La situación dentro del bordo fronterizo ha dado un vuelco de 180 grados. Donde hace semanas, cientos de migrantes permanecían en espera de poder cruzar la frontera y peleaban de manera constante con los agentes de la Guardia Nacional texana, ahora no quedan más que algunas cuantas prendas dejadas a la deriva por quienes salieron de su país soñando con llegar a los Estados Unidos.
Se habían identificado dos puntos críticos dentro de la frontera que divide Ciudad Juárez con El Paso, Texas: la puerta 36, cerca del cruce del bulevar Juan Pablo II y la calle Arizona, y la puerta 40, pegada al cruce del Juan Pablo II y el bulevar Independencia.
En estos lugares, migrantes deseaban entrar desesperadamente hacia los Estados Unidos y abiertamente retaron a los agentes de la Guardia Nacional y a los cientos de metros de alambre de navaja que colocaban en la frontera, que uno a uno, fueron cortados por palos y piedras, y hasta por pinzas de tipo industrial con las que llegaban los migrantes al bordo.
Sin embargo, aquel ambiente hostil ha quedado en el olvido y ahora no es más que un desértico escenario; en la puerta 40, dos camionetas de la Guardia Nacional texana vigilan la frontera, estacionados desde la comodidad y la sombra que ofrece un árbol que creció en el lugar, y quienes se impresionan y salen a tomar fotos a diestra y siniestra, como si no hubiesen visto espécimen humano en días.
En la puerta 36, los agentes de la Guardia Nacional tienen una especie de “base”. Casi una decena de camionetas, que anteriormente eran utilizadas para perseguir e intimidar a los migrantes, ahora solamente permanecen estacionadas.
Los pocos agentes que pasean por el lugar, permanecen indiferentes a lo que sucede a su entorno y platican tranquilamente entre ellos.
En las orillas del río, aquellas que provocaron una pelea intensa entre migrantes y efectivos texanos, ahora lucen totalmente vacías. El único ruido que altera el orden es de las aves, aquellas que no entienden de soberanías nacionales y medidas migratorias, quienes cruzan rebeldemente de un lado al otro, en busca del mejor lugar para resguardarse del calor.
Lo único que queda de recuerdo de aquellos días de lucha, son las prendas que quedaron atrapadas en la cerca de alambre de navajas, aquellas que los migrantes trataban de atravesar, pero que eran detenidos por los agentes texanos.
No obstante, aquellos que quisieran regresar a recoger esas pertenencias, estarían imposibilitados porque ahora, por la necesidad de protección incansable del gobernador de Texas, Greg Abbott, han puesto una nueva cerca de alambre, una más después de la otra cerca que habían colocado, que finalmente protege aquel enorme muro de color rojo.
Según distintas organizaciones en defensa de los migrantes, dos situaciones han provocado el alejamiento de las personas del bordo fronterizo: las medidas aprobadas el pasado miércoles 5 de junio, en el que los agentes migratorios solo permitirían el paso de 2 mil 500 migrantes y el intenso calor que se vive en la ciudad.
A lo lejos, se observa un pequeño grupo de migrantes, no son más de 4. Se acercan tímidamente al borde fronterizo. Algo los detiene, no se atreven a cruzar por ese punto y regresan por donde venían, hoy no hay condiciones para intentar cruzar hacia Estados Unidos, quizá es porque hay demasiado calor.
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