El sector de restaurantes de Ciudad Juárez está atravesando “por un mal momento”, alertó el presidente de la Cámara Nacional de la Industria Restaurantera y Alimentos Condimentados (Canirac), Alejandro Chong Armenta.
Después de la crisis del año pasado que los obligó a cerrar comedores y ofrecer solo servicio para llevar, vino el semáforo epidemiológico que a la fecha los mantiene abiertos solo con un cincuenta por ciento de aforo.
“Nosotros estamos al 50 por ciento. Con ese aforo nos estamos tambaleando. De nuestros afiliados, algunos optaron por subir precios, otros no y han buscado como ir jugando con las guarniciones para no elevar los precios”, comentó.
Aclaró que muchos negocios han optado por “aguantar los precios” porque no se pueden dar el lujo de perder clientes.
Ahora el problema que enfrentan en el segundo semestre del año es el embate de la inflación que el Inegi confirmó en 5.6 por ciento al cierre de julio.
Como resultado, algunos alimentos que son básicos para surtir la carta de restaurantes subieron de precio.
Por ejemplo, el tomate subió de 19 a 23 pesos el kilo; la cebolla pasó de 6 a 8 pesos por kilo; la carne de res subió un 10 por ciento; la carne de cerdo incrementó un 20 por ciento y el marisco un 35 por ciento.
En contraste –dijo– el pago de servicios y rentas no ha tenido ninguna disminunción.
Dijo que actualmente el gremio atraviesa una situación muy complicada, pues las ventas suben y bajan cada semana.
Su mayor afectación –insistió– es la limitación que les marca la ley, debido a las restricciones por el semáforo sanitario.
“Es una situación muy complicada para los negocios que aún están sobrellevando las pérdidas registradas, luego de la crisis económica que derivó de la pandemia por Covid-19”, recordó.
En abril del año pasado cuando la pandemia apenas iniciaba, la Canirac dio a conocer que el primer impacto fue el cierre de por lo menos cien restaurantes.
De los casi cuatro mil negocios dedicados a la venta de alimentos, hubo un sesenta por ciento que se puso en cuarentena. El resto permaneció solo con el servicio para llevar.
El golpe significó pérdidas de entre el 80 y 90 por ciento, según cifras del propio organismo empresarial.
Aunado a la crisis, los restauranteros se quejaron de la falta de apoyo del Gobierno para hacer frente a sus gastos, como la nómina y el pago de impuestos.
Muchos restaurantes optaron por seguir pagándole sueldo a sus colaboradores aún sin trabajar. Después implementaron turnos escalonados e intercambio de funciones con tal de no despedirlos.
Para agosto del año pasado la Canirac había reportado el cierre definitivo de al menos 60 resturantes. Entre estos destacan algunas cadenas de los llamados restaurantes grandes como Sanborns Misiones, Degá y Vips San Lorenzo.
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