En el arranque de un nuevo año escolar 2019-2020, la presidenta de la Universidad de Texas en El Paso, Diana Natalicio, invita a no dejar morir el sueño americano de miles de jóvenes de la región que luchan por forjarse un futuro mejor.
En una columna editorial publicada en el Dallas Morning News hace un reconocimiento a la grandeza de aquellos que por décadas han sido sus alumnos, estudiantes que se salen del molde por su madurez, por el empeño a la escuela y por el esfuerzo que realizan para poder pagar su educación y al mismo tiempo contribuir al sustento de sus familias.
Lamenta le hecho de que un supremacista blanco haya viajado hasta la frontera con un arma semiautomática solo para matar personas por su ascendencia mexicana.
Natalicio recuerda a las 22 víctimas de esta comunidad y clama: «unámonos todos para asegurarnos de que el suelo americano no muera con ellos».
A continuación el texto íntegro de la publicación:
Llegué a El Paso en 1971 con una cita de un año como profesor visitante en la Universidad de Texas en El Paso. Nunca había estado ahí, y esperaba pasar solo un año aquí antes de pasar del desierto de Chihuahua a pastos más verdes.
Sin embargo, en solo un par de meses me di cuenta de que quería permanecer en este lugar todo el tiempo que pudiera. Hasta ahora, han pasado 48 años, y seguimos contando.
¿Qué causó este cambio radical en mis planes? En pocas palabras, me enamoré de la calidad de vida de la región, comenzando con la belleza de las montañas de El Paso y el atractivo clima desértico durante todo el año, que crea un entorno ideal para la recreación al aire libre. También me emocionó descubrir que podía disfrutar viviendo en dos ciudades al mismo tiempo, una en México y la otra en Estados Unidos.
El Paso y Ciudad Juárez forman un área metropolitana vibrante y entrelazada, que ha crecido constantemente, de 800 mil residentes hace 50 años a los 2.5 millones actuales; dos tercios viven en México y el otro tercio en los Estados Unidos. Muchos de nosotros cruzamos la frontera regularmente; Algunos, incluidos los estudiantes de UTEP, cruzan diariamente.
En la década de los 70 cruzar entre las dos ciudades/países fue extremadamente fácil; un simple movimiento de su mano y un grito del oficial EU, regularmente era recibido por el oficial de control fronterizo de turno con un amistoso «¡bienvenido de vuelta!». Sin documentos, sin esperas.
La guerra contra las drogas, el 11 de septiembre y las políticas de inmigración más recientes han llevado a mayores restricciones, pero el flujo de cruces fronterizos entre El Paso y Juárez, incluido el envío comercial, sigue siendo significativo.
Todo esto podría haber sido causa suficiente para permanecer aquí; sin embargo, fueron los cálidos, generosos y afectuosos residentes de El Paso, y especialmente los estudiantes de mis clases, quienes me hicieron sentir tan bienvenida y me revelaron las cualidades muy especiales de esta región y su gente.
Mis alumnos eran diferentes de los que había enseñado en otros lugares. No tenían el más mínimo derecho. Eran resistentes, respetuosos y entusiasmados con la oportunidad que UTEP representaba para ellos, y estaban ansiosos por trabajar tan duro como pudieran para continuar progresando en el camino de la educación superior que garantizaría un futuro más brillante para ellos y sus familias.
Aunque yo también había sido estudiante universitario de primera generación, rápidamente reconocí que, sin importar lo duro que haya trabajado, estos estudiantes lograron con éxito desafíos de la vida mucho más complejos y desalentadores, progresando para obtener sus títulos mientras mantenían trabajos para pagar sus estudios. Gastos y manutención de sus familias. Su talento y resistencia fueron realmente inspiradores.
Hoy, casi 50 años después, a medida que UTEP se ha convertido en una universidad de investigación R1 de primer nivel, los estudiantes de UTEP continúan siendo inspiradores. Hay 25 mil de ellos, el 90% son de la región circundante, el 85% son mexicoamericanos y el 55% son los primeros en sus familias en asistir a la universidad. Casi el 40% de los estudiantes de UTEP reportan un ingreso familiar anual de 20 mil dólares o menos; se estima que 90% están empleados mientras están inscritos; y son maduros más allá de sus años, manejando con éxito los problemas que no suelen enfrentar los estudiantes universitarios típicos.
A pesar de tantos desafíos que les pone la vida, estos estudiantes obtienen sus títulos y continúan con éxito avanzando en prestigiosas escuelas profesionales y de posgrado, y trabajando en entornos altamente competitivos en los Estados Unidos y más allá. Muchos otros permanecen en esta comunidad, sirviendo como nuestros profesionales de atención médica, maestros y agentes de la ley. Todos ellos creen profundamente que han comenzado a vivir el sueño americano.
El comienzo del nuevo año escolar siempre es un momento emocionante en esta comunidad trabajadora y aspiracional, lo que significa para las familias de esta región fronteriza otro paso importante en su progreso hacia un futuro más brillante. Esa alegría y optimismo fueron destrozados hace una semana por un horrible ataque contra familias que compraban útiles escolares en un Walmart de El Paso.
Un supuesto supremacista blanco, lleno de odio y armado con un arma semiautomática, condujo 10 horas a través de Texas para llegar a El Paso-Juárez con la intención de matar a la mayor cantidad posible de ellos, solo porque eran de ascendencia mexicana. 22 miembros de nuestra comunidad perdieron la vida. Unámonos todos para asegurarnos de que el sueño americano no muera con ellos.
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