Investigación
Fotografía: Norte
Análisis y opiniónPropaganda política
La reina Victoria conoció por primera vez los deliquios del amor en brazos del príncipe Alberto, su guapísimo consorte. Al terminar el trance inaugural exclamó muy preocupada: “¡Oh my God! ¡Espero que esto no sea pecado, y que redunde en bien para el Imperio!”