llegaron tan lejos? Porque la famosa “mesa de diálogo” que presume Segob no avanza. Porque los funcionarios del campo tienen la sensibilidad de una piedra volcánica. Porque mientras Segob dice que “no había motivo para bloquear”, el país vio 29, 40… o quién sabe cuántos bloqueos, dependiendo si uno cree al Gobierno o a la realidad.
Y porque el campo mexicano está cansado —cansadísimo— de ser ignorado, manipulado y utilizado como accesorio político.
Lo grave del asunto
La secretaria de Gobernación mostró su peor rostro:
– Desconectada del país real
– Soberbia en el tono
– Torpe en la estrategia
– Incapaz de medir consecuencias
Y remató con la infantil idea de que acusar a los manifestantes de tener “carpetas” los iba a amedrentar.
El problema es que no lidia con estudiantes, sino con hombres y mujeres que han sobrevivido sequías, heladas, deudas, crimen organizado, créditos impagables y Gobiernos que prometen mucho y cumplen nada. Asustarlos “con el petate del muerto” es tan inútil como querer espantar a un minero con oscuridad.
La presidenta tuvo que intervenir públicamente para corregir la torpeza. Y eso, en lenguaje político, significa que la confianza está fisurada.
Este es el punto que debería preocupar en Palacio Nacional: El conflicto escaló porque los dos encargados de atenderlo no saben atender conflictos.
Cuando falta la voluntad política
El Gobierno presume que ha tenido “200 reuniones”. Qué bueno. Pero el país ya se dio cuenta de que muchas son reuniones para la foto, para el boletín y para la narrativa oficial. Lo que los campesinos están exigiendo es solución, no reuniones interminables, ni café frío, ni funcionarios que salen tres minutos a leer fichas técnicas para luego afirmar que “no hay motivo para protestar”.
Así no se gobierna. Así se provoca un estallido.
Y la prueba está a la vista: bloqueos en carreteras nacionales, tomas de aduanas, crisis en exportaciones, parálisis del transporte, pérdidas millonarias y un país viendo a su gobierno tropezarse solo.
Todo por falta de oficio político, experiencia real y esa virtud en extinción llamada voluntad.
Este conflicto no tenía por qué llegar a donde está. No si la secretaria de Gobernación y el secretario de Agricultura tuvieran algo tan simple como pericia política, sentido común y respeto por quienes alimentan al país. Pero cuando el poder se ejerce con soberbia y sin inteligencia, se terminan provocando incendios donde bastaba con apagar una chispa.
Las protestas seguirán, y seguirán escalando, porque el Gobierno insistió en criminalizar lo que debió escuchar. Ahí, el meollo del asunto.
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