Sebilia, mujer lardosa, abundante en carnes, casó con Alfeñico, joven enteco y escuchimizado. Cuando llegaron a la habitación donde pasarían la noche de bodas el amoroso galán le preguntó a su robusta dulcinea: "¿Qué lado de la cama quieres, cielo mío?" Respondió ella sin vacilar: "Los dos"