El nombre de Benito Molina R. circuló en los pasillos policiacos de la región sur de Chihuahua durante la última década. No era un personaje conocido más allá de los expedientes judiciales y los informes internos; sin embargo, en Hidalgo del Parral su alias —“El 8-4”— era referencia obligada cuando se hablaba de jefaturas criminales o disputas territoriales.
La primera aparición formal de Molina ante la autoridad se registró el 15 de mayo de 2021, cuando la Fiscalía Especializada en Operaciones Estratégicas ejecutó una orden de aprehensión en su contra.
La acusación se remontaba a un caso ocurrido el 18 de octubre de 2015: la privación de la libertad de un joven en el rancho Maturana, y su asesinato dos días después en Jiménez, donde el cuerpo fue encontrado con impactos de bala. Aquella detención no solo reveló su identidad completa; también fue la primera vez que el Estado lo colocó como “líder delincuencial” y objetivo prioritario en el sur del estado.
A partir de entonces, se convirtió en una pieza recurrente de notas policiacas y reportes filtrados desde corporaciones de seguridad. En ese terreno —siempre extraoficial— Molina fue señalado como jefe de plaza o principal operador de la célula conocida como Los Salgueiro, un grupo vinculado al Cártel de Sinaloa con presencia en Parral y municipios cercanos.
Ninguna autoridad judicial lo acreditó formalmente en ese rol, pero su alias aparecía con insistencia en las narrativas internas del combate al crimen organizado.
Su protagonismo volvió a los encabezados el 15 de noviembre de 2025, cuando un comando armado irrumpió en el carril Santa Teresa, sobre la carretera Parral–Jiménez, y abrió fuego en pleno evento de carreras de caballos.
El ataque dejó al menos siete personas asesinadas y más de una decena heridas. Minutos después, vehículos atravesados bloquearon la carretera para impedir el arribo de las autoridades.
En las horas siguientes surgió la versión —publicada por múltiples medios y atribuida a fuentes de seguridad— de que entre las víctimas se encontraba Benito Molina, “El 8-4”. Hasta ahora, la Fiscalía de Distrito Zona Sur únicamente ha confirmado la identidad civil de seis fallecidos, sin asociar oficialmente nombres con alias o jerarquías criminales. La presunta muerte del operador, por tanto, permanece en el terreno de la información extraoficial, aunque ampliamente difundida.
Entre detenciones, señalamientos y disputas regionales, Benito Molina se movió en los márgenes: lejos de la notoriedad pública, pero dentro del engranaje criminal que sostiene la violencia cotidiana en Parral y laregión.
Su vida se mantuvo en relativo silencio; su muerte —aún sin confirmar—, en cambio, llegó envuelta en el estruendo de un multihomicidio que volvió a exponer la fragilidad de la seguridad en el sur de la entidad.
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