En días recientes, diversos medios de comunicación informaron que el Fondo de Cultura Económica (FCE) prepara la donación de dos millones y medio de libros en varios países de América Latina. Esto ocurre mientras su cadena asociada, Educal, acumula al menos tres años sin alcanzar sus metas de venta en México. Los ejemplares que se planean regalar pertenecen a la colección 25 para el 25, ya de por sí polémica por la escasa representación de autoras mexicanas.
Sin duda, este tipo de iniciativas son loables: el fomento a la lectura siempre será necesario. No obstante, resulta pertinente preguntarse si, antes de distribuir libros en el extranjero, no habría sido más conveniente fortalecer las estrategias nacionales de promoción de la lectura, especialmente en la educación básica. Esto reforzaría las estrategias existentes y dotaría y actualizaría los libros en las escuelas en las que existen los inventarios que recibieron hace años.
En una charla con un grupo de docentes de nivel primaria, se destacó que desde hace años no existe una estrategia amplia de distribución de libros para las y los alumnos, como en su momento lo fue Libros del Rincón. Aunque dicho programa sigue vigente, ya no alcanza a todas las escuelas ni a todos los turnos. Una maestra del turno vespertino lo ejemplificó claramente: “Los libros pertenecen al turno matutino y solo ellos tienen la llave del candado del librero”. Es decir, en muchas escuelas los libros existen, pero no están disponibles para todo el alumnado y parecieran hasta un objeto en cautiverio por los mismos docentes con miedo a perder los que quedan. A algunas escuelas les llegó la colección Centenaria Paulo Freire, pero estos están destinados a las y los docentes.
Si, como señaló el titular del FCE, se trata de la operación de fomento a la lectura más grande a nivel mundial, esta debería comenzar —a mi juicio— por las escuelas del país. Ahí donde ya hay libros, pero podrían y deberían existir muchos más, accesibles para todas las niñas y los niños, sin importar el turno en el que estudien. En un país donde la compra de libros resulta costosa para buena parte de la población, el fomento a la lectura desde la educación pública no solo es deseable, sino indispensable.
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