Una persona usuaria de drogas a la que su familia la obliga a ir a rehabilitación no tiene “conciencia del daño”, es decir, no razona la manera en que sus hábitos afectan a los demás, así que su proceso de recuperación es más difícil, si lo hay, asegura Selene Prieto Soto, directora de los Centros de Integración Juvenil de Juárez Norte.
Por ello, es recomendable que sea voluntaria la asistencia a un centro de ayuda y a los tratamientos que tengan lugar para salir de esa etapa. Además, es muy importante el involucramiento de la familia en el proceso, indica.
“De nada sirve trabajar en su recuperación si al llegar a su casa todo es igual”, señala.
Los Centros de Integración Juvenil son lugares donde personas usuarias de sustancias adictivas pueden recibir un tratamiento integral para superar esa condición.
Ahí hay especialistas en medicina, psicología, psiquiatría, trabajo social y enfermería. A este personal lo distingue la capacitación constante sobre sus temas, y la estructura desde la que trabajan: una asociación civil con más de 50 años de experiencia, subvencionada por la Secretaría de Salud para el Bienestar, y que produce, además, conocimiento científico de las personas a las que trata.
Los CIJ tienen presencia en todo el país, con 120 unidades de apoyo. Tres de ellas están en Juárez: la unidad de Consulta Externa, la de Hospitalización y la de Tratamiento a Personas con Problemas de Consumo de Heroína.
Se trabaja desde la sensibilización, la prevención, el tratamiento y rehabilitación, y hasta la investigación científica.
Según Prieto Soto, para la sensibilización de la sociedad hace falta informarse. Aclara que no debemos olvidar que las personas usuarias de drogas son personas con problemas, y que pueden dejar de consumir si así se lo plantean y buscan los lugares indicados para ello.
Una persona que cayó en el uso de drogas no deja de ser alguien funcional, precisa, a la vez que advierte que cualquier persona es vulnerable a estar en una situación similar, de abuso de sustancias.
Sí, el cristal es un problema, pero no es el primer lugar
Prieto Soto no da cifras precisas, pero lee en orden descendente la recurrencia de casos según la sustancia a la que son adictas las personas a las que atienden:
- El cuarto lugar es el cristal, conocida droga incluida en campañas fatalistas de gobierno cuando se recuerda que se debe evitar su consumo.
- El tercero es la mariguana, una droga que ha estado en la discusión pública de un tiempo para acá porque no es adictiva, pero sí lo es… Depende a quién le preguntas. Una droga que alcanzó hasta a la Suprema Corte de Justicia y a la cual tienen acceso en su cultivo unas cuantas personas en México (legalmente).
- En segundo y primero, las sustancias adictivas más utilizadas por quienes acuden al CIJ, están respectivamente el tabaco y el alcohol. Nicotina, debería ser en lugar de tabaco, pero recordar “tabaco” o “cigarro” puede ser más fácil.
El único problema con estas dos sustancias tan recurridas es que son legales. Están más al alcance que cualquier otra, en cada esquina en la tiendita del barrio o aquellas de autoconveniencia.
¿Qué factor juega la familia?
Todo el contexto de la persona usuaria de drogas influye en lo que se decide consumir, recuerda Prieto Soto.
Hay factores de riesgo que vienen de las familias: violencia, que también consuman, que no haya comunicación o apoyo, que haya rechazo.
Por el contrario, debería haber protección, acompañamiento, involucramiento, promoción del autoestima, generar habilidades sociales, comunicarse asertivamente, supervisar, pero primordialmente la sensibilización.
Saber que existen este tipo de sustancias y que cualquier persona puede ser vulnerable a ellas, y el hecho de reconocer el riesgo que representa su consumo son maneras de sensibilizar, se lee en folletos que el CIJ provee para dar a conocer sus servicios.
La familia es importante para el entorno inmediato de cada persona, pero no es lo único.
En Juárez, lo que abona al consumo de drogas es la disponibilidad de estas, la depresión y ansiedad, y la misma autoestima, comenta la directora de estos centros.
Y la sociedad a veces no abona a evitar el problema. Los estigmas y prejuicios en contra de las personas usuarias de drogas permean en la opinión pública. No siempre el consumo es por decisión propia. Dependen los factores antes mencionados y muchos más.
¿Cuánta decisión propia puede haber en alguien dependiente? Que depende de consumir para no sentirse mal, que ya no quiere consumir pero si no lo hace el síndrome de abstinencia le ataca y somete.
Hay trabajo hecho para desprenderse de etiquetas y de discriminación, pero aún falta, asiente Prieto Soto.
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