El visitador general de la Comisión Estatal de los Derechos Humanos (CEDH), Eduardo Antonio Sáenz Frías, coincidió con algunos investigadores, en el sentido de que la reinserción social no existe para quienes cumplen con una sentencia en la cárcel local y salen para empezar “una nueva vida”.
Mencionó que el sistema y la misma sociedad mexicana, tienen un retraso en cuanto a la forma de concebir lo que es el castigo a quienes infringen la ley y en cuanto a las políticas a seguir para lograr que verdaderamente la persona encerrada en el penal salga reformada, dispuesta a ser “alguien de bien”.
Subrayó que subsisten varios mitos o errores en cuanto a lo que significa castigar al infractor mediante la privación de la libertad.
En principio, señaló que el interno, en este caso del Cereso Estatal número 3 de Ciudad Juárez, no se encuentra aislado, sino que sigue perteneciendo a un grupo con el cual tiene contacto para bien o para mal, de tal manera que, si hubo una influencia negativa por parte de ellos para que llegara a ser encerrado, se sigue manteniendo ese contacto.
Subrayó que siguen formando parte del entramado social y “se nos olvida que siguen formando parte de una familia, de un grupo de amigos”.
Además, dijo que, de acuerdo a la historia del Cereso, la prueba más grande de que no se encuentran aislados los internos, es que desde adentro, algunos han planeado diferentes delitos para que otros los cometan afuera (como fue el caso de Ernesto Piñón, ‘El Neto’), sin descartar que algunos hayan podido salir personalmente a cometerlos, porque también fue conocido que había un boquete en una pared, por donde entraban o salían cosas y personas a discreción, hasta antes de que la Secretaría de Seguridad Pública Estatal (SSPE) tomara el control del sistema penitenciario del estado de Chihuahua.

Ausencia y pobreza: lo que queda afuera
Por otra parte, anotó que al encarcelar a un hombre o una mujer, significa que puede haber hijos que se quedan en una orfandad temporal, con una ausencia de dirección y acompañamiento emocional o moral.
Sáenz Frías explicó que el otro gran problema es que cuando un hombre es encarcelado, una familia se queda sin el ingreso económico, por lo que la mujer tiene que empezar a trabajar y los hijos quedan en estado de vulnerabilidad.
Tales personas quedan relegadas, expuestas, sin que haya algún programa para resolver esta nueva problemática que se genera, enfatizó.
Señaló que la sociedad, de alguna manera, se queda “satisfecha” cuando un presunto delincuente es privado de la libertad y cómodamente cierra los ojos a lo que vendrá después.
La presión para entrar a las pandillas
El profesionista comentó que el hecho de que los infractores sean recibidos en algún grupo al interior del Cereso, como sería la pandilla, forma parte de la característica de los seres humanos, de que son “animales sociales”.
Precisó que esa vinculación con las pandillas se da de manera natural, por el hacinamiento, de tal manera que se podrá paliar esa situación, si se reduce medianamente el problema de los espacios para retener a los procesados.
Señaló que “verdaderamente aquellos que quieran un cambio, estar de manera diferente o no estar agrupados en alguna de estas organizaciones”, lo podrán hacer si hay más espacios en la cárcel.
Lo ideal es que no tengan que estar “hipotecados a una pandilla de manera permanente”, mencionó.

Celadores, entre el abuso y la tentación
Por otra parte, el visitador general de la CEDH explicó que en los Ceresos existe el problema del personal insuficiente y mal pagado para atender a la población penitenciaria.
Externó que, de acuerdo a lo que manifiestan los celadores, se les asignan cargas de trabajo muy altas, con mucho riesgo y con poco salario, donde no se descarta que estén en peligro de caer en posibles actos de corrupción.
Agregó que de igual manera, cuando un exreo sale de prisión, viene en automático un rechazo social, porque se queda estigmatizado para siempre sobre su pasado, de tal manera que se le cierran las puertas en todos lados, empezando por las empresas donde pudiera ser contratado.
Subrayó que no hay respuestas de parte de nadie para atender estos temas, por lo que, ni sale rehabilitado, ni se le acepta en la sociedad, y por lo tanto es muy probable que reincida en las mismas conductas que cometió y que lo llevaron a la cárcel.
Señaló que al salir, salen sin ninguna preparación, estigmatizados, rechazados por la propia familia y sin conseguir trabajo por lo mismo.
El visitador de la CEDH indicó que una vez afuera, los grupos delincuenciales se convierten en una posibilidad para estas personas y terminan “enrolándose en este círculo lamentable”.
Deja el Estado a los liberados a su suerte
Subrayó que hay algunos pequeños esfuerzos que realizan instituciones de corte social o privado, para atender a los menores infractores de la ley, pero son aislados y hasta en cierta forma experimental, porque no hay un verdadero programa de reinserción social.
Sáenz Frías explicó que en algunas ocasiones, son las familias quienes arropan al recién salido de la cárcel, ayudándolo a que consiga trabajo, para que deje atrás el error que cometió y por el que tuvon que pagar una condena.
Respecto a la atención a la salud física y mental, el abogado indicó que la sociedad no pugna por una mejoría para los reos, con el falso argumento de que ni siquiera la población libre tiene acceso a esos servicios, de tal manera que serían los presos quienes menos lo merecen.
Señaló que la gente de afuera cuestiona por qué se les tiene que cuidar, “si son delincuentes, así con todas las comidas del mundo”.
El derechohumanista subrayó que los presos, quiérase o no, se convierten en un grupo vulnerable, al no poder procurarse atención a la salud.
Dijo que de esa manera el interno sufre y también lo hace su familia, y una vez que sale, lo hace con resentimiento, algunos de ellos con la salud deteriorada.
Sostuvo que para lograr una reinserción social, sería muy diferente si se les da seguimiento a los recién salidos, para que puedan solventar sus necesidades iniciales una vez afuera.
Una mirada atrás
Finalmente, el entrevistado mencionó que el problema del delito en la sociedad debe verse como una situación integral, donde la preocupación no debe estar únicamente en la reinserción de un infractor, sino desde antes, en cuidar que exista una cultura de la legalidad, de respeto a la ley.
Anotó que deben existir programas preventivos, para que los ciudadanos sepan que al violentar una legislación, habrá una consecuencia, empezando porque la familia se va a destruir, aparte de que merecerán una sanción.
Señaló que ser cumplidos con la ley, les traerá beneficios en la vida personal, como lo sería el vivir en paz.