Salgo de casa. Es la una de la tarde. Voy a una transmisión más para pasar el reporte del Coronavirus. Tapabocas y gel antibacterial me acompañan.
Mientras bajo las escaleras del edificio donde vivo voy pensando en los datos que compartiré con la audiencia.
Han pasado veintidós días desde que se confirmó el primer contagio en Juárez.
Ser reportero o reportera en esta frontera tiene de por sí una carga de estrés por los asesinatos que cada día ocurren.
Pero la epidemia del COVID-19 le agregó una carga de tensión a la reporteada, como nunca antes.
El enemigo invisible. El riesgo de contagio. Cubrir la nota en medio de la pandemia de pronto parece más estresante que hacerlo en medio de asesinatos.
Mientras recorro calles y avenidas me sorprende la cantidad de autos. Paso por plazas comerciales y veo locales cerrados. El golpazo a los pequeños negocios será infame, reflexiono.
En los centros comerciales que continúan abiertos las personas se forman, dos metros de distancia entre cada una. Los guardias de seguridad dosifican la entrada a uno por uno.
El paisaje empieza a transformarse. Hay una cierta tensión en el ambiente. Cada vez son menos los grupos de personas caminando juntos.
Las cortinas abajo en los negocios, las puertas cerradas, las marcas en el piso para guardar distancia en las cajas del super, igual en los cajeros y en las gasolineras.
El uso de los tapa pocas no está generalizado. Ni siquiera la mitad de la gente que he visto caminando los usa.
Si a estas alturas me parece que el panorama es desolador no quiero imaginar lo que viene.
Ojalá que cada día más personas se lo tomen en serio. Que se queden en casa. Que atiendan, que atendamos, las recomendaciones.
Veo el rótulo de un automovilista invitando a no salir y si hay que trabajar, guardar distancia. No hay nada más que podamos hacer, concluyo.
Hay que seguir adelante. Quienes no puedan resguardarse, que se protejan. Quienes trabajen en hospitales, que se protejan más.
Ojalá que el gobierno no mienta con las cifras y que los funcionarios responsables de aplicar las estrategias de salud estén a la altura de las circunstancias.
Un pensamiento me llega apenas un minuto antes de empezar la transmisión en vivo: Que la epidemia no pueda con nosotros, que seamos más fuertes y que pronto, muy pronto, volvamos a caminar juntos.
Que vuelva el frenesí en los puentes internacionales y la locura del tráfico a la hora de la salida de las fábricas.
Sí. Que vuelva pronto todo, pero antes, volveré a refugiarme en mi departamento, por mi, por ella, por los demás.
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