Si se hiciera un rankig de las calles agraviadas por su condición de abandono en la ciudad, probablemente Rivera del Clarín se encontraría entre las primeras cinco de ese desafortunado conteo.
Su deterioro es tal, que el derecho al libre tránsito de quienes residen a sus alrededores se encuentra vulnerado. Su estado la convierte en una calle peligrosa en varios sentidos. Resultaría fácil accidentarse o contraer una enfermedad.


Rivera del Clarín es una calle inclinada, y el carril por donde se asciende hasta un pequeño parque está completamente destruido, repleto de basura, y se ha convertido en un arroyo que lleva el agua que brota de un par de alcantarillas sin funcionar.
Se escucha el correr del agua, y las hierbas verdes a sus orillas delatan que este error en el espacio público ha sido ignorado por mucho tiempo. El olor de las aguas negras, sumado al aroma del cadáver en descomposición de algún animal, impregnan todo el ambiente.
Lo que debería ser una banqueta parece ser una escalera peligrosa, con peldaños entre los cuales se aprecian más basura, telarañas, llantas y excremento de animales. En uno de sus lados, se ven inquietantes hendiduras en el suelo por las que fácilmente podría caber una persona adulta.
Cuesta trabajo creer cómo fue posible que esta calle se deteriorara a tal punto, pues al estar destrozada por la mitad, su inclinación le da una apariencia imponente y atemorizante.
No hay alumbrado público en Rivera del Clarín; todo lo contrario, hay postes derribados y los cables de otras luminarias fueron cortados.
El parque también se encuentra repleto de basura y llantas, además de lucir unas bancas despintadas. En la cancha de basquetbol se aprecia todavía el logo de la anterior administración del Gobierno federal, por lo que se puede inferir que desde aquel sexenio no le han dado mantenimiento al parque o a la calle.


Junto a esta olvidada vialidad, del lado contrario al parque, se encuentra un enorme terreno baldío, de aproximadamente kilómetro y medio. El agua que corre hacia abajo por Rivera del Clarín llega hasta este terreno.
La hierba que creció gracias a esa fuga de aguas negras, le da al terreno baldío la apariencia de una sabana por donde cruza un arroyo, pues incluso una garza despistada puede verse de vez en cuando, pero el fétido aroma y toda la basura acumulada rompen el encanto. No está lejos de convertirse en un tiradero de llantas clandestino. Nadie merece vivir junto a una calle en el estado en el que se encuentra Rivera del Clarín.
Vencida por el tiempo y la indolencia, cuesta trabajo respirar al estar parado en ella y recorrerla. Le pesa la existencia a esta calle, a este espacio que representa lo que es una Juárez abandonada.
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